jueves, 30 de agosto de 2007

El lumazo de la discordia

Ayer vimos, en la protesta nacional convocada por la CUT, cómo al Senador Navarro le dieron, en vivo y en directo para todo el país, un manso ni que lumazo en la nuca que lo dejó viendo elefantes rosados.

Más allá de la legitimidad de la marcha de la CUT, que me parece sumamente discutible, creo que es importante referirse a la participación del honorable Senador Alejandro Navarro en esta marcha.

Primero, el Senador Navarro es un senador de gobierno, y si, como él predica, hay que apoyar al gobierno en las buenas y en las malas y cuadrarse con la presidenta siempre, no correspondía ir a una marcha reprobada por el gobierno a mostrar su linda cara frente a los “trabajadores”.

Segundo ¿qué clase de aserrín prensado tiene el senador en su cabeza como para que se le ocurra ir en primera fila a una marcha en contra del gobierno en donde se anunciaron desmanes y acciones de choque? No puede ser que sea tan limitado como para tirarse de guata al riesgo, más aún siendo un senador de la República, una autoridad nacional, una persona que, pro su relevancia para el actuar del país, debería tender a ayudar de otras formas, y no exponiendo al lumazo de un carabinero que sólo cumple su deber, ni a la molotov de algún niñito anarco-estúpido.

Tercero, ¿cómo un senador, un hombre que se supone estudiado, culto, con posibilidades, elegido por el pueblo por su calidad moral (es el ideal, no lo discutamos…), es tan ingenuo como para ir a una marcha de la CUT? ¿Todavía cree que la CUT es de los trabajadores y para los trabajadores? Bruto, francamente. Caer en las mentiras y engaños del Señor Martínez y de la Señora Rozas es de una ingenuidad que raya en lo pueril. Cómo no son capaces de darse cuenta que la cúpula de la CUT no son sino una sarta de timadores y alborotadores que juegan con la voluntad de la gente más humilde, que se llaman “trabajadores” cuando no le han trabajado jamás un peso a nadie porque viven de la teta de la Concerta, y que más encima muerden las manos que les dan de comer, los empresarios, la mayoría de ellos pequeños, y que algunos de ellos son capaces de hasta privarse del pan en sus mesas para pagar un sueldo digno a sus trabajadores.

La CUT, y esto no es ninguna novedad, no es sino una organización alborotadora que busca crear caos social para que sus desmedidas demandas sean atendidas. No echemos la culpa a los empresarios, echemos la culpa al gobierno, que es el que se ha negado a repartir de forma justa la torta del crecimiento entre todos los chilenos.

Es evidente que la gente tiene todo el derecho a manifestarse, y de la forma más pacífica posible, pero no es aceptable que personas que juegan con la voluntad del pueblo vengan a destruir nuestras ciudades por el hecho de no estar contentos con los empresarios ni con las personas que están en el poder. Para eso Chile es un país destacado por su estado de Derecho (más allá de los que digan algunos aprovechadores), en que las peticiones de la gente son escuchadas de forma clara, se oye la voz del pueblo, pero por los canales sociales que corresponden. No es posible que para hacerse oír, la gente tenga que destruir las cosas. Para eso están los parlamentarios populistas y demagogos como el Señor Navarro (¿ven? son útiles por lo menos), para poner esos temas en el tapete y trabajar junto al gobierno para su resolución.

Pero no, en vez de usar su poder e influencia en el Congreso para discutir los temas como la gente, el matita de arrayán florido se tiene que ir a meter a la protesta, a aparecer en la tele, mojado por el guanaco, llorando por las lacrimógenas, hablando de la violencia de Carabineros, y no de lo problemas que a la gente le interesan. Y el lumazo en la cabeza es un premio, porque así terminó de hacerse famoso, salió por lo menos un minuto en todos los noticieros centrales durante dos días, y después sale mostrando los puntos y pidiendo por favor que no den de baja al pobre paco que le pegó.

Claro que no lo tienen que dar de baja. Al contrario, deberían felicitarlo, porque, primero, le dio otros 15 minutos de fama a Navarro (para variar), y segundo, porque ese lumazo fueron tres puntos buenos, excelentemente bien puesto. ¿Qué tiene que hacer Navarro en una protesta? Debería estar viéndola por la tele o en el Senado discutiendo los temas que son relevantes para el país, como la reforma provisional, el salario ético y todas esas cosas. Pero es aquí donde demuestra el Senador Navarro su vocación popular, quizás demasiada. Le gusta ser el figurón del Congreso, y para eso no tiene ningún empacho para mezclarse con vándalos y con los flojos profesionales de la cúpula de la CUT y salir con la camisa mojada y llorando por las lacrimógenas, con tal de ganarse unos segunditos en la tele.

Senador: Váyase de payaso al Circo de los Tachuelas o al Morandé con Compañía, demás que así alcanza lo que tanto le gusta, la farándula. Y aproveche de cerrar la puerta del Senado por fuera, que el pueblo no quiere a figurines inútiles dentro de la sede legislativa.