miércoles, 14 de octubre de 2009

Las expectativas sociales

Muchos de mis amigos me han preguntado en el último tiempo qué hago soltero: “Pancho y la minita cuándo”, “¿Cuándo te vas a emparejar?”, “¿Cuándo vamos a conocer a la afortunada (aonyi)?”, y otras frases del género.

En realidad, para ser sincero, no estoy, en este momento, entusiasmado con la idea. A decir verdad, la idea no me agrada para nada, por una simple razón: Tengo un extraño complejo que me hace despreciar las expectativas sociales que los demás tienen sobre mí.

Durante muchos años, cumplí a cabalidad todas las expectativas que se ponían sobre mi persona: El chiquillo ordenado, medio mateo, de notas relativamente buenas, católico, salido de Cuarto Medio de un colegio tradicional, estudiando una carrera tradicional, Derecho, y así suma y sigue. Faltaba para cumplir el salir inmaculado y rápidamente de la carrera, ejercer de forma exitosa en algún escritorio fomeque de la capital, casarme con alguna chiquilla ad-hoc en la flor de la edad y empezar a tener chiquillos.

Sin embargo, en algún momento algo hizo clic en mi cabeza desordenada. Creo que caí en la cuenta de que el mundo no es cumplir las metas que los demás te ponen, sino cumplir las expectativas que tú mismo te fijas. Y, lamentablemente, en muchas ocasiones dichas aspiraciones no se condicen, ni siquiera en lo más mínimo, con lo que los demás quieren de nosotros.

Creo que corresponde a cada uno de nosotros perseguir nuestros sueños, aunque sea mediante el voto de rechazo de los que nos rodean: Hay que dejar salir las aspiraciones más profundas que duermen dentro de nuestro inconsciente, y dejarlas salir sin tapujos, con fuerza, queriendo con todo el corazón que nuestros sueños se cumplan, y sin dejar que el resto del mundo, muchas veces enfrascado en un afán imbécil por meterse en la vida de los demás, ponga freno a nuestras aspiraciones o nos dé cátedra de cómo se es feliz.

No obstante lo anterior, veo mucha gente a mi alrededor que toma por camino el renunciar a los sueños propios para llenar las expectativas de los demás, especialmente de los padres y las parejas, que muchas veces no comprenden el afán de sus hijos y sus consortes por lograr cosas que, para ellos, no tienen importancia. La mente de cada persona es un mundo, y está llena de aspiraciones que, objetivamente válidas o no, luchan por salir, forman una parte indisoluble de ese objetivo que todos buscamos en la vida, que es la felicidad. A esa gente, muchos de ellos amigos míos, les digo de forma categórica: Busquen sus sueños y sus deseos, de acuerdo a lo que su mente les dicta, sin dejarse engatusar por la influencia, muchas veces interesada o malintencionada, del mundo que los rodea, sin dejarse dominar por ese errado concepto que el mundo tiene de la felicidad.

Con todo lo que digo no quiero sonar individualista ni amoral: Nuestros deseos no deben perjudicar ni poner freno a los deseos de los que nos rodean, puesto que la vida humana, de un contenido eminentemente social, debe ser vivida, gozada y disfrutada con respeto a nuestros semejantes, que también quieren vivirla de forma decente y deben respetar, recíprocamente, nuestras aspiraciones. Ello también se extiende a la moralidad de nuestros deseos, en un sentido libertario; los deseos inmorales son, precisamente, aquellos que afectan o coartan a nuestro prójimo, o a la sociedad en su conjunto. El responder a dichos deseos no es sino hacer caso a una ilusión de libertad, por cuanto ésta solamente existe cuando se ejerce, en su amplio margen, en armonía con el mundo que nos rodea.

Vivimos, sin duda, en la mejor época de la historia, aquella donde el hombre tiene la mayor libertad para desarrollar, en las más amplias formas sus sueños y aspiraciones: Nadie puede reprochar los legítimos deseos, vivimos en un mundo con libertad de expresión, podemos ser casados, solteros, divorciados, pero seguimos siendo personas; podemos ser abogados, ingenieros, arquitectos o psicólogos, y seguimos teniendo un mundo de posibilidades a nuestros pies, podemos ser gordos o flacos, altos o bajos, negros o blancos, homosexuales o heterosexuales, y nada nos impide vivir la vida de la forma que mejor queramos, siempre y cuando mantengamos la armonía del mundo en que habitamos.

Muchas personas, entre las que me incluyo, nos vemos agobiados por lo que el mundo espera de nosotros, y a veces podemos sentir que estamos mal enfocados o equivocados en nuestros pensamientos: Sin embargo, me atrevo a decir, en este caso, que el mundo, que muchas veces se empecina en imponer una visión única y generalmente fundamentalista de las cosas, se equivoca en la gran parte de los casos. Es la juventud la época propicia para perseguir nuestros ideales y nuestros sueños, incluso hasta el fin del mundo, cimentar nuestra felicidad futura, la que no se basa solamente en tener un trabajo estable y bien remunerado, mujer e hijos lindos y una casa grande y bonita: Conozco mucha gente que vive en ese mundo idílico, y no es feliz. Ese es el concepto de felicidad creado por unos pocos para ser inconscientemente aplicado a todas las personas, el afán por el dinero y la buena vida, para muchos, es el camino a una existencia vacía y miserable, grupo entre los que, nuevamente me incluyo.

No nos dejemos apabullar por ese concepto facilista y preciosista que el mundo intenta imponernos: La verdadera felicidad la hacemos nosotros: No la hacen los demás, no la hace el dinero, no la hace el mundo, sino que está dentro de cada uno el descubrir qué es lo que nos llena y nos anima a seguir adelante.

1 comentario:

Pepe Grillo dijo...

Estimado, había leído este post en facebook. Las expectativas sociales son "todo un tema" como diría Gamonal.

Entiendo, o creo entender tu perspectiva. Hay genios como Cortázar (Julio, no René), que eran personas solitarias. Muchos artistas lo son. Pero no sé si el artículo debiese encausarse por el tema de las expectativas, sino más bien, por el tema de la soledad y la compañia. Yo a veces, sólo me siento bien, pero a veces no. Son formas de ver la vida. Y deberían ser respetables, el problema es que muchas personas no comprenden ello y tratan de imponer lo socialmente "normal" y ahí queda la cagada.

Personalmente, respeto tu decisión y no la considero anormal. Hay que disfrutar los momentos en la vida, y el tener una pareja no es requisito sine qua non de la felicidad. Es cosa de ver la tasa de suicidios de personas comprometidas, o todo el problema que involucra las relaciones (ambos pasamos "familia" en la U).

Finalmente, te dejo una frase que puede dar pa pensar. No sé, si viste "Into the Wild", la tremenda película que se mandó Sean Penn y con música de Eddie Vedder. SI NO LA VISTE OMITE LO QUE DIRÉ A CONTINUACIÓN....

(el compadre, cuando llegá al final de su travesía, y vive en la soledad, escribe finalmente moribundo: la felicidad es compartida)

En fin, saludos pancho.