Actualidad y Derecho
sábado, 23 de junio de 2012
La importancia de la claridad
jueves, 4 de agosto de 2011
El camino del desastre
miércoles, 23 de febrero de 2011
Consejos importantes para nuestros clientes.
La guerra
La escritura
Después de mucho tiempo sin escribir, he pensado que sería bueno poder reanudar esta actividad. Debo reconocer que, en el último año, me he dejado cegar bastante por la tele, el trabajo, la rapidez de la vida, los problemas, dejando de lado la opinión y la crítica, que siempre las he tenido a flor de piel.
A veces es bueno sacar el crítico que uno lleva adentro, poder analizar a fondo la realidad, las experiencias que se viven, y plasmarlas en una forma más duradera que el mero pensamiento o la palabra, dado que a ambos se los lleva el viento.
Además, en este año que ha pasado, en que por mi actividad he aprendido a trabajar con gente de diversas opiniones, he aprendido que la tolerancia, la libertad y el debate de ideas son valores que cada día adquieren más vigencia, y que se hacen cada vez más necesarios para una sociedad pluralista, para el desarrollo intelectual, moral y económico de los seres humanos, por cuanto permite que las personas saquen lo mejor de sí, se muestren sin dobleces, con personalidad, con claridad y no como amebas manipuladas por instituciones represoras.
El ejercicio de este derecho a la libertad de expresión es el que mueve a las sociedades hacia la consecución de la felicidad: Más en boga está hoy el tema, cuando vemos el cambio que está sufriendo el mundo islámico en sus valores, y que han desembocado en el derrocamiento de varios gobiernos y en la futura caída de varios otros, fenómeno al que han contribuido fundamentalmente las redes sociales por internet, que constituyen, hoy por hoy, el máximo bastión de expresión de las personas, que les ha permitido, desde expresar opiniones personales sobre los temas más baladíes, hasta propender al derrocamiento de gobiernos totalitarios.
Por eso, cuando estamos en un momento de la historia único, en que la democracia y sus ideales se han expandido hasta el más remoto rincón de la tierra, es cuando los idealistas no debemos cejar: Más aún, debemos ir más allá, y luchar por que la democracia no sea sólo un ideal conocido por las personas, sino que los derechos fundamentales e inherentes a la persona humana sean una experiencia, una vivencia que puedan experimentar todos los pueblos y todas las personas, que los seres humanos realmente nos creamos el cuento que se inició en 1789 en la Francia revolucionaria, cual es, que todos los seres humanos tenemos derechos y garantías que nos son propias por el solo hecho de ser tales, y que tenemos, además, la fundamental prerrogativa de ejercerlos frente y contra todos.
De entre estos derechos, el fundamental, a mi juicio es el derecho a la libertad de expresión, toda vez que la comunicación es el fenómeno que nos permite el ejercicio del resto de los demás derechos, que nos permite defender no sólo éstos, sino nuestras ideas y debatirlas con nuestros pares, de modo de desarrollarlas, darles evolución, complementarlas, y llevarlas a la práctica.
La expresión, en definitiva, especialmente cuando es escrita, permite un testimonio duradero del pensamiento, una especie de lacre respecto de las sensaciones de cada momento, y que es necesaria para dar vigencia a las ideas y fomentar el espíritu crítico en quienes las leen: el escritor no puede conformarse con reproducir una mera historia, sino que debe suscitar en su interlocutor el pensamiento, la crítica y la meditación sobre cada uno de los temas que expone.
sábado, 31 de octubre de 2009
Halloween
Esta mañana tuve la desgracia de tener que ir al Jumbo a comprar víveres para mi maltratada despensa. Tomé la bici, me fui feliz, pensando que claro, qué chileno se levanta a las 10 de la mañana para ir al super… cual sería mi sorpresa al llegar al mencionado templo del capitalismo, cuando veo hordas de gente haciendo fila, entrando, comprando, llenando sus carros de porquería… Ante tan extraña situación, empiezo a meditar, ¿hay alguna celebración?
Como buen protestante, tengo muy claro que hoy es el día de
Caminando por los pasillos, pensando en esta interrogante, choco desprevenidamente con una góndola, en la que veo escrita con grandes letras la respuesta de mi interrogante: “HALLOWEEN” rodeado de calabacitas, monstruos y murciélagos, y una horda de pergenios y pergenias, acompañados de sus padres, hermanos, tutores, curadores, etc., comprando dulces.
Seguí mi paseo (leche, limones, pan, papas, würstchen, cerveza) hasta que finalmente y después de tanto sufrimiento capitalista, llegué a la caja Express (no suelo soportar más de 10 productos en un supermercado, además que la “maleta” de la bici no aguanta…). ¡¡¡Cuarenta pelotudos en la fila!!! (los conté, qué ocioso). Así que dediqué el extenso tiempo que me quedaba haciendo fila para que el Sr. Jumbo me robara voluntariamente (como siempre) a pensar ¿por qué Halloween causa esto?
Halloween es una desviación de la fiesta del Samhain celta, la fiesta de las cosechas, en la cual los paganos hacían bailecitos raros y celebraban la llegada del año nuevo, reverenciando a sus ancestros. Esto se mezcló con el Día de Todos los Santos, el 1º de noviembre de la tradición cristiana, lo que dio que a algún brillante pensador se le ocurriera que los muertos salen de sus tumbas en la noche del 31 (de dónde sacó la genial idea, nadie lo sabe…) Todo esto, mezclado con la genialidad mercantilista gringa, da un potpourrí que termina en niños gordos comiendo dulces, tocando los timbres de las casas para mendigar golosinas, bajo apercibimiento de tirar huevos o hacer travesuras nada agradables, mientras se disfrazan de monstruos (algunos niños no necesitan disfraz, les basta con la cara…)
Y llegamos a la pregunta primordial… ¿entonces por qué carajo se celebra esto? Primero, en Chile no hay ni medio celta partido por la mitad: los celtas y su religión desaparecieron hace 2.000 años. Segundo, la wicca y todos esos cultos no tienen nada que ver con nosotros, que somos de raigambre cristiana, y creemos en un solo Dios, que no suele disfrazarse de monstruo. Tercero, para nosotros no es el final de las cosechas, es como el inicio, puesto que es primavera y no otoño como en el Hemisferio Norte.
En cambio, hace 492 años, un Martín Lutero cambió la forma de ver la religión, dividió
Al final, nos gusta imitar a los gringos, nos gusta imitar su caos, nos gusta tener el desastre que ellos tienen, vivir en una sociedad donde la base para surgir y ser mejor es la envidia, el querer lo que tiene el otro, donde el gasto más allá de nuestras posibilidades es fundamental, donde el McDonalds y el Viejito Pascuero se convierten en baluartes del buen vivir. Me rehúso fervientemente a educar a mis hijos en un mundo de esa clase. Y como no puedo ir contra la corriente (al final soy sólo uno), parece que más vale no tener hijos.
miércoles, 14 de octubre de 2009
Las expectativas sociales
Muchos de mis amigos me han preguntado en el último tiempo qué hago soltero: “Pancho y la minita cuándo”, “¿Cuándo te vas a emparejar?”, “¿Cuándo vamos a conocer a la afortunada (aonyi)?”, y otras frases del género.
En realidad, para ser sincero, no estoy, en este momento, entusiasmado con la idea. A decir verdad, la idea no me agrada para nada, por una simple razón: Tengo un extraño complejo que me hace despreciar las expectativas sociales que los demás tienen sobre mí.
Durante muchos años, cumplí a cabalidad todas las expectativas que se ponían sobre mi persona: El chiquillo ordenado, medio mateo, de notas relativamente buenas, católico, salido de Cuarto Medio de un colegio tradicional, estudiando una carrera tradicional, Derecho, y así suma y sigue. Faltaba para cumplir el salir inmaculado y rápidamente de la carrera, ejercer de forma exitosa en algún escritorio fomeque de la capital, casarme con alguna chiquilla ad-hoc en la flor de la edad y empezar a tener chiquillos.
Sin embargo, en algún momento algo hizo clic en mi cabeza desordenada. Creo que caí en la cuenta de que el mundo no es cumplir las metas que los demás te ponen, sino cumplir las expectativas que tú mismo te fijas. Y, lamentablemente, en muchas ocasiones dichas aspiraciones no se condicen, ni siquiera en lo más mínimo, con lo que los demás quieren de nosotros.
Creo que corresponde a cada uno de nosotros perseguir nuestros sueños, aunque sea mediante el voto de rechazo de los que nos rodean: Hay que dejar salir las aspiraciones más profundas que duermen dentro de nuestro inconsciente, y dejarlas salir sin tapujos, con fuerza, queriendo con todo el corazón que nuestros sueños se cumplan, y sin dejar que el resto del mundo, muchas veces enfrascado en un afán imbécil por meterse en la vida de los demás, ponga freno a nuestras aspiraciones o nos dé cátedra de cómo se es feliz.
No obstante lo anterior, veo mucha gente a mi alrededor que toma por camino el renunciar a los sueños propios para llenar las expectativas de los demás, especialmente de los padres y las parejas, que muchas veces no comprenden el afán de sus hijos y sus consortes por lograr cosas que, para ellos, no tienen importancia. La mente de cada persona es un mundo, y está llena de aspiraciones que, objetivamente válidas o no, luchan por salir, forman una parte indisoluble de ese objetivo que todos buscamos en la vida, que es la felicidad. A esa gente, muchos de ellos amigos míos, les digo de forma categórica: Busquen sus sueños y sus deseos, de acuerdo a lo que su mente les dicta, sin dejarse engatusar por la influencia, muchas veces interesada o malintencionada, del mundo que los rodea, sin dejarse dominar por ese errado concepto que el mundo tiene de la felicidad.
Con todo lo que digo no quiero sonar individualista ni amoral: Nuestros deseos no deben perjudicar ni poner freno a los deseos de los que nos rodean, puesto que la vida humana, de un contenido eminentemente social, debe ser vivida, gozada y disfrutada con respeto a nuestros semejantes, que también quieren vivirla de forma decente y deben respetar, recíprocamente, nuestras aspiraciones. Ello también se extiende a la moralidad de nuestros deseos, en un sentido libertario; los deseos inmorales son, precisamente, aquellos que afectan o coartan a nuestro prójimo, o a la sociedad en su conjunto. El responder a dichos deseos no es sino hacer caso a una ilusión de libertad, por cuanto ésta solamente existe cuando se ejerce, en su amplio margen, en armonía con el mundo que nos rodea.
Vivimos, sin duda, en la mejor época de la historia, aquella donde el hombre tiene la mayor libertad para desarrollar, en las más amplias formas sus sueños y aspiraciones: Nadie puede reprochar los legítimos deseos, vivimos en un mundo con libertad de expresión, podemos ser casados, solteros, divorciados, pero seguimos siendo personas; podemos ser abogados, ingenieros, arquitectos o psicólogos, y seguimos teniendo un mundo de posibilidades a nuestros pies, podemos ser gordos o flacos, altos o bajos, negros o blancos, homosexuales o heterosexuales, y nada nos impide vivir la vida de la forma que mejor queramos, siempre y cuando mantengamos la armonía del mundo en que habitamos.
Muchas personas, entre las que me incluyo, nos vemos agobiados por lo que el mundo espera de nosotros, y a veces podemos sentir que estamos mal enfocados o equivocados en nuestros pensamientos: Sin embargo, me atrevo a decir, en este caso, que el mundo, que muchas veces se empecina en imponer una visión única y generalmente fundamentalista de las cosas, se equivoca en la gran parte de los casos. Es la juventud la época propicia para perseguir nuestros ideales y nuestros sueños, incluso hasta el fin del mundo, cimentar nuestra felicidad futura, la que no se basa solamente en tener un trabajo estable y bien remunerado, mujer e hijos lindos y una casa grande y bonita: Conozco mucha gente que vive en ese mundo idílico, y no es feliz. Ese es el concepto de felicidad creado por unos pocos para ser inconscientemente aplicado a todas las personas, el afán por el dinero y la buena vida, para muchos, es el camino a una existencia vacía y miserable, grupo entre los que, nuevamente me incluyo.
No nos dejemos apabullar por ese concepto facilista y preciosista que el mundo intenta imponernos: La verdadera felicidad la hacemos nosotros: No la hacen los demás, no la hace el dinero, no la hace el mundo, sino que está dentro de cada uno el descubrir qué es lo que nos llena y nos anima a seguir adelante.
sábado, 19 de septiembre de 2009
El mundo en bicicleta
Hace un mes, entre los papeles que vuelan en mi oficina y las múltiples cosas que tengo que hacer todos los días, miré mi calendario y me dí cuenta que la realidad me aplastaba: el tiempo se estaba acabando para poder terminar los malditos deportes de
El tema de los famosos deportes de
Bueno, el tema es que en mi tabla de prioridades de la vida, el deporte está en el lugar 999 de mil (el 1000 es la cría de caracoles para fines cosméticos). La cuestión es que el centro de formación técnica Adolfo Ibáñez le da mucha importancia, lo considera como crédito y todo, y a pesar que esté arrepentido, en forma general, de haber estudiado en dicha pseudouniversidad mediocre, el pastel ya está hecho, hay que terminar la cagada de carrera de una buena vez, y hacer las 44 sesiones de deporte que debo.
Así, con la cara de tres metros y las patas a la rastra, partí a
Última opción: Hacer bicicleta. Nunca lo había hecho (la última vez que an duve en bicicleta fue a mis tiernos doce…), por lo que podía ser una opción rentable. Problema Uno: Tenía que ir con casco. Problema Dos y más grave: Tenía que ir con bicicleta. Bueno, habrá que comprársela. Hace rato que andaba con el temita de tener una bici, aunque bien sabía que iba a terminar como colgajo de maceteros en el patio de la casa. Pero por lo menos ahora tenía la motivación clara para comprar el aparato.
Con menos plata que ganas, partí al grandioso Mall del pueblo a buscar un aparato. Como no tenía mucho tiempo, no coticé, ví una bonita no más y firmé el cheque sin mirar. Y con una mosca en el documento y un hoyo en la cuenta corriente parte un aventurilla bastante más interesante de lo que jamás me habría imaginado.
El primer día, me dediqué a aprender como funciona el aparato y etcétera, y con cara de pocos amigos partí de mi casa a San Martín. Al momento de partir pedaleando, me empecé a dar cuenta de cosas extrañas… el mundo es distinto encima de una bicicleta. Como que todo se ve más alto, es como que caminaras a alta velocidad, pasando a la gente, rodando por la calle con un mínimo pedaleo… y a pesar que los primeros días me dolía el culo como puta haciendo horas extras por culpa del maldito asiento, empecé a embobarme con este mundo distinto, raro, pero agradable, fresco y placentero.
Tres semanas ya, y no me bajo ni para hacer caca. Quién diría que el huevón malazo para los deportes, que trotaba con una pistola al pecho ahora es un fan de la bicicleta. Hasta le compré sus adminículos enchuladores, herramientas, caramayola, parches, casco, sunglasses ad-hoc Adidas y hasta una lucecita de árbol de pascua que hace colores raros. Todo muy freak para un compadre que sueña ir por la calle en un Segway tomando café.
Los paisajes en la bici son distintos. Ir por la ciclovía de Salinas, mirando el mar, viendo como las pendejas estúpidas se caen en patines, viendo a la vieja gorda y sudada trotando como un rinoceronte y pasarla descaradamente es un placer que no se compra en ninguna tienda. Como será que los 50 minutos diarios exigidos por el CFT UAI ya me
quedaron chicos. Hoy salí de la casa en un hermoso día y me mandé el back & go a En suma, parece que tomé la decisión más sabia del año. Sin decir que mi dionisíaca barriga ha ido reduciéndose lentamente… muuuuy lentamente a mi gusto, pero qué jué. A todo el que tenga la posibilidad, se lo recomiendo ciento por ciento. El mundo es distinto, se pasa bien, se saltan los tacos, reducen su huella de carbono y hacen un poco de ejercicios como para soñar en el verano sin polera (SOÑAAAR). Además que con los días primaverales que estamos teniendo en Viña City, es un gusto. Pero hay que echarse bloqueador, porque por supuesto, mi caucásico y pantruquesco pellejo quedó reducido a una arruga roja por olvidar ese insignificante detalle. Pero se pasa bien, muy bien.
domingo, 19 de julio de 2009
La soledad
De un tiempo a esta parte, he estado, mitad por fuerza, mitad por opción, solo. He tratado de dejar de frecuentar los ambientes sociales, me he dedicado a la escritura, la poesía, la música y el trabajo. Si bien al principio me molestaba un poco el encontrarme solo, puesto que considero que soy de una naturaleza más bien sociable, siempre necesitado del contacto con el mundo exterior, me he ido acomodando a esta nueva situación, y he ido descubriendo muchas cosas que no conocía de mí, explorando un mundo que me es nuevo, sin ataduras de terceros, sin armaduras, en que existo sólo yo, desnudo y despojado de las armaduras que día a día usamos los seres humanos para relacionarnos con el entorno.
Para muchas personas, la soledad es una tortura. Lo fue un tiempo para mí, un tiempo en que necesité ser el centro de atención, el florero, necesitaba ver a mi gente, que me llamaran, yo llamar, que todo el mundo estuviera ahí para mí, sirviéndome y escuchándome. De a poco he ido prescindiendo de esa dependencia narcisista, que nacía del miedo de estar solo con mis fantasmas. Qué miedo más infundado, por lo menos en mí. Recientemente he descubierto que me llevo excelentemente bien con mis fantasmas y mis temores, tanto así que los he ido venciendo de a poco, para encontrarme, después de largo tiempo de soledad, con una imagen prístina de mí mismo, que si bien necesita algunos retoques aún, se ha pulido bastante desde que empecé este autoexilio forzado.
Y hablo de un autoexilio forzado, porque, en primer lugar, cuando empecé a dar demasiada importancia a los demás, a vivir “la vida de otros” y quitar importancia a lo que me pasara a mí, empezaron a sonar las alarmas de una forma nunca antes vista. Aquella alarma que no sólo te advierte en la cabeza, sino también en el cuerpo. El cerebro humano es una máquina de sabiduría superior a lo que nosotros somos en la vida consciente. Cuando se rompen los equilibrios, en cualquier ámbito de la vida, se conforma con advertirte que las cosas van mal. Pero si insistes, y las cosas se ponen difíciles, cuando los seres humanos renunciamos a tomar el rumbo de nuestras vidas en un determinado ámbito psicológico, el inconsciente derechamente te roba, le quita el dominio de tu cuerpo a este consciente que actúa mal, y te pone por el buen camino, aunque tú no lo quieras. Pierdes la noción del tiempo y del espacio y tu cabeza más profunda te obliga, mediante una serie de procedimientos “dictatoriales” a poner tu vida en orden. Y es impresionante cómo lo logra.
En segundo lugar, opté (o mi cabeza optó por mi) por alejarme del mundo, y dedicarme al cultivo de mí mismo, que en épocas pasadas fue muy fructífero, pero que en los últimos años había dejado totalmente abandonado, al punto de no reconocerme en un espejo. Llegar un día mirarte en el espejo, y ver ahí un ser abandonado, viciado, surcado de ajenidad, es realmente impresionante. No es verte a ti mismo, sino ver a un extraño, un impostor que se ha apropiado de tus facciones. Todos necesitamos, en cierta medida, llevar a cabo procesos de estudio y de introspección, un cultivo personal que se relaciona con las necesidades más profundas del ser humano. Así como algunos se dedican al cuidado personal exterior –van al gimnasio, a la peluquería, qué sé yo-, cosa que a mí no me atrae en lo absoluto, otros nos dedicamos al cultivo interno, al descubrimiento y trabajo en el ser más interno, en mi caso, con la escritura, como lo hago hoy, la poesía, las artes y la meditación.
El cultivo interno permite que nos adentremos en lo más profundo de nuestro ser para intervenir y cambiar lo de erróneo y vicioso que nuestra vida va dejando a su paso. Creo que el hombre es un ser que no sólo se alimenta de comida y contacto social, sino que es una criatura esencialmente virtuosa, cuya vida va orientada hacia lo bueno, lo verdadero y lo bello. Y el ritmo del mundo actual, sobrevalorado, banal, falso, preciosista y triunfalista, deja mellas en el espíritu que deben ser sanadas cada cierto tiempo, so pena de convertirse en heridas permanentes que terminan creando infelicidad en los seres humanos. Y conozco muchísima gente que, a mi parecer, están heridas en este aspecto, el área espiritual, una herida que no se cura con dietas, ni con siquiatras ni con pastillas, sino con vida interior, soledad, el cultivo del ego profundo, la meditación y la oración, para los que creen en Dios (como es mi caso).
Los seres humanos no somos animalejos simples, sino criaturas altamente complejas, que nos movemos dentro de tres ámbitos, más bien difusos, y que, según yo, son bien jerarquizados: el ámbito físico, el ámbito psicológico y el ámbito espiritual, en orden ascendente. Así, el trabajo físico vale menos que el trabajo mental, y aún menos que el trabajo espiritual (aunque esto no se mida en términos pecuniarios); el cultivo espiritual es más satisfactorio o duradero que el cultivo del conocimiento, y muchísimo más que el cultivo físico. Y, de la misma manera, las heridas en el espíritu son más dolorosas que las heridas psicológicas o físicas, y por supuesto, más relevantes, y aún más difíciles de sanar.
Lo malo es que muchos seres humanos, contaminados de los conceptos de un mundo terrenal que reniega del espíritu, y que vive solamente del “hic et nunc”, han tomado una visión simplista con respecto al manejo vital. Hoy día todo se cura con dietas y pastillas. Si estás gordo, haz dieta; si te duele la cabeza, tómate una aspirina… ¿y si te duele el corazón? ¿Y si sientes tu vida vacía? ¿Y si sientes agobio por alguna determinada circunstancia? ¿Y si sientes pena? Muchos falsos amigos te van a decir “tómate un Ravotril, un té y ándate a la cama”; “cuando te levantes tomate un Lexapro y trata de llevar alguna apariencia de vida mientras todo se derrumba a tu alrededor y no te das cuenta porque estás drogado”. Esa manía imbécil de tratar a la mente humana como un nuevo dios, y a los siquiatras como los sumos sacerdotes de esta nueva religión basada en el hombre, despojado de sentimientos y sentidos profundos, basada en que el cerebro sólo es un conjunto de engranajes predecibles y manipulables. Qué error tan grave, y que manda a la perdición a muchas personas, que se hubiesen sanado si solamente hubieran dado sentido a sus vidas mediante el cultivo de su yo espiritual.
El cultivo y la sanación espiritual, sin embargo, no es un camino fácil, y son pocos los que se atreven a adoptar esta ruta, y prefieran hacerse amigos del Ravotril y el Lexapro, mientras tratan de dar falsas explicaciones a lo que sucede a su alrededor. Nuestro espíritu es fuerte, nos lleva a vencer toda circunstancia y toda dificultad si canalizamos de buena manera la energía que está en nuestro interior, que es insospechada, pero a la vez es sensible, susceptible de ser afectado por factores externos. El espíritu que cada persona tiene dentro de sí es nuestra carta de presentación frente al mundo, la mayoría de la gente nos percibe y nos juzga por nuestro espíritu. La comunicación, en su mayoría, tiene un carácter espiritual, un carácter de conexión profunda con el otro, de empatía. Las habilidades sociales no se pueden desarrollar a cabalidad si es que no hay un espíritu limpio, aunque sea medianamente; y el espíritu dañado no sólo deja heridas en el yo, sino que también hiere y mancilla todo lo bueno que hay a nuestro alrededor.
Cuando llegan esos momentos, no queda más que alejarse del mundo, y centrarse en uno mismo. Para mí, esta es una actividad necesaria, que cada ser humano que se considere tal debe tomar con seriedad por lo menos una vez durante su vida. Detener la vorágine del mundo en que vivimos, bajarse un momento y detenerse a pensar. Dejar todo, alejarse de lo querido y mirar el mundo que nos rodea desde un plano superior, evaluar nuestras vidas, nuestros momentos, nuestros sentimientos, darles un significado y moldearlo en consonancia con nuestro destino. Y el proceso no termina ahí, porque al volver de este viaje espiritual, en que nos nutrimos de nosotros mismos, debemos aplicar lo aprendido, dar a toda experiencia nueva un sentido, un significado, sublimarla en el camino del destino último que cada uno tiene, y que descubrimos en este viaje espiritual.
Lo más importante de este viaje espiritual, esta peregrinación por el aprendizaje de los aspectos más profundos del hombre, es la soledad. Ella no es una circunstancia indeseable, como muchos erróneamente piensan (incluso yo lo pensé así). La soledad, la introspección, el olvidarse del mundo exterior para adentrarse en el mundo interior, es una tarea difícil, pero altamente satisfactoria, porque permite aislar nuestra existencia, ponerla en un plano neutro, para trabajarla como una piedra en bruto, sin intervenciones externas. La soledad es el vehículo de ese trabajo profundo, que no se puede hacer en el contacto humano, que debe ser hecho en silencio, sin nadie alrededor; el camino se debe recorrer en forma individual, sin amigos, sin familia, sin siquiatra.
martes, 14 de julio de 2009
Las lecciones de la Revolución Francesa.
Hoy, catorce de julio de 2009, se cumple el 220º aniversario de
A mi parecer, han existido, en la historia moderna, tres procesos revolucionarios que han marcado profundamente la identidad del hombre moderno, en cuanto a su concepción del mundo y la sociedad. El primero de ellos fue
El hambre del pueblo parisino fue, como dije, un factor vital: cuando la hogaza de pan cuesta lo mismo que el salario mínimo, estamos en problemas graves. Y si a eso sumamos el vicio capital del Ancien Regime, a saber la falta de comunicación entre el monarca y su pueblo, entramos en crisis grave. Bien sabido es que el rey de Francia, Luis XVI, era un mequetrefe inepto, poco empático, un niño apagado por la magnífica visión de su antepasado, Luis XIV, el Rey Sol, quien es, hasta hoy, el gran símbolo de la prosperidad y opulencia de
Sin perjuicio, la grandeza de Luis XIV duró poco: su bisnieto, Luis XV, se olvidó del pueblo y se dedicó a guerrear a favor de las posesiones borbónicas y dar opulentas fiestas; más aún, escandalizó a toda la aristocracia francesa con su acalorado romance con Jeanne Bécu, Condesa du Barry, y las intrigas de ésta con el Cardenal Richelieu en contra de François Choiseul, secretario del rey, que fueron durante años el comidillo de
Que sirva esto para ilustrar
Y es aquí donde entra el pueblo: al populacho no le interesan los comidillos de
En el fondo de sus corazones, yo creo que el pueblo no quería pan. Se contentaban simplemente con el cariño de su rey. Pensemos que la visión política de la época era muy distinta. El rey debía ser un padre para sus súbditos, era la imagen más cercana a lo divino, su autoridad incuestionable. Si Luis XVI les hubiera dado un poco de atención, de cariño real, las cosas habrían sido diferentes. Pero el Lucho era un inepto, que se dejaba controlar por su mujer y sus corruptos consejeros. Ilustra el desprecio de la familia real por el pueblo llano la famosa frase que María Antonieta pronunció cuando el pueblo se encontraba a la puerta del Palacio de las Tullerías: “¿No hay pan? Que coman pastel.”
Como no me interesa contar la historia de
Mientras tanto, el rey seguía encerrado en Versailles, aislado del pueblo. Entonces,
Cuento corto,
Luego son abolidos los títulos nobiliarios, la lucha entre Jacobinos y Girondinos en
Los diez años de caos de la historia de Francia terminan el nueve de noviembre de 1799, con el golpe del 18 de brumario, en que Napoleón Bonaparte toma el poder. Fin.
Ahora, viendo este período en retrospectiva, y después del decantamiento histórico de los siglos, vemos que
Sin perjuicio de la certeza de ese predicamento, y del peligro que revestía llevar a cabo tan grandes cambios, ellos no sólo se condujeron por amor a la libertad por parte del pueblo, sino por el gran insulto inferido por los monarcas al pueblo. Hoy vemos como todo el concepto de autoridad y soberanía gira alrededor de la idea del pueblo, gracias a
En fin, el sistema político actual es heredero de