miércoles, 2 de enero de 2008

Benazir Bhutto y el fundamentalismo musulmán


El asesinato de la presidenta del Partido Popular Pakistaní, Benazir Bhutto, es un golpe fatal para los esfuerzos democráticos en el Medio Oriente. A pesar que Bhutto era socialista, y que nunca fue de los trigos muy limpios (fue destituida dos veces por cargos de corrupción y se autoexilió en Inglaterra escapando de la justicia de su país), ello no impide, luego de la amnistía que le otorgó el presidente Musharraf, postular a los cargos de representación popular que ella estimase convenientes, habida consideración de que el gobierno del General ha sido un festival de corrupción y autoritarismos sin precedentes en la historia del joven país.

Bhutto nació en una familia acomodada y de fuertes tendencias políticas. Su padre, Zulfikar Ali Bhutto, fue el fundador del PPP y primer ministro del país, hasta su derrocamiento en 1977. Estudió en la Universidad de Harvard, obteniendo un grado en gobierno comparativo (algo así como cientista político), y estudiando luego Filosofía, Ciencias Políticas y Economía en la Universidad de Oxford en Inglaterra. Su padre fue ahorcado en 1979 por el gobierno militar de la época, bajo los cargos de conspiración, a pesar de las múltiples peticiones de clemencias hechas por mandatarios de otras naciones, y en circunstancias sumamente dudosas. Asimismo, dos de sus hermanos fueron también asesinados en extrañas circunstancias.

Fuimos escuchando, desde el regreso de Bhutto a su nación, de los múltiples intentos de asesinato perpetrados en su contra, todos ellos fallidos. Pero, como en todas las cosas, el que la sigue la consigue, y los adjudicatarios de la cabeza de Bhutto fueron, para variar, los miembros del más peligroso grupo terrorista que ha amenazado la estabilidad mundial: Al Qaeda.

El asesinato de Bhutto constituye, y era que no, el asesinato de la democracia pakistaní, que ha dejado a Pervez Musharraf, un tirano de aquellos, en la más absoluta libertad de acción para hacer y deshacer dentro de la nación, y amenazando seriamente la estabilidad en la región, donde Pakistán tiene un peso preponderante, con las amenazas de una guerra civil sin precedentes en la nación islámica.

Sinceramente, me parece que los analistas internacionales no han dado con el palo al gato respecto de las verdaderas causas de la muerte de Bhutto. Mucho se especula de la corrupción que la mujer habría traído consigo, del peligro para la estabilidad de la democracia pakistaní, del rechazo al socialismo, de las maquinaciones de Musharraf, entre otros. La verdadera razón, para mi gusto, es muy simple: Machismo de estado, y en su más brutal forma, la que se manifiesta de la manera más cavernícola imaginable en los países musulmanes.

La morisma, más allá de ser una religión multitudinaria, se convirtió, desde sus comienzos, en una tiranía: bien sabido es que Mahoma era un tirano de siete suelas, que tenía sicarios a su disposición y pasó a muchos de sus opositores a espada. Ello no es raro, puesto que en la Edad Media el fenómeno era bien conocido (hasta algunos papas, como Alejandro VI y León X, tenían algunos caseros para los trabajitos especiales). La religión, en sus tiempos más brutales, siempre se impuso con la fuerza de la espada.

Sin embargo, en un mundo moderno, en que existe el diálogo y el entendimiento y en que hemos heredado el preciadísimo bien de la democracia, el asesinato de una mujer en estas circunstancias es injustificable. En este sentido, Benazir Bhutto era una clara amenaza a la predominancia del machismo en la morisma, situación que se ha impuesto desde el nacimiento de esta doctrina: La mujer debe supeditarse al hombre, llevar un velo castrador (incluso a veces trajes que las tapen de pies a cabeza) e incluso, en los países más radicales, como Arabia Saudita, no mostrar siquiera el tobillo, no pueden votar, no pueden conducir vehículos, y menos tener cualquiera participación en la vida pública. Ni siquiera son ciudadanas de segunda clase, no son ciudadanas, los perros tienen más derechos que ellas, no pueden salir a la calle sin un hombre, nada. Son seres de última clase.

Así, se advierte la amenaza para el fundamentalismo islámico que hubiera significado el nuevo ascenso de Bhutto al poder, en una época en que el fundamentalismo islámico se ha radicalizado más que nunca ante el surgimiento de nefandos líderes como Osama Bin Laden y la horda talibán.

El brutal asesinato de la líder pakistaní constituye un golpe al mundo libre, porque nos pone en la cuenta de que muchos países aún no conocen las bondades de la democracia, y la paz relativa que hemos alcanzado en los últimos años, luego del final de la Guerra Fría, se está diluyendo, y el conflicto se está moviendo hacia el Medio Oriente, donde los valores occidentales han sido continuamente menoscabados y amenazados, para llevar a la región y al mundo al medievalismo más brutal.

Iquique

Después de haberlo meditado mucho, y de pensar detenidamente en la situación de los diversos lugares de Chile que he visitado, he decidido proclamar a Iquique como la peor ciudad de Chile. Muchos se enojarán por este predicamento, pero tengo razones más que fundadas para pensar esto, las que paso a exponer a continuación.

Este villorrio infesto está plantado en un farellón costero en la mitad del desierto norteño, es decir, en la nada. Ni siquiera hay riquezas naturales útiles. El salitre ya no vale nada, con cueva hay algo de cobre para los cerros lejanos. El emplazamiento de la ciudad es pegado a la costa, con unos 5 kilómetros de ancho y unos 15 de largo. Es un rectángulo donde se apiña toda una red de casas, comercio y gente, que alcanzan una población fija de aproximadamente 150.000 habitantes. Como es claro, la ciudad no da abasto, y las viviendas se apiñan unas encimas de otras.

La población de este caserío apestoso corresponde al típico fenotipo norteño tan bien descrito por el Almirante Merino (que Satán lo tengo en su santo reino): Auquénidos metamorfoseados que aprendieron a hablar pero no a pensar. A más de la carencia de proporción física de los moradores (que es un aspecto subjetivo: por lo menos para mí, son feitos), la gente es tímida y arisca, más bien salvaje, buenos para el trago y para el pito, sin modales ni urbanidad, de poca amabilidad y, lo que es peor, flojos y holgazanes a más no poder.

Cuando llegué a este pueblo no me cabía en la cabeza que el comercio cerrara a las 2 de la tarde y abriera a las 5 porque los empleados se iban a dormir siesta. Y no solamente en el sector servicios, sino también en las oficinas, reparticiones públicas, etc. Hasta los conserjes de los edificios. Eso en el mundo moderno no es concebible. Aún no entiendo, que, llegando a una gran tienda de la ciudad, no haya ningún vendedor que se acerque a atenderme como corresponde: y si uno pregunta, ponen cara de guanaco ofendido y espetan un seco “espéreme un shiquitito que estoy ocupado,” mientras conversan de lo lindo con otro camarada sacavuelta. Es para pegarse un tiro. No puedo comprender que las tiendas del mall cierren y abran a la hora que quieran, que el comercio muera el día domingo (incluso en la Zofri, que tanto alaban, no abren los domingos).

La evidente falta de urbanidad de la gente es abismante. Es como si todos vivieran en una ciudad, pero sin ser parte de ella. Todos vienen de paso y viven en su mundo privado, miran sólo al frente como los caballos. Los peatones no respetan el paso de los autos, los autos no respetan el paso de los peatones. La gente se achoclona en las calles, los vendedores ambulantes abundan, los pordioseros, generalmente curados o drogados, arrecian a toda persona que osa pasar por sus calles, casi amenazándolos para que les entreguen una moneda. Realmente se siente como si la urbanidad les viniera impuesta por la lamentable existencia de un Estado, y no por un verdadero sentido natural de vivir en sociedad, son como animales perdidos en medio de una selva de cemento, sin ningún sentido gregario. Cosa que me parece sumamente rara, habida consideración de la naturaleza social del hombre, que tiende a vivir en comunidades: el iquiqueño es como un lobito solitario, no soporta al del lado, así como tampoco aguanta la vida en sociedad, en cooperación con el prójimo.

Los servicios son sumamente precarios: el agua es cara y escasa, la luz se corta por lo menos un par de veces al mes, hay grandes porciones de la ciudad que ni siquiera están urbanizadas, y para qué hablar de si cuentan con servicios básicos. Los grandes solares de tierra emplazados hacia el oeste de la ciudad no han sido repartidos por la autoridad pública, sino que tomados por la gente para construir precarísimas viviendas, realmente indignas de ser habitadas. Y al gobierno comunal y regional le importa un comino.

Las autoridades no pueden ser más corruptas. La droga está en todas partes, pero los carabineros, policía de investigaciones y hasta los jueces están comprados, en una ciudad donde el poder de las sustancias ilegales es ingente. Luego de casi 30 años de gobierno totalitario de un alcalde populista y corrupto, el choro Soria, que se robó hasta lo que no se podía robar, y que se enriqueció a costa de la pobreza de la gente, de los fondos municipales y del tráfico de influencias, la ciudad está desgastada. Gracias a Dios el desgraciado aquél fue sacado de su cargo y hoy enfrenta a la justicia, que seguramente lo va a declarar inocente, dada la extensa red de sicarios que este señor maneja en vistas a conseguir sus objetivos. Hoy, la nueva alcaldesa, Mirta Dubost, no tiene nada: se encuentra con arcas municipales vacías, un edificio consistorial vendido y demolido con la promesa incumplida de crear uno mejor, con las reparticiones públicas dispersadas por toda la ciudad, sin un céntimo para reparar siquiera un hoyito de la calle, y acosada por un montón de chacales sentados en la mesa del Concejo, listos y dispuestos a repartirse patadas como los animales ante la más ligera provocación.

El tráfico de influencias en la ciudad es abismante: Familias emparentadas entre sí, (Sciaraffias, Gandolfos, Razettos, Sorias, Solaris, Rossis, de Bonis, etc.), al más puro estilo de la Cosa Nostra y la Camorra, que son los depositarios del poder informal, del manejo de las masas y del comercio. Las grandes casas comerciales de la ciudad pertenecen a familias emparentadas de dicha forma, que se enriquecen en oligopolios vergonzosos, hundiendo competencias, comprando a las autoridades, e incluso, en el comercio ilegal de sustancias prohibidas.

Su puerto es una vergüenza, literalmente impresentable: Unos sitiecillos mal agestados, sin calado para recibir siquiera una barcacita pesquera, con una infraestructura que es para llorar a gritos, con los muelles llenos de hoyos, unas grúas picantes que llegan a dar pena, siendo que la ciudad tiene todo el potencial, dada su cercanía con la tribu boliviana, para convertirse en un Terminal de paso de las mercancías que entran y salen hacia dicho país.

La inmigración es un problema serio. La ciudad ha perdido idiosincrasia de una forma brutal, es un pueblo de costumbres eclécticas, no parece chileno. Los peruanos no son un problema, ya que son más educados que los chilenos, respetuosos, de buenas costumbres, muy amables. Los problemas provienen de los bolivianos, que son bastante prepotentes, poco amables, de trato hosco y salvaje. Y para qué hablar de otras gentes. El chino y el hindú proliferan, especialmente llegados de sus patrias lejanas a hacer negocios en Zofri. Dos raleas especializadas en engañar a la gente mediante el comercio, y de costumbres que en nada se condicen con las nuestras. Los chinos dejan en todo lugar que van su estela a wantan y fritanga, mientras que los hindúes se bañan en un pachulí de nana que es capaz de averiar hasta la nariz más insensible.

En suma, si usted quería visitar Iquique en el futuro cercano, le recomiendo que no lo haga. Eso de que es el Miami chileno es más falso que el informe de factibilidad del Transantiago, la Zofri es un monumento a la estafa (en la práctica las cosas salen lo mismo que en el centro), la ciudad es fea y pobre, la gente no es amable ni simpática (si es rubio, lo más probable es que lo miren raro, preferentemente con cara de odio), y perderá tiempo y plata. Mejor pase de largo y váyase a Arica, que es más bonito, o pase derechamente a Tacna, donde la comida es barata y el cholo es sumamente agradable y cariñoso. No, si ya dije yo que este tierral del norte debimos habérselo dado a los peruanos y bolivianos y nosotros quedarnos con la Patagonia, ahora tendríamos mar por los dos lados, petróleo y ciudades bonitas como Ushuaia. No pierda su tiempo este verano, váyase a Villarrica, Valdivia, Chiloé, Argentina o Brasil. O al Caribe. Esta ciudad no es el Caribe chileno. No se acerca ni al callo del dedo meñique del Caribe, váyase al verdadero, ese con arena de coral y aguas turquesa. No a este con aguas negras de mugre y arena con pepas de sandía y melón con vino.