La liberación de Ingrid Betancourt, a mi parecer, marca un hito definitivo y duradero en la historia de Colombia: Demuestra de forma más que palmaria que las FARC están en un estado de calamidad, prontas a caer de ese estado de salvaje invulnerabilidad en el que se encuentran desde hace tanto tiempo, sembrando el caos y el terror revolucionario en toda la hermana república de Colombia.
Ingrid Betancourt, ex senadora y dirigente del Partido Verde Oxígeno, así como ex candidata presidencial de Colombia, fue secuestrada el año 2002 en esta calidad, mientras hacía campaña junto con su compañera de lista Clara Rojas en las zonas selváticas del país, y desde entonces, su cautiverio conmovió al mundo, que abrió los ojos definitivamente a la maldad y el error de las FARC: el velo se descorrió en ese entonces, y la opinión pública se dio cuenta que las FARC no son y nunca fueron un grupo de lucha por el poder, sino, abiertamente, un grupo armado dedicado al terrorismo de izquierda, que se regocija en el sufrimiento de las masas y de los secuestros en orden a establecer una institucionalidad revolucionaria en vastas regiones de Colombia, tal como lo hizo en sus buenos tiempos.
Finalmente ayer, en una operación brillante del Ejército Colombiano, la Betancourt junto a otros rehenes, fueron liberados de su atroz cautiverio, extendido por 6 años, y del que supimos constantemente, tanto en el sufrimiento de Ingrid como en las arteras negociaciones de las FARC, siempre apoyadas en sus díscolas pretensiones por nuestro querido simio del Siglo XXI, Hugo Chávez Frías, dictador de Venezuela.
Mucho fue lo que vimos en esta ocasión: Llamados de ayuda de la misma Ingrid, peticiones de auxilio internacional por parte de sus hijos y del presidente Uribe, la mediación francesa, las bengalas falsas de Chávez y las paradas de carro del simio menor, Rafael Correa, presidente de Ecuador, y que terminaron desembocando en un conflicto fronterizo entre este país y Colombia. Asimismo, y en conexión con estos acontecimientos, poco a poco, gracias a la diligencia extremada de Álvaro Uribe, las FARC poco a poco se fueron desarmando de las más diversas maneras: primero mediante las operaciones armadas en territorio militarizado que permitieron variadas capturas, así como la muerte de alias “Raúl Reyes” y “Manuel Marulanda”, dos de los principales líderes de la guerrilla; luego, mediante el llamado a la desmilitarización, mediante la concesión de amnistías a los conversos; finalmente, mediante la aplicación de políticas de gobierno justas y cooperativas que, indirectamente, hicieron perder a la gente de los sectores selváticos el interés en ayudar a los revolucionarios.
Es conveniente analizar, dentro de esta operación, quienes son los ganadores y los perdedores:
1. El gran ganador: Álvaro Uribe cierra de forma impecable su lucha por erradicar el terrorismo en la nación, lo que lo perpetuará, sin duda, como el presidente que más hizo por luchar contra el flagelo revolucionario. Logró, sin derramar una gota de sangre, liberar a Betancourt, ícono del flagelo de las FARC, y capturar a dos de sus más importantes dirigentes, así como matar en operaciones relámpago de gran eficacia, a dos de los líderes más importantes de la organización, dejándola descabezada y sumida en la confusión interna, lo que llevó, en consecuencia, a la desmilitarización masiva que se ha verificado en estos días. En efecto, la liberación de Betancourt supone despojar a los terroristas de su ícono más potente de presión, razón por la cual, en este momento, sólo falta el tiro de gracia, por cuanto militar y políticamente las FARC y sus cúpulas han dejado de ser interlocutores válidos en el proceso colombiano.
2. La ganancia a largo plazo: Ingrid Betancourt, sin duda, ha ganado lo más importante, su libertad, pero no por ello vamos a considerar ese su único triunfo. Si hay alguien igualmente o más capacitado para proseguir la lucha post-FARC que Uribe, ese personaje es la Betancourt. Su experiencia como rehén, sumado a su pericia política, constituyen un capital inestimable en orden a restablecer, luego de 60 años, el orden institucional en una Colombia devastada por la omnipresente guerrilla, colaborando activamente con la desmilitarización y la integración de los sectores derrotados en esta pseudo-guerra civil en el proceso democrático colombiano. Me parece que, con esto, se convierte en la ideal sucesora del presidente Uribe en la imposición de un punto final en este capítulo negro de la historia del país cafetero.
3. La tan ansiada estabilidad: Sin duda, la gran ganadora es Sudamérica, y en especial los países con gobiernos progresistas, que han buscado de todas las formas desmarcarse de la Revolución. Michelle Bachelet, Cristina Fernández de Kirchner, Lula da Silva y Alan García, en sus respectivos países, tienen ahora las puertas abiertas para pregonar ante el mundo la seguridad de América Latina como base de inversiones, sobre la estructura de una nueva institucionalidad, sana, liberal y progresista.
4. El imperio: Bush se anota otro porotito en la lucha de Estados Unidos por la estabilidad en su patio trasero, terminando de raíz con el más fundamental e importante problema de gobernabilidad en la región. Bush apuesta a que el problema 2 –Chávez-, se resuelva por vías democráticas, en especial referencia al tedio que está demostrando el pueblo venezolano ante la situación omnipotente del caudillo. Los otros problemas –Bolivia y Ecuador- se irán resolviendo sobre la marcha, pero sin la necesidad de recurrir a la violencia y al apoyo militar, como tuvo que hacerlo en Colombia.
5. Las redes paternalistas: Francia se convierte, con estos acontecimientos, en una nación madrina del proceso de desmilitarización colombiano. Su inestimable ayuda, junto con el apoyo activo de la Unión Europea en el proceso, han terminado por fortalecer la institucionalidad europea que, no encontrando coherencia en sus propios procesos internos, ha buscado en el auxilio internacional formas de legitimar su existencia. Parece que Sudamérica se convierte en su nuevo foco de caridad.
6. El futuro de las FARC: El golpe asestado, de una simpleza impresionante, dio duro al corazón de los revolucionarios. Primero, perdieron a su principal carta de cambio para una negociación favorable con el gobierno colombiano, tirando por la borda seis años de esfuerzo en orden a conseguir un acuerdo que legitimara su terrorismo. En segundo lugar, y más importante, quedaron como unos reverendos idiotas, puesto que el golpe fue simple, pero duro y brutal. La confusión de los grupos revolucionarios quedó de manifiesto: nunca antes las FARC habían sido tan vulnerables y engañadas tan fácilmente. El golpe sólo demuestra que los terroristas están en una crisis política y militar profunda, ideal para dar, en los próximos meses, los tiros de gracia para rematar impecablemente la campaña del presidente Uribe por la desmilitarización.
7. Los payasos: Chávez y Correa quedaron en ridículo. Sus buenos oficios llenos de denodadas intenciones para la paz, pero que en el fondo esconden el germen socialista, no sirvieron de nada. Uribe se la pudo solito sin tener que arrodillarse ante los chacales soviéticos de la región. Así las cosas, ambos quedan en muy mala posición: Chávez cometió un error no forzado, perdiendo por secretaria la posibilidad de convertirse en el líder político de la región, siendo definitivamente derrotado por Lula en la carrera por la supremacía económica (batalla anteriormente ganada) y política. Por ello, no nos debería extrañar volver a ver a Lula en los próximos meses reposicionarse en su rol de garante de la paz en el Cono Sur; por su parte, Correa, que se las trató de dar de macho en los últimos meses al entorpecer la caza de las FARC por parte del Ejército Colombiano, queda como un monigote, puesto que hoy, en los días heroicos, negarse a darle apoyo a Colombia es una muestra de arrogancia insoslayable, que terminaría por botar todo su capital político en la región por la borda de su ya inestable buque.
8. La pérdida de piso político: Cuba, ya bastante deteriorada, pierde una fuente de apoyo innegable: El fin cercano de las FARC significa la destrucción de los Héroes de Sierra Maestra, lo que obligará a la isla, tal como lo ha ido haciendo paulatinamente Raúl Castro, a abrirse a los nuevos panoramas mundiales, so pena de morir de hambre. Cuba, último bastión que legitimaba la fuerza armada como vía de arribo al poder, se ve presionada por el resto de América para capitular, abandonando su lucha intestina por el comunismo en vías de la unidad, más aún cuando carece de compañeros de lucha serios en su ideal.
No quiero caer en pontificales ridículas sobre cuál es el futuro de Colombia, pero sospecho –ojalá que bien- que el fin de las luchas armadas en América Latina se acerca. Es hora de que nuestro continente, tan duramente golpeado durante dos siglos por el flagelo del comunismo, entre en las nuevas vías democráticas y se asiente como un lugar de seguridad y estabilidad institucional, digno de convivir y competir con las grandes potencias, en orden al bienestar de sus ciudadanos. Creo, sin duda, que ese es el deseo de Ingrid Betancourt.
Ingrid Betancourt, ex senadora y dirigente del Partido Verde Oxígeno, así como ex candidata presidencial de Colombia, fue secuestrada el año 2002 en esta calidad, mientras hacía campaña junto con su compañera de lista Clara Rojas en las zonas selváticas del país, y desde entonces, su cautiverio conmovió al mundo, que abrió los ojos definitivamente a la maldad y el error de las FARC: el velo se descorrió en ese entonces, y la opinión pública se dio cuenta que las FARC no son y nunca fueron un grupo de lucha por el poder, sino, abiertamente, un grupo armado dedicado al terrorismo de izquierda, que se regocija en el sufrimiento de las masas y de los secuestros en orden a establecer una institucionalidad revolucionaria en vastas regiones de Colombia, tal como lo hizo en sus buenos tiempos.
Finalmente ayer, en una operación brillante del Ejército Colombiano, la Betancourt junto a otros rehenes, fueron liberados de su atroz cautiverio, extendido por 6 años, y del que supimos constantemente, tanto en el sufrimiento de Ingrid como en las arteras negociaciones de las FARC, siempre apoyadas en sus díscolas pretensiones por nuestro querido simio del Siglo XXI, Hugo Chávez Frías, dictador de Venezuela.
Mucho fue lo que vimos en esta ocasión: Llamados de ayuda de la misma Ingrid, peticiones de auxilio internacional por parte de sus hijos y del presidente Uribe, la mediación francesa, las bengalas falsas de Chávez y las paradas de carro del simio menor, Rafael Correa, presidente de Ecuador, y que terminaron desembocando en un conflicto fronterizo entre este país y Colombia. Asimismo, y en conexión con estos acontecimientos, poco a poco, gracias a la diligencia extremada de Álvaro Uribe, las FARC poco a poco se fueron desarmando de las más diversas maneras: primero mediante las operaciones armadas en territorio militarizado que permitieron variadas capturas, así como la muerte de alias “Raúl Reyes” y “Manuel Marulanda”, dos de los principales líderes de la guerrilla; luego, mediante el llamado a la desmilitarización, mediante la concesión de amnistías a los conversos; finalmente, mediante la aplicación de políticas de gobierno justas y cooperativas que, indirectamente, hicieron perder a la gente de los sectores selváticos el interés en ayudar a los revolucionarios.
Es conveniente analizar, dentro de esta operación, quienes son los ganadores y los perdedores:
1. El gran ganador: Álvaro Uribe cierra de forma impecable su lucha por erradicar el terrorismo en la nación, lo que lo perpetuará, sin duda, como el presidente que más hizo por luchar contra el flagelo revolucionario. Logró, sin derramar una gota de sangre, liberar a Betancourt, ícono del flagelo de las FARC, y capturar a dos de sus más importantes dirigentes, así como matar en operaciones relámpago de gran eficacia, a dos de los líderes más importantes de la organización, dejándola descabezada y sumida en la confusión interna, lo que llevó, en consecuencia, a la desmilitarización masiva que se ha verificado en estos días. En efecto, la liberación de Betancourt supone despojar a los terroristas de su ícono más potente de presión, razón por la cual, en este momento, sólo falta el tiro de gracia, por cuanto militar y políticamente las FARC y sus cúpulas han dejado de ser interlocutores válidos en el proceso colombiano.
2. La ganancia a largo plazo: Ingrid Betancourt, sin duda, ha ganado lo más importante, su libertad, pero no por ello vamos a considerar ese su único triunfo. Si hay alguien igualmente o más capacitado para proseguir la lucha post-FARC que Uribe, ese personaje es la Betancourt. Su experiencia como rehén, sumado a su pericia política, constituyen un capital inestimable en orden a restablecer, luego de 60 años, el orden institucional en una Colombia devastada por la omnipresente guerrilla, colaborando activamente con la desmilitarización y la integración de los sectores derrotados en esta pseudo-guerra civil en el proceso democrático colombiano. Me parece que, con esto, se convierte en la ideal sucesora del presidente Uribe en la imposición de un punto final en este capítulo negro de la historia del país cafetero.
3. La tan ansiada estabilidad: Sin duda, la gran ganadora es Sudamérica, y en especial los países con gobiernos progresistas, que han buscado de todas las formas desmarcarse de la Revolución. Michelle Bachelet, Cristina Fernández de Kirchner, Lula da Silva y Alan García, en sus respectivos países, tienen ahora las puertas abiertas para pregonar ante el mundo la seguridad de América Latina como base de inversiones, sobre la estructura de una nueva institucionalidad, sana, liberal y progresista.
4. El imperio: Bush se anota otro porotito en la lucha de Estados Unidos por la estabilidad en su patio trasero, terminando de raíz con el más fundamental e importante problema de gobernabilidad en la región. Bush apuesta a que el problema 2 –Chávez-, se resuelva por vías democráticas, en especial referencia al tedio que está demostrando el pueblo venezolano ante la situación omnipotente del caudillo. Los otros problemas –Bolivia y Ecuador- se irán resolviendo sobre la marcha, pero sin la necesidad de recurrir a la violencia y al apoyo militar, como tuvo que hacerlo en Colombia.
5. Las redes paternalistas: Francia se convierte, con estos acontecimientos, en una nación madrina del proceso de desmilitarización colombiano. Su inestimable ayuda, junto con el apoyo activo de la Unión Europea en el proceso, han terminado por fortalecer la institucionalidad europea que, no encontrando coherencia en sus propios procesos internos, ha buscado en el auxilio internacional formas de legitimar su existencia. Parece que Sudamérica se convierte en su nuevo foco de caridad.
6. El futuro de las FARC: El golpe asestado, de una simpleza impresionante, dio duro al corazón de los revolucionarios. Primero, perdieron a su principal carta de cambio para una negociación favorable con el gobierno colombiano, tirando por la borda seis años de esfuerzo en orden a conseguir un acuerdo que legitimara su terrorismo. En segundo lugar, y más importante, quedaron como unos reverendos idiotas, puesto que el golpe fue simple, pero duro y brutal. La confusión de los grupos revolucionarios quedó de manifiesto: nunca antes las FARC habían sido tan vulnerables y engañadas tan fácilmente. El golpe sólo demuestra que los terroristas están en una crisis política y militar profunda, ideal para dar, en los próximos meses, los tiros de gracia para rematar impecablemente la campaña del presidente Uribe por la desmilitarización.
7. Los payasos: Chávez y Correa quedaron en ridículo. Sus buenos oficios llenos de denodadas intenciones para la paz, pero que en el fondo esconden el germen socialista, no sirvieron de nada. Uribe se la pudo solito sin tener que arrodillarse ante los chacales soviéticos de la región. Así las cosas, ambos quedan en muy mala posición: Chávez cometió un error no forzado, perdiendo por secretaria la posibilidad de convertirse en el líder político de la región, siendo definitivamente derrotado por Lula en la carrera por la supremacía económica (batalla anteriormente ganada) y política. Por ello, no nos debería extrañar volver a ver a Lula en los próximos meses reposicionarse en su rol de garante de la paz en el Cono Sur; por su parte, Correa, que se las trató de dar de macho en los últimos meses al entorpecer la caza de las FARC por parte del Ejército Colombiano, queda como un monigote, puesto que hoy, en los días heroicos, negarse a darle apoyo a Colombia es una muestra de arrogancia insoslayable, que terminaría por botar todo su capital político en la región por la borda de su ya inestable buque.
8. La pérdida de piso político: Cuba, ya bastante deteriorada, pierde una fuente de apoyo innegable: El fin cercano de las FARC significa la destrucción de los Héroes de Sierra Maestra, lo que obligará a la isla, tal como lo ha ido haciendo paulatinamente Raúl Castro, a abrirse a los nuevos panoramas mundiales, so pena de morir de hambre. Cuba, último bastión que legitimaba la fuerza armada como vía de arribo al poder, se ve presionada por el resto de América para capitular, abandonando su lucha intestina por el comunismo en vías de la unidad, más aún cuando carece de compañeros de lucha serios en su ideal.
No quiero caer en pontificales ridículas sobre cuál es el futuro de Colombia, pero sospecho –ojalá que bien- que el fin de las luchas armadas en América Latina se acerca. Es hora de que nuestro continente, tan duramente golpeado durante dos siglos por el flagelo del comunismo, entre en las nuevas vías democráticas y se asiente como un lugar de seguridad y estabilidad institucional, digno de convivir y competir con las grandes potencias, en orden al bienestar de sus ciudadanos. Creo, sin duda, que ese es el deseo de Ingrid Betancourt.
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