miércoles, 23 de febrero de 2011

La escritura

Después de mucho tiempo sin escribir, he pensado que sería bueno poder reanudar esta actividad. Debo reconocer que, en el último año, me he dejado cegar bastante por la tele, el trabajo, la rapidez de la vida, los problemas, dejando de lado la opinión y la crítica, que siempre las he tenido a flor de piel.

A veces es bueno sacar el crítico que uno lleva adentro, poder analizar a fondo la realidad, las experiencias que se viven, y plasmarlas en una forma más duradera que el mero pensamiento o la palabra, dado que a ambos se los lleva el viento.

Además, en este año que ha pasado, en que por mi actividad he aprendido a trabajar con gente de diversas opiniones, he aprendido que la tolerancia, la libertad y el debate de ideas son valores que cada día adquieren más vigencia, y que se hacen cada vez más necesarios para una sociedad pluralista, para el desarrollo intelectual, moral y económico de los seres humanos, por cuanto permite que las personas saquen lo mejor de sí, se muestren sin dobleces, con personalidad, con claridad y no como amebas manipuladas por instituciones represoras.

El ejercicio de este derecho a la libertad de expresión es el que mueve a las sociedades hacia la consecución de la felicidad: Más en boga está hoy el tema, cuando vemos el cambio que está sufriendo el mundo islámico en sus valores, y que han desembocado en el derrocamiento de varios gobiernos y en la futura caída de varios otros, fenómeno al que han contribuido fundamentalmente las redes sociales por internet, que constituyen, hoy por hoy, el máximo bastión de expresión de las personas, que les ha permitido, desde expresar opiniones personales sobre los temas más baladíes, hasta propender al derrocamiento de gobiernos totalitarios.

Por eso, cuando estamos en un momento de la historia único, en que la democracia y sus ideales se han expandido hasta el más remoto rincón de la tierra, es cuando los idealistas no debemos cejar: Más aún, debemos ir más allá, y luchar por que la democracia no sea sólo un ideal conocido por las personas, sino que los derechos fundamentales e inherentes a la persona humana sean una experiencia, una vivencia que puedan experimentar todos los pueblos y todas las personas, que los seres humanos realmente nos creamos el cuento que se inició en 1789 en la Francia revolucionaria, cual es, que todos los seres humanos tenemos derechos y garantías que nos son propias por el solo hecho de ser tales, y que tenemos, además, la fundamental prerrogativa de ejercerlos frente y contra todos.

De entre estos derechos, el fundamental, a mi juicio es el derecho a la libertad de expresión, toda vez que la comunicación es el fenómeno que nos permite el ejercicio del resto de los demás derechos, que nos permite defender no sólo éstos, sino nuestras ideas y debatirlas con nuestros pares, de modo de desarrollarlas, darles evolución, complementarlas, y llevarlas a la práctica.

La expresión, en definitiva, especialmente cuando es escrita, permite un testimonio duradero del pensamiento, una especie de lacre respecto de las sensaciones de cada momento, y que es necesaria para dar vigencia a las ideas y fomentar el espíritu crítico en quienes las leen: el escritor no puede conformarse con reproducir una mera historia, sino que debe suscitar en su interlocutor el pensamiento, la crítica y la meditación sobre cada uno de los temas que expone.

No hay comentarios.: