sábado, 4 de julio de 2009

¿Por qué buscas entre los muertos al que está vivo?


¿Por qué la gente (algunos) cree en Dios? Yo creo en Dios. Pero si me preguntan por qué, en realidad no puedo dar una respuesta convincente. Por una parte, fui criado “en el Temor de Dios”, en una familia profundamente religiosa y de valores morales cristianos. Por otra parte, Dios, o su idea, es una realidad que me ofrece refugio y consolación en las circunstancias cotidianas de la vida, que a veces son tan difíciles.

No sé si Dios responde a los cánones religiosos humanos, ni creo que sea de interés al caso… sólo sé que lo concibo como una especie de fuerza cósmica, omnipresente, omnisciente y creadora, que mantiene en eterno movimiento la maquinaria universal. Dios responde a lo que entiendo como “primera energía” o “motor inmóvil”; una fuerza primigenia e increada, que en un solo soplo puso en movimiento el perfecto azar que implica el Universo…

Eso no implica que el Universo le sea ajeno, muy por el contrario. Esa energía primaria impresa por el Creador está presente en el Universo y, más aún, lo contiene, lo mueve, lo renueva, los destruye, lo construye, lo regenera y lo revitaliza.

Dios, en su manifestación cósmica, no es ajeno, si no que es vida, vida pura. El epítome vital, la antítesis de la inercia, es la idea de Dios. Su esencia, y su fuerza, es la que mantiene el cosmos en movimiento. Lo más básico, vale decir, la cohesión de la materia, es tal por esa energía siempre presente, que previene la nada, que representa el todo. Y de ahí pasamos a los aspectos más complejos: la expansión universal, la energía estelar, la incandescencia, la vida, la muerte, la transformación, el reciclaje; la animalidad, la humanidad, la razón, el orden social y natural, el caos, la moral y las costumbres: Todo ello responde, en forma directa o indirecta, a la dirección o influencia de la perfecta inmaterialidad cósmica que es Dios.

¿Y por qué los cristianos tenemos una visión tan compleja de un Dios que se manifiesta tan simplemente? ¿Por qué ese Dios, que silba en la gota de rocío y ruge en el choque de las galaxias, se nos manifestó a nosotros primero? Dios no es nuestro invento ni nuestro descubrimiento. Muy por el contrario, Él nos creó, y se pone en nuestro camino para ser descubierto. Ni siquiera se pone, simplemente es, y es por ello que el hombre, criatura de pensamiento y curiosidad voraces, lo puede encontrar en todo, tanto en el orden como en el caos. La mente humana está diseñada para llegar a ese resultado. Él nos encontró a nosotros primero.

Dios ha estado presente siempre en la historia humana. Cuando el hombre prehistórico buscó su justificación, un refugio para su psique, se encaminó hacia la búsqueda espiritual de un ser superior, la panacea del conocimiento y el diseño terrenal. Luego, se manifestó, según el Cristianismo, en Patriarcas y Profetas para guiar al hombre en el camino de la recta razón y la sana convivencia, sin perjuicio de la distorsión humana de ese mensaje… en el punto cúlmine, es Jesucristo quien, como manifestación humana del modelo divino, viene a entregar su mensaje de supervivencia humana: si los hombres no se aman los unos a los otros, como Dios los ha amado, la libre determinación entregada al hombre, como ser racional, acabará por destruirlo… Finalmente, la energía cósmica y divina asiste al hombre y a todos lo seres vivos mediante lo que llamamos “Espíritu Santo”, presencia cósmica e imperecedera de Dios, que mantiene en movimiento el “caos ordenado” del que participa el Universo.

Ese es mi Dios, su base. Lo de la doctrina lo dejaré para alguna otra ocasión.

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