miércoles, 23 de febrero de 2011

Consejos importantes para nuestros clientes.

Aunque la mayoría de mis amigos legos y clientes son bastante respetuosos y decentes con la profesión, nunca está de más recordar a todos los usuarios de los servicios jurídicos algunas normas de conducta agradables para todo profesional.

1. Su Abogado duerme. Puede parecerle hasta mentira, pero su Abogado necesita dormir como cualquier otra persona. Sólo llame a su móvil o al teléfono de la casa en caso de real emergencia, de lo contrario, llame a su despacho.

2. Su Abogado come. Parece increíble, pero es verdad. Necesita alimentarse y tiene adecuado un horario para hacerlo.

3. Esta es quizás la más increíble: su Abogado puede tener familia, y de hecho generalmente la tiene. Por eso debe y desea dedicarle tiempo y disfrutar de ella.

4. Siendo el Abogado persona como cualquier otra, necesita descansar el fin de semana. El domingo a las 22 horas no es un horario adecuado para leerle un documento que recibió el martes anterior a las 15 horas.

5. Su Abogado, como cualquier ciudadano, necesita dinero. ¡Esa sí que no se la esperaba!. Por eso no vaya a la consulta pensando en no pagarle (¿A la tienda va uno sin dinero? ¿Y al médico?). Si es gentileza de su Abogado no cobrarle, manifiéstele como cliente su gratitud, el abogado tiene, además de necesidades, gustos, regale un detalle.

6. Su Abogado no es vidente, ni brujo, ni mago, no consulta el Tarot, ni tiene la bola de cristal. Si eso es lo que Ud. esperaba de él lamentamos defraudar su expectativa. Contrate un Tarotista o un Detective.

7. En reuniones de amigos o fiestas de familia, su Abogado deja de ser "el Abogado" y reasume su condición de amigo o pariente. No le pida consejos, opiniones, etc. Él también tiene derecho a divertirse, desconectar del trabajo e ir a las fiestas sin miedo a que lo atropellen con preguntas, es incómodo e impropio que le consulten en una reunión social.

8. Un Abogado está especializado en unas materias concretas, no le pregunte cualquier cuestión que le venga a la cabeza acerca de su multa administrativa, de un robo penal, de una deuda dineraria civil, de una junta de propietarios, de la declaración fiscal de la renta, del despido laboral de un conocido. etc. El Abogado no lo sabe todo.

9. Pedir lo mismo varias veces NO hace que su Abogado trabaje más rápido.

10. Si el horario de trabajo es hasta las 19 horas, no significa que Ud. pueda llamar a las 18:58. Pregúntele por teléfono ¿puede contestarme?, Por favor un poco de prudencia y consideración - qué tal si está conduciendo, comiendo, durmiendo, etc. EL ABOGADO ES HUMANO.

11. Cuando el abogado explica algo no lo bombardee con miles de preguntas. Por favor, escuche primero y pregunte después.

12. El Abogado no inventó las frases "lo barato sale caro" ni "quien mal paga, paga el doble". Pero está de acuerdo con ellas.


13. Finalmente, el Abogado es también un hijo de la madre naturaleza y no de aquella en quien está Usted pensando. Usted ha aprendido algunas cosas sobre el Abogado, compártalas con sus amigos, familiares y vecinos. SU ABOGADO, SE LO AGRADECERÁ.

La guerra

De los fenómenos que afectan al hombre, no hay uno más profundo, complejo y dialéctico que la guerra.  Si analizamos todos los grandes procesos de movimiento histórico, tal como postulan Marx y Engels, todos ellos son causa o consecuencia de una guerra; así, desde el abandono del nomadismo en la Edad de Piedra hasta la creación del Nuevo Orden Supranacional del Siglo XX, todos los procesos evolutivos humanos llevan envueltos el conflicto entre hombres, sea mediante una pequeña discusión, una gran batalla o una guerra a escala global.

El instinto de conflicto está grabado a fuego no sólo en cada ser humano, sino también en el inconsciente colectivo de los estados, entendidos como entes superiores y diferentes a sus súbditos. Así, enseñamos a nuestros niños, desde la más tierna edad a defenderse, sin excepción; la armas de fuego en poder de personas naturales son una realidad más común de lo que imaginamos; y los estados mismos, sin excepción, mantienen costosas Fuerzas Armadas para suministrarse defensa, pese a que, en la mayoría de los casos, son escasamente utilizadas en el orden exterior.

Los más grandes estadistas de la historia, tales como Solón, Augusto, Carlomagno, Lorenzo de Médicis, Metternich, Bismarck, Roosevelt, han tenido grandes ejércitos a su disposición; y los tiranos más terribles de la humanidad, tales como César, Catalina de Médicis, Napoleón, Hitler, Stalin, etc., han cimentado su poder en la fuerza de las armas.

El conflicto armado es la circunstancia más aciaga por la que pasa una civilización, país o estado: ella lleva la supervivencia y sus posibilidades al más básico estadio de desarrollo, habida consideración que, en uno de estos entes, la guerra subsume todas las demás necesidades y exigencias, y concentra para sí  su financiamiento el poder económico, moral y político.

Así, todo país que entra en guerra se sume en la inmediata escasez, toda vez que todos los recursos disponibles para la satisfacción de los derechos de sus ciudadanos se enfocan en la manutención de alto costo que demanda el conflicto; el poder moral es monopolizado por órganos de propaganda que ejercen un influjo sicológico sobre la nación, alentando a los soldados a luchar y animando a los civiles a resistir y colaborar; y finalmente político, toda vez que los recursos de gobierno se enfocan totalmente en el conflicto, dejando de lado, momentáneamente las necesidades de los ciudadanos.

Así, la guerra no solamente provoca un efecto en el frente externo, como es la disuasión del enemigo y la aniquilación de las presuntas amenazas exteriores, sino también en el frente interno, al reducir al mínimo los derechos de los ciudadanos y la resistencia de los mismos a las abusos que el Estado dice cometer por el bien de la defensa.

En el ámbito psicológico, la guerra saca lo peor del ser humano: la crueldad, la animalidad, la falta de razón, la intolerancia y el irrespeto por las demás personas. Especialmente en las guerras de carácter civil, en las cuales la base de conflicto es política, estos aspectos se manifiestan en mayor magnitud, toda vez que los batallantes son connacionales, y pueden haber sido incluso vecinos, amigos o familiares, premunidos en diversas trincheras políticas antagónicas. Así por ejemplo, vemos los casos de guerra en países africanos, tales como el Congo o las Guineas, en que, durante época de guerra, se practica incluso el canibalismo, la mutilación, el asesinato de niños, la violación de mujeres, etc.

Ninguno de los casos anteriormente expuestos es comparable en dichas características con los conflictos externos a gran escala, tales como las Guerras Médicas, las Guerras Persas, las Cruzadas, la Guerra de los Treinta Años y las Guerras Mundiales, donde el genocidio se manifiesta de forma más patente, toda vez que la base de dichos conflictos ha sido la subyugación o la eliminación, a veces sistemática, de pueblos, razas, naciones o credos, en flagrante irrespeto a la misma vida humana.

Sin embargo, a veces la guerra también posee elementos positivos: Muchas veces la adversidad propende a la hermandad y el auxilio entre las personas. Basta ver el ejemplo de la Alemania Nazi que, con todos los conflictos y la crueldad desplegada por Hitler y sus esbirros, se convirtió en una máquina económica bien aceitada, gracias a la aún llamada “economía de guerra”, que propende al gasto modesto, a la ayuda mutua y a la austeridad de las costumbres, factores del todo deseables en una nación desarrollada y consciente de las necesidades mundiales, especialmente cuando el hambre y la contaminación indiscriminada arrecian en un mundo cada vez más poblado.

Aún así, la guerra es una circunstancia sumamente indeseable, capaz de arruinar a un país y a una sociedad, y de generar efectos duraderos sobre el Estado y las personas, razón por la cual, desde la segunda mitad del Siglo XX, y atendido el desastroso estado global desde el término de la Segunda Guerra Mundial, la diplomacia y las organizaciones supranacionales se han enfocado, preferentemente, en evitar el conflicto armado y, en caso que se produzca, mitigar sus efectos perniciosos. Así por ejemplo, el Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas se ha dedicado permanentemente, como institución a intervenir y mediar en conflictos armados que puedan provocar menoscabo en regiones sensibles, como Centroamérica, Europa del Este y África; así, ha intervenido en la Guerra Civil en Haití, mediante la institución de los Cascos Azules; en Europa del Este, mediante le establecimiento de Tribunales de Guerra para juzgar el genocidio de Kosovo; y en el Congo, mediante la diplomacia activa para detener los conflictos civiles guerrilleros en la selva.


Hoy, la acción de las organizaciones internacionales para la evasión de los conflictos de guerra se hace indispensable más que nunca, atendidas las álgidas circunstancias que se han ido suscitando en el Oriente Medio y en la Mauritania, debido a la acción de grupos de presión musulmanes y sus conflictos con el poder político.

La escritura

Después de mucho tiempo sin escribir, he pensado que sería bueno poder reanudar esta actividad. Debo reconocer que, en el último año, me he dejado cegar bastante por la tele, el trabajo, la rapidez de la vida, los problemas, dejando de lado la opinión y la crítica, que siempre las he tenido a flor de piel.

A veces es bueno sacar el crítico que uno lleva adentro, poder analizar a fondo la realidad, las experiencias que se viven, y plasmarlas en una forma más duradera que el mero pensamiento o la palabra, dado que a ambos se los lleva el viento.

Además, en este año que ha pasado, en que por mi actividad he aprendido a trabajar con gente de diversas opiniones, he aprendido que la tolerancia, la libertad y el debate de ideas son valores que cada día adquieren más vigencia, y que se hacen cada vez más necesarios para una sociedad pluralista, para el desarrollo intelectual, moral y económico de los seres humanos, por cuanto permite que las personas saquen lo mejor de sí, se muestren sin dobleces, con personalidad, con claridad y no como amebas manipuladas por instituciones represoras.

El ejercicio de este derecho a la libertad de expresión es el que mueve a las sociedades hacia la consecución de la felicidad: Más en boga está hoy el tema, cuando vemos el cambio que está sufriendo el mundo islámico en sus valores, y que han desembocado en el derrocamiento de varios gobiernos y en la futura caída de varios otros, fenómeno al que han contribuido fundamentalmente las redes sociales por internet, que constituyen, hoy por hoy, el máximo bastión de expresión de las personas, que les ha permitido, desde expresar opiniones personales sobre los temas más baladíes, hasta propender al derrocamiento de gobiernos totalitarios.

Por eso, cuando estamos en un momento de la historia único, en que la democracia y sus ideales se han expandido hasta el más remoto rincón de la tierra, es cuando los idealistas no debemos cejar: Más aún, debemos ir más allá, y luchar por que la democracia no sea sólo un ideal conocido por las personas, sino que los derechos fundamentales e inherentes a la persona humana sean una experiencia, una vivencia que puedan experimentar todos los pueblos y todas las personas, que los seres humanos realmente nos creamos el cuento que se inició en 1789 en la Francia revolucionaria, cual es, que todos los seres humanos tenemos derechos y garantías que nos son propias por el solo hecho de ser tales, y que tenemos, además, la fundamental prerrogativa de ejercerlos frente y contra todos.

De entre estos derechos, el fundamental, a mi juicio es el derecho a la libertad de expresión, toda vez que la comunicación es el fenómeno que nos permite el ejercicio del resto de los demás derechos, que nos permite defender no sólo éstos, sino nuestras ideas y debatirlas con nuestros pares, de modo de desarrollarlas, darles evolución, complementarlas, y llevarlas a la práctica.

La expresión, en definitiva, especialmente cuando es escrita, permite un testimonio duradero del pensamiento, una especie de lacre respecto de las sensaciones de cada momento, y que es necesaria para dar vigencia a las ideas y fomentar el espíritu crítico en quienes las leen: el escritor no puede conformarse con reproducir una mera historia, sino que debe suscitar en su interlocutor el pensamiento, la crítica y la meditación sobre cada uno de los temas que expone.