lunes, 7 de julio de 2008

In God we trust


Hace 232 años, las 13 colonias Británicas de la Costa Atlántica de Norteamérica, ante la indolencia de la Corona por su suerte, decidieron independizarse, mediante la famosa Declaración de Independencia, firmada un día 4 de mayo de 1776, en la Ciudad de Philadelphia. Dicho acto fue el inicio de la descolonización en América, que se prolongó durante más de 200 años, finalizando en 1982, cuando Belice se independiza de la Corona Británica.

El 4 de julio representa, no sólo para los norteamericanos, sino que para todos los habitantes de América, el triunfo de un sistema de ideales republicano, la derrota del yugo colonial de las potencias europeas de la época, la prevalencia de la libertad por sobre el esclavismo.

El ideal representado en la Independencia de los Estados Unidos se ha manifestado a lo largo de toda su historia, y ha dado sentido a un sistema de valores único en el mundo, que ha hecho de esta nación la más poderosa, sin contrapeso alguno, en la historia mundial.

Es importante preguntarse, ¿qué es lo que hace que los Estados Unidos de América sea lo que hoy es? Para ello hay que ir apuntar hacia diversos factores.

En primer lugar, su gente. Estados Unidos fue colonizado por Gran Bretaña, país de reconocido tradicionalismo dentro del continente europeo en la época. La tradición en Inglaterra es fundamental, las instituciones tienen un significado más trascendente que el simple funcionamiento en función de los intereses nacionales: ellas representan una continuidad, una estabilidad, un símbolo de unidad. Basta ver el ejemplo de la monarquía, que no tiene ninguna utilidad práctica, pero que en el fondo representa un espíritu de unidad, la necesidad de unir a todos los habitantes del Reino alrededor de un símbolo común, representado por el monarca. Ello se produce, a mi parecer, por la necesidad de conservación de una identidad cultural propia y diferente a la de todos los países europeos. Cuando Gran Bretaña se encuentra en la encrucijada de someter su actuar a la Iglesia Católica, so pena de perder su individualidad, u optar por la libertad, bajo el riesgo de perder el beneplácito europeo, opta por lo segundo, escindiéndose de la Iglesia, y entregando a Enrique VIII y sus sucesores el poder absoluto en los asuntos tanto temporales como espirituales, en una clara mofa a la Iglesia Católica Romana.

Esta misma individualidad es la que llega a América, con el matiz de que los colonizadores del Mayflower y posteriores eran puritanos, vale decir, protestantes de la rama calvinista, que eran bastante vilipendiados en Inglaterra por sus doctrinas y su excesivo conservadurismo en las costumbres. No obstante ello, estos puritanos lograron armar una colonia pujante y persistente desde las cenizas, logrando un desarrollo impresionante que ya se hubieran querido las Islas Británicas, principalmente basado en el trabajo duro y la educación.

En segundo lugar, hay un espíritu subyacente en la forma de afrontar los problemas, de forma directa, reconociendo los errores, sin tapujos, de forma honesta y eficiente. La eficiencia, al honestidad y el espíritu de superación son factores comunes en el espíritu de los Estados Unidos.

Cuando los indios comenzaron a molestar a los colonos, buscaron la negociación: no la lograron y por ende, los eliminaron. Y a los que quedaron los educaron y les regalaron las concesiones de los casinos, que se dediquen a hacer dinero y dejen en paz al país. Suena feo e inhumano, pero me parece una forma notable de abordar las cosas, reconociendo los problemas, buscando soluciones, y tratándolos de frente. Basta ver el ejemplo chileno, en donde todavía no podemos domesticar a los mapuches, porque nos la hemos pasado de reunión en reunión, de parlamento en parlamento, tratándolos como “padres de la patria”, cuando lo único que han hecho es quemar tierras, perjudicar la agricultura y chupar más que orilla de playa, comportándose como escorias para el desarrollo social de la nación. Su herencia de flojera intrínseca nunca fue contrarrestada como en Estados Unidos: En Chile el indio viene desde su ruca con la idea de que su inutilidad debe ser subsidiada y hasta celebrada por el Estado. Aquí dejamos que los indios fueran conquistados por el comunismo. En Estados Unidos, Marx todavía no nacía y ya estaban fuera de juego.

De la misma forma se afrontan hoy los problemas. A inicios de la Segunda Guerra se hicieron los santitos, mirando con preocupación pero sin intervenir en un conflicto que era europeo. Hasta que los japoneses les mojaron la mecha con parafina y ahí quedó la cagada. Los americanos hicieron pebre a los nazis junto con Inglaterra y a los japoneses les dejaron un hermoso recuerdo radiactivo que difícilmente podrán superar en unos cuantos miles de años. Eso es ser radical. Eso es eficiencia: Cuando en Estados Unidos se ve un taco, los gringos ya están construyendo una carretera por encima de la fila de autos para solucionar el problema. Las cosas son simples, los problemas se los pasan por la raja: nada que subsidios para la dueña de casa, jubilaciones anticipadas, que súbeme el impuesto, que guárdate el cobre ni nada: las cosas se hacen; y si salen plata, se gasta; y si no hay, no importa, se imprimen más billetes y se acabó el hueveo. Y el que ponga problemas se le invita a salir del juego: si no lo hace, se le invita un romance con una puta, una malversación de fondos o lisa y llanamente lo mandamos a Guantánamo por algún crimen secreto que no se puede divulgar.

Está bien, los gringos se pasan por la raja los derechos humanos y toda esa vaina: Pero esa huevada déjensela a los Caucotos y a los Morgados, los derechos humanos están precisamente para pasárselos por la raja cuando hay problemas que necesitan mayor atención, y los gringos hacen precisamente eso: son malos los huevones, pero están orgullosos de eso.

En tercer lugar, se dejaron imbuir por los ideales republicanos clásicos, que después fueron adoptados por Francia y luego expandidos a Europa y el mundo: Portales no inventó nada nuevo, la organicidad de las instituciones es una cuestión que nace solamente de los gringos: lo que vale no son las personas en los cargos, sino la institución en sí, y ante el error de las personas, la institución prevalece, y la persona simplemente se saca y se cambia por otra más competente. El espíritu cívico de los norteamericanos se basa principalmente en la prevalencia de las instituciones y la limpieza de los procesos de gobierno. En Estados Unidos nunca ha habido dictadura, y si llega a haber, el gallo sale con viento de cola al minuto. Pocos son los países que pueden decir eso.

En Estados Unidos, las dos “mainstreams” de la política son lo mismo. Demócratas y Republicanos se diferencian en cosas pequeñas y sin incidencia en la marcha de la nación. Aquí en Chile, que gobierne la derecha o la izquierda es un mar de diferencia, cambia la visión y la noción de país, cuando hay alternancia se desarma todo y se vuelve a rearmar, no hay continuidad ni seriedad. La firmeza de las instituciones es un aspecto principal en la gobernabilidad de los Estados Unidos, que la hace sólida y prácticamente indestructible.

Así las cosas, Estados Unidos, con su tremendo poder económico, expresado en una cantidad inimaginable de recursos naturales y una maquinaria fiscal prácticamente infalible, no se convirtió en una prolongación de Europa, como los países de Sudamérica (que además somos malas imitaciones), sino que forjó una identidad propia, totalmente diferenciada, que en ningún caso y bajo ningún parangón puede ponerse a la misma altura que la europea: Si el europeo es sobrio y austero, el gringo es grandilocuente, le gusta que las cosas se hagan con banda y a todo trapo; si el europeo es económicamente fatalista, el gringo no se hace problema, lo único que le importa es que no se note pobreza; si el europeo es socialmente frío y poco empático, el gringo llega a ser molesto de lo meloso y sapo, necesita atención constante; si el europeo es de mesa sobria, el gringo no, come como si le hubieran soltado la correa, y se zampa unos desayunos que alcanzan como para 10 europeos cada uno; si el europeo tiene terror al extranjero y a la invasión de su cultura, al gringo le encanta que el latino y todo el resto del mundo vaya a su país a ver como se vive como los dioses; si Europa le tiene terror a la guerra y a las armas, los gringos disparan y después preguntan. No hay punto de comparación.

¿Y por qué Estados Unidos es el país más poderoso del mundo hoy? En ningún caso es por alguna superioridad gringa en el plano fiscal o cultural, sino más bien tiene que ver con factores coyunturales que han jugado a su favor en los últimos 100 años:

1. Recursos naturales: Estados Unidos es una mina infinita de recursos naturales de las más diversas clases. Por ende, en caso de haber escasez mundial, Estados Unidos tiene como satisfacer sus propias necesidades. Cuando hay bonanza, importa, y así se evita gastar sus recursos internos, que le serán útiles en la próxima crisis que se presente. Petróleo, maíz, algodón, cobre, plata, oro, agua dulce, trigo, caña y vegetales sobran en Estados Unidos, activo que se hace sumamente importante en el futuro, cuando la ya declarada crisis alimentaria planetaria se agudice, y mientras nosotros nos morimos de hambre, los gringos todavía tengan sus mesas llenas. Así las cosas, Estados Unidos tiene un gran método de presión, puesto que al controlar varios de los mercados alimentarios y productivos, sea por recursos o por manufactura, se puede dar el lujo de imponer sus directrices económicas a quien le dé la gana, vender y comprar al precio que quiera.

2. El poder de las armas: Cuando Europa estaba rendida ante el poder nazi, no había nada más que se pudiera hacer contra la maquinaria hitleriana, que ya controlaba el 60% del continente, los ingleses, únicos vivos, a regañadientes se fueron a postrar ante Estados Unidos para pedir su ayuda para el esfuerzo de guerra. Y Estados Unidos, con su cantidad impresionante de recursos y sus tácticas militares brillantes, se comió de una sentada a Japón y a Alemania, jugando a dos bandas, en dos escenarios de guerra totalmente distintos, ambos en los que salió victorioso. Así, el memorable año 1945, en abril muere Hitler y Himmler capitula ante los americanos, con una Alemania hecha añicos; y en agosto Hirohito capitula ante MacArthur, con un país muerto de miedo ante los estadounidenses. Luego de esto, Estados Unidos se suma a la reconstrucción europea, y al trabajo de tomar las medidas pertinentes para que conflictos de esta escala nunca más vuelvan a azotar al mundo. Pero nadie trabaja gratis, y Estados Unidos cobró el honorario por su impecable trabajo: La mitad de Alemania para su administración, la reformulación total de Japón en manos de Douglas MacArthur, la presidencia de la OTAN y la omnipresencia de la ONU. Es decir, el precio fue erigirse como el gendarme de Europa, el vigilante de la paz mundial, la nación que se encuentra más allá del bien y el mal, cuyas decisiones golpean al mundo y lo hacen postrar. Si bien este poder existe y es utilizable, Estados Unidos es un país amigable, que busca los consensos y las decisiones pensadas, y son pocas las ocasiones en que usa este poder. En virtud de la existencia del terrorismo, hemos visto una de las contadas oportunidades en que EE.UU. ha usado su fuerza unilateral para imponer la paz y sus intereses, y de forma bastante brutal: porque si Estados Unidos quisiera someternos a todos a su gobierno, basta un flato y listo.

3. La caída del comunismo: Si hubo alguien que le hizo el peso a Estados Unidos, fue la Unión Soviética. No fueron pocas las oportunidades en que vivimos un defcon-1 y nos escondimos debajo de la mesa. Incluso Estados Unidos, en no pocas oportunidades, se amilanó ante el poderío soviético (basta destacar el episodio de Bahía Cochinos, en que a Kennedy se le encogieron las bolas de susto). Sin embargo, todo cae por su propio peso, y el desastre del comunismo mundial (que trataré algún día en otro artículo) dejó a la Rusia ex-Unión Soviética desarmada, desde punto cero y sin ningún poder, salvo su humildad para pedir su admisión en la Unión Europea. Visto esto, el conflicto entre las dos potencias que rivalizaban por el dominio político y militar en la segunda mitad del siglo XX, durante la llamada “Guerra Fría”, que luchaban por doctrinas e ideales distintas, y mantenían el equilibrio nuclear en el mundo, se acabó con la caída de la U.R.S.S. y del Muro de Berlín, episodios que se produjeron no precisamente por la superioridad de Estados Unidos, sino por el anquilosamiento insuperable en que cayó el comunismo autogestionario de la Unión Soviética, y que Gorbachov no fue capaz de salvar. Así, los gringos quedaron solos en el ring (al rival le dio un paro cardíaco en la lona) y simplemente ganaron por ausencia de rival: como no hay nadie que nos imponga políticas contrarias, Estados Unidos rules por el simple hecho de ser el único país con los cojones para hacer lo que se le viene en gana.

Así, el Imperio Americano es el mayor país del mundo, nos manda a todos e impone su voluntad de la forma que quiere: Venezuela se ha rebelado y basta ver las penas del infierno que han caído sobre el mono Chávez. En Chile, si la Bachelet llega a recibir al Dalai Lama o dice Taiwán, chao cobre, chao TLC, chao inversión china, y nos vamos a la real chucha. Mientras tanto Bush se puede sentar en la mesa con el Dalai Lama y el presidente de Taiwán a comer wantanes mostrándoles mapas del Tíbet y Taiwán libres mientras juegan al “póngale la cola al Mao” y escupen sobre hoces y martillos, mientras miles de americanos ondean banderas del Tíbet y Taiwán libres mientras queman el manifiesto comunista de Marx y la bandera china, y nadie le va a decir nada. El primer ministro chino lo único que puede hacer es ponerse a llorar. China será muy grande, pero no puede hacerle la contra a Estados Unidos, porque Bush dice “ataca Spike”, y tiene 50 ejércitos completos comiendo chinos y violando chinas. Así es la vida, así son los negocios, God Bless America.

jueves, 3 de julio de 2008

Ingrid Betancourt y la caída de las FARC


La liberación de Ingrid Betancourt, a mi parecer, marca un hito definitivo y duradero en la historia de Colombia: Demuestra de forma más que palmaria que las FARC están en un estado de calamidad, prontas a caer de ese estado de salvaje invulnerabilidad en el que se encuentran desde hace tanto tiempo, sembrando el caos y el terror revolucionario en toda la hermana república de Colombia.

Ingrid Betancourt, ex senadora y dirigente del Partido Verde Oxígeno, así como ex candidata presidencial de Colombia, fue secuestrada el año 2002 en esta calidad, mientras hacía campaña junto con su compañera de lista Clara Rojas en las zonas selváticas del país, y desde entonces, su cautiverio conmovió al mundo, que abrió los ojos definitivamente a la maldad y el error de las FARC: el velo se descorrió en ese entonces, y la opinión pública se dio cuenta que las FARC no son y nunca fueron un grupo de lucha por el poder, sino, abiertamente, un grupo armado dedicado al terrorismo de izquierda, que se regocija en el sufrimiento de las masas y de los secuestros en orden a establecer una institucionalidad revolucionaria en vastas regiones de Colombia, tal como lo hizo en sus buenos tiempos.

Finalmente ayer, en una operación brillante del Ejército Colombiano, la Betancourt junto a otros rehenes, fueron liberados de su atroz cautiverio, extendido por 6 años, y del que supimos constantemente, tanto en el sufrimiento de Ingrid como en las arteras negociaciones de las FARC, siempre apoyadas en sus díscolas pretensiones por nuestro querido simio del Siglo XXI, Hugo Chávez Frías, dictador de Venezuela.

Mucho fue lo que vimos en esta ocasión: Llamados de ayuda de la misma Ingrid, peticiones de auxilio internacional por parte de sus hijos y del presidente Uribe, la mediación francesa, las bengalas falsas de Chávez y las paradas de carro del simio menor, Rafael Correa, presidente de Ecuador, y que terminaron desembocando en un conflicto fronterizo entre este país y Colombia. Asimismo, y en conexión con estos acontecimientos, poco a poco, gracias a la diligencia extremada de Álvaro Uribe, las FARC poco a poco se fueron desarmando de las más diversas maneras: primero mediante las operaciones armadas en territorio militarizado que permitieron variadas capturas, así como la muerte de alias “Raúl Reyes” y “Manuel Marulanda”, dos de los principales líderes de la guerrilla; luego, mediante el llamado a la desmilitarización, mediante la concesión de amnistías a los conversos; finalmente, mediante la aplicación de políticas de gobierno justas y cooperativas que, indirectamente, hicieron perder a la gente de los sectores selváticos el interés en ayudar a los revolucionarios.

Es conveniente analizar, dentro de esta operación, quienes son los ganadores y los perdedores:

1. El gran ganador: Álvaro Uribe cierra de forma impecable su lucha por erradicar el terrorismo en la nación, lo que lo perpetuará, sin duda, como el presidente que más hizo por luchar contra el flagelo revolucionario. Logró, sin derramar una gota de sangre, liberar a Betancourt, ícono del flagelo de las FARC, y capturar a dos de sus más importantes dirigentes, así como matar en operaciones relámpago de gran eficacia, a dos de los líderes más importantes de la organización, dejándola descabezada y sumida en la confusión interna, lo que llevó, en consecuencia, a la desmilitarización masiva que se ha verificado en estos días. En efecto, la liberación de Betancourt supone despojar a los terroristas de su ícono más potente de presión, razón por la cual, en este momento, sólo falta el tiro de gracia, por cuanto militar y políticamente las FARC y sus cúpulas han dejado de ser interlocutores válidos en el proceso colombiano.

2. La ganancia a largo plazo: Ingrid Betancourt, sin duda, ha ganado lo más importante, su libertad, pero no por ello vamos a considerar ese su único triunfo. Si hay alguien igualmente o más capacitado para proseguir la lucha post-FARC que Uribe, ese personaje es la Betancourt. Su experiencia como rehén, sumado a su pericia política, constituyen un capital inestimable en orden a restablecer, luego de 60 años, el orden institucional en una Colombia devastada por la omnipresente guerrilla, colaborando activamente con la desmilitarización y la integración de los sectores derrotados en esta pseudo-guerra civil en el proceso democrático colombiano. Me parece que, con esto, se convierte en la ideal sucesora del presidente Uribe en la imposición de un punto final en este capítulo negro de la historia del país cafetero.

3. La tan ansiada estabilidad: Sin duda, la gran ganadora es Sudamérica, y en especial los países con gobiernos progresistas, que han buscado de todas las formas desmarcarse de la Revolución. Michelle Bachelet, Cristina Fernández de Kirchner, Lula da Silva y Alan García, en sus respectivos países, tienen ahora las puertas abiertas para pregonar ante el mundo la seguridad de América Latina como base de inversiones, sobre la estructura de una nueva institucionalidad, sana, liberal y progresista.

4. El imperio: Bush se anota otro porotito en la lucha de Estados Unidos por la estabilidad en su patio trasero, terminando de raíz con el más fundamental e importante problema de gobernabilidad en la región. Bush apuesta a que el problema 2 –Chávez-, se resuelva por vías democráticas, en especial referencia al tedio que está demostrando el pueblo venezolano ante la situación omnipotente del caudillo. Los otros problemas –Bolivia y Ecuador- se irán resolviendo sobre la marcha, pero sin la necesidad de recurrir a la violencia y al apoyo militar, como tuvo que hacerlo en Colombia.

5. Las redes paternalistas: Francia se convierte, con estos acontecimientos, en una nación madrina del proceso de desmilitarización colombiano. Su inestimable ayuda, junto con el apoyo activo de la Unión Europea en el proceso, han terminado por fortalecer la institucionalidad europea que, no encontrando coherencia en sus propios procesos internos, ha buscado en el auxilio internacional formas de legitimar su existencia. Parece que Sudamérica se convierte en su nuevo foco de caridad.

6. El futuro de las FARC: El golpe asestado, de una simpleza impresionante, dio duro al corazón de los revolucionarios. Primero, perdieron a su principal carta de cambio para una negociación favorable con el gobierno colombiano, tirando por la borda seis años de esfuerzo en orden a conseguir un acuerdo que legitimara su terrorismo. En segundo lugar, y más importante, quedaron como unos reverendos idiotas, puesto que el golpe fue simple, pero duro y brutal. La confusión de los grupos revolucionarios quedó de manifiesto: nunca antes las FARC habían sido tan vulnerables y engañadas tan fácilmente. El golpe sólo demuestra que los terroristas están en una crisis política y militar profunda, ideal para dar, en los próximos meses, los tiros de gracia para rematar impecablemente la campaña del presidente Uribe por la desmilitarización.

7. Los payasos: Chávez y Correa quedaron en ridículo. Sus buenos oficios llenos de denodadas intenciones para la paz, pero que en el fondo esconden el germen socialista, no sirvieron de nada. Uribe se la pudo solito sin tener que arrodillarse ante los chacales soviéticos de la región. Así las cosas, ambos quedan en muy mala posición: Chávez cometió un error no forzado, perdiendo por secretaria la posibilidad de convertirse en el líder político de la región, siendo definitivamente derrotado por Lula en la carrera por la supremacía económica (batalla anteriormente ganada) y política. Por ello, no nos debería extrañar volver a ver a Lula en los próximos meses reposicionarse en su rol de garante de la paz en el Cono Sur; por su parte, Correa, que se las trató de dar de macho en los últimos meses al entorpecer la caza de las FARC por parte del Ejército Colombiano, queda como un monigote, puesto que hoy, en los días heroicos, negarse a darle apoyo a Colombia es una muestra de arrogancia insoslayable, que terminaría por botar todo su capital político en la región por la borda de su ya inestable buque.

8. La pérdida de piso político: Cuba, ya bastante deteriorada, pierde una fuente de apoyo innegable: El fin cercano de las FARC significa la destrucción de los Héroes de Sierra Maestra, lo que obligará a la isla, tal como lo ha ido haciendo paulatinamente Raúl Castro, a abrirse a los nuevos panoramas mundiales, so pena de morir de hambre. Cuba, último bastión que legitimaba la fuerza armada como vía de arribo al poder, se ve presionada por el resto de América para capitular, abandonando su lucha intestina por el comunismo en vías de la unidad, más aún cuando carece de compañeros de lucha serios en su ideal.

No quiero caer en pontificales ridículas sobre cuál es el futuro de Colombia, pero sospecho –ojalá que bien- que el fin de las luchas armadas en América Latina se acerca. Es hora de que nuestro continente, tan duramente golpeado durante dos siglos por el flagelo del comunismo, entre en las nuevas vías democráticas y se asiente como un lugar de seguridad y estabilidad institucional, digno de convivir y competir con las grandes potencias, en orden al bienestar de sus ciudadanos. Creo, sin duda, que ese es el deseo de Ingrid Betancourt.

Europa

Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, la Madre de todas las Guerras, Europa era un cementerio. Alemania estaba en ruinas, Francia e Inglaterra victoriosas, pero cansadas y con sus recursos agotados. Estados Unidos se erige como el gendarme de la región: llamado a intervenir en el conflicto, se queda a vigilar la reconstrucción de Europa, cierto de que, si la región se recupera, será con la bota gringa encima, lista para cobrar para siempre el favor que ha hecho a los europeos.

Europa sufre: las víctimas claman por justicia, la maquinaria alemana de destrucción queda en evidencia, el mundo se da cuenta de la monstruosidad del Tercer Reich, de una magnitud inimaginable, y llega la hora de que las cúpulas del continente reconozcan las culpas que comparten en este desastre.

El cauce natural será la rememoración del ignominioso Tratado de Versalles, en que Alemania fue sometida a la mayor de las humillaciones, y que hoy es reconocido, sin duda, como el peor de los errores, así como el antecedente primigenio de la Segunda Guerra Mundial.

Pero el análisis va más allá: Europa comienza a preguntarse qué es lo que pasa, que se hizo mal, siendo que sólo 500 años antes era la cabeza del mundo, un entorno natural unificado bajo una sola religión y un solo gran gobierno, un “E Pluribus Unum” bajo la égida de la Iglesia Católica y el Sacro Imperio… ¿qué pasó? ¿Cómo llegamos a esta devastación?

La respuesta no es de fácil aliento, pero yo, por lo menos, la vislumbro de la siguiente forma: la Europa Unificada en el Sacro Imperio, autoridad supragubernamental, una especie de Unión Europea de la Edad Media y el Renacimiento, contaba con un aparato fiscal eficiente (para su época) reforzado con un fiero poderío militar, que permitía la mantención de una pax relativa en los territorios bajo su dominio, y más allá. Así las cosas, España, las ciudades francas italianas, Francia e Inglaterra reconocen un dominio particular: si bien no están sometidas al Sacro Imperio, sí reconocen un gobierno único, el del Papa, como superior al de todos los gobernantes de la tierra, y particularmente en el ámbito espiritual; así como reconocen que el Sacro Imperio Romano es la continuación de la casta imperial romana, puerta y medio por el que la civilización y la identidad europeas han tenido formación.

Sin embargo, desde fines del siglo XV se empiezan a vivir aires de cambio, procesos particulares que ya no incluyen a Europa como un todo, y por consiguiente, generan rivalidades y roces entre sus diversos miembros, a saber:

1. El descubrimiento de América: El mérito de la colonización americana es exclusivo de España y Portugal, y más particularmente, de los monarcas de la casa de Trastámara. Es en Isabel La Católica y Fernando de Aragón en quienes reposa el mérito de la nueva colonización, así como en Enrique el Navegante y los monarcas portugueses. Es bajo su mando que España se convierte, como más tarde acuñaría Felipe II, en “el Imperio donde nunca se pone el sol.” El resto, Inglaterra, Francia y Holanda, se suben al carro de la victoria más tarde, cuando la influencia española en el reparto de los territorios decae, y se transforman en verdaderas aves de presa que se lanzan a la conquista de este continente semiabandonado, que contiene demasiado espacio como para ser ocupado por sólo dos países.

El descubrimiento y posterior colonización de América será, en mi opinión, el primer antecedente de la decadencia de la unidad europea, y su influencia saldrá a la luz casi 500 años después, con el proceso de descolonización.

2. La reforma protestante: El levantamiento de Lutero fue la llama que encendió la mecha de los abusos desmesurados del clero católico romano sobre el pueblo y la nobleza. Alemania y Suiza se rebelan con todo contra la autoridad romana, y la debacle se siente fuerte en otras latitudes europeas: Inglaterra, fiel aliado del Papa, se separa de la Iglesia y se une a los protestantes; Suiza, bastión de catolicismo, es fácilmente seducida por Calvino; Francia, hija primogénita de la cristiandad, se ve sacudida por una guerra fratricida que cuesta la vida a cientos de miles, alentada por la Reina Catalina de Médicis. Así, el sueño de la Europa espiritualmente unida se desvanece en las manos del mismísimo Carlos V, cuando los príncipes electores, en la Dieta de Augsburgo, ofrecen su cabeza por la defensa del maestro Lutero y las ideas reformadas.

Así, la Reforma Protestante es el hacha con que se corta la cabeza de la unidad espiritual europea, que antaño representaba la figura del Sumo Pontífice.

3. La Revolución Francesa: Los abusos del Ancien Regime en Francia llevan a una situación sin salida, en que la monarquía es duramente cuestionada y finalmente abolida con violencia inimaginable. El asesinato de Luis XVI y María Antonieta, así como el de muchos nobles, fue un evento traumático en la Europa del Siglo XVIII: marca el fin de una era de gobierno común, en que el continente estaba bajo el mando de una casta única y emparentada que ponía arreglo a sus problemas mediante la llamada “diplomacia matrimonial”; lentamente, se expande la idea de abolir la monarquía, o transformarla en un mero símbolo, resultado que vemos hoy en los países que aún la mantienen como institución.

La Revolución Francesa no hace sino dar el golpe de gracia a la ya cercenada unidad europea, haciendo, finalmente, que la identidad común se escinda en miles de pedazos.

4. La Primera Guerra Mundial: La semilla sembrada por el descubrimiento de América da sus frutos: la Gran Guerra es un conflicto meramente colonial, en que los países europeos se enfrentan, principalmente, por el dominio de las colonias africanas y oceánicas. Su resultado será, lisa y llanamente, la decadencia total de una Europa que se veía auspiciosa en los primeros años del Siglo XX, desembocando en la descolonización de los territorios y a ignominia de Alemania.

5. La Segunda Guerra Mundial: La humillación de Alemania fruto del Tratado de Versalles es una afrenta difícil de olvidar. Ante el flagelo público, las naciones más empobrecidas por causa de la Gran Guerra, a saber, Italia y Alemania, se embarcan en la hermosa pero peligrosa aventura de los nacionalismos, y el resultado es bien conocido: un continente devastado, un pueblo diezmado –Israel-, y dos víctores extranjeros manejando el continente –Estados Unidos y la Unión Soviética-, enfrascados en una posterior guerra de amenazas que termina con la caída del comunismo soviético y la victoria total y única de la potencia americana, que se erige como domina mundi hasta nuestros días.

Ustedes se preguntarán a qué quiero llegar con esto. Ni más ni menos, que a dar una explicación sobre mi punto de vista respecto del renacimiento de Europa, y específicamente de la Unión Europea.

Esta institución nace tras la Segunda Guerra Mundial, Bajo los auspicios de Robert Schuman, canciller francés, como una tímida comunidad para compartir el acero y el carbón de los territorios europeos. Luego va evolucionando, ampliando su aparato a temas más allá de los meramente económicos, e inmiscuyéndose en cuestiones de política, hasta desembocar en el Tratado de la Unión Europea, que convierte a la organización en un verdadero supraestado de naturaleza sui generis, con un secretariado general, un europarlamento con representantes de todos los países firmantes, un poder judicial instituido en el Tribunal de La Haya, e incluso una moneda única, el Euro. La misión de la Unión Europea es la homogeneización económica y política de los países otorgantes que, sin perder su identidad y sentido culturales que les son propios, someten parte de su soberanía a esta gran comunidad en pos del afianzamiento de ideales comunes de justicia y paz para la cuna de occidente.

A pesar de todas esas lindas palabras, el déficit de gobernabilidad de la Unión Europea es el mismo del que adolece el Derecho Internacional, y que termina, en buenas cuentas, siendo su ruina: la falta de una fuerza socialmente organizada y monopolizada que asegure el cumplimiento de las decisiones de esta cúpula paneuropea.

La ruina de Roma se reduce a una sola frase: su aparato militar era más grande que su aparato fiscal. Por tanto, como la conquista militar iba a pasos más avanzados que la reforma fiscal, llega un momento que, al cruzar ciertos límites territoriales, Roma se resquebraja. Es como hacer una pizza. La masa si es compacta, se mantiene unida: pero si la estiramos para hacer una pizza gigante, va a llegar un momento en que se va a romper por la falta de ligazón. Así, el Imperio era gigante, pero tenía un aparato fiscal insuficiente para controlar tanta vastedad de provincias.

La Unión Europea debe haber visto esto, y decidió no repetir el error: hizo crecer su aparato fiscal más allá de lo necesario, pero sin una fuerza organizada que lo legitimase. Se creyó el cuento que nos venden los políticos picantes del Siglo XXI, que todavía recuran que la diplomacia es el remedio para todos los males.

A mayor abundamiento, este déficit nace del temor casi histérico que Europa tiene a la guerra. Después de la Segunda Guerra es tal el trauma europeo, especialmente en Alemania, que los viejos se sienten avergonzados de su país, el ejército está convertido en una tropa de haraganes destinados a tareas burocráticas, la canciller se postra ante el Knesset judío pidiendo perdón por algo que ella no hizo y el desarme europeo es preocupante.

Nos debería parecer muy bueno que haya un desarme, pero esto es un arma de doble filo: si bien las armas no son nunca buenas, insisto en que la diplomacia no resuelve todo, y la amenaza de la fuerza es un disuasivo fuerte para la mantención de la paz, especialmente en un continente que recientemente se revela como culturalmente heterogéneo, saliendo de un régimen de terror como en el caso de Rusia, y amenazado por la nueva morisma terrorista. Luego, la necesidad de una organización militar no diplomática al mando de la Unión Europea se hace de primera necesidad.

Sin un aparato de la especie, las decisiones que ésta tome se basan simplemente en la buena fe de los firmantes. Basta ver el caso del Euro. Cuando se entra en el régimen de moneda única, el Reino Unido se niega a dejar la libra esterlina. Y no hay forma de disuadirlo. ¿Qué va a hacer la Unión? ¿Echar a Inglaterra? Sin Gran Bretaña la Unión se va a las pailas. Bueno hubiera sido, por ejemplo, que se le ofrecieran al país incentivos militares o, in casus extremis, un disuasivo diplomático, pero con un apoyo coercitivo coherente por detrás.

Hay muchos casos en que los acuerdos no sirven, y se hace necesario aplicar la fuerza, o su amenaza, para llegar a decisiones coherentes. ¿De qué sirve crear todo un aparato fiscal, por ejemplo, en torno a una moneda, homogeneizando un mercado financiero vastísimo a un costo de miles de millones de dólares, para que uno de los protagonistas del proceso después se eche para atrás? Así las cosas, el absurdo de la Unión Europea está en su buena fe, nacida del terror sepulcral que tienen a todo lo que signifique bengalas.

A mayor abundamiento, y naciendo con un contenido meramente económico, hoy se empiezan a vislumbrar los problemas, específicamente, en la imposición de sus directivas, lo que finalmente termina relatando el verdadero carácter de Europa, un continente en ruinas, que sin embargo, asienta su base sobre en una supuesta superioridad: la Unión Europea es la joyita de las políticas liberales, pero aún no es capaz de mirar hacia el lado y ver la debacle moral que ha caído sobre el continente.

En suma, y a partir de la directiva que expulsa ipso facto a todos los inmigrantes ilegales de los países de la Unión, dejo la pregunta abierta ¿moralmente, es conveniente ir a formar una vida nueva en una Europa envejecida y desgastada? Mi respuesta es no. El pensamiento y la reflexión lo dejo a los lectores.