jueves, 5 de julio de 2007

Capítulo I: Chato del catolicismo


De un tiempo a esta parte he venido experimentando un cambio de pensamiento bastante radical en torno a mis concepciones religiosas, que me ha llevado a alejarme de la Iglesia Católica, con todo el respeto que le tengo, y buscar nuevos caminos en la comprensión de Dios.

La base principal de mi teosofía ha sido y siempre será Cristo. Creo de forma convencida que Cristo es el hijo del Padre, verdadero Dios y verdadero hombre, que se ha acercado voluntariamente al género humano para redimirlo de sus pecados y concederle la gracia de la vida eterna, habiéndose sacrificado por nosotros mediante la muerte en Cruz, regalándonos la gracia de la inmortalidad en su Resurrección y la esperanza de la Vida Eterna en su ascensión a los cielos.

Sin embargo, su mensaje ha sido distorsionado de forma grave durante más de dos milenios. En su nombre se ha guerreado, siendo que vino a dejarnos paz; en su nombre se ha discriminado y alentado la intolerancia, siendo que vino a decirnos que nos amáramos los unos a los otros; en su nombre se han impuesto dogmas inconexos y se ha esclavizado gente, siendo que vino a hacernos libres con la verdad; en su nombre se ha odiado, obviando que su principal mensaje fue el AMOR.

Además, siempre me molestó del Catolicismo (más bien de los católicos) su maleabilidad: decir “yo soy católico” no tiene ninguna importancia, salvo para el censo, en que hay que decirlo para hacer estadísticas. Para el católico promedio no tiene ninguna importancia ser revestido de tal condición, salvo para la primera comunión (en que hay que poner bonito al cabro chico para que los compañeritos no se burlen) y el matrimonio (en que todo tiene que estar casi como si fuera una ceremonia de los premios Oscar). De la misa ni hablar. Es un mero trámite lleno de formulismos poco claros, a la que la mayoría de la gente va porque se lo exigen o porque las culpas internas lo carcomen. Si preguntas “¿por qué eres católico?” es como si les metieras un ají en el poto, no saben que responder, se enredan enteros: “Porque creo en Cristo” (hay que ser tonto para no creer en Jesús, si es un hecho históricamente comprobado que existió); “Porque creo en la Virgen” (ahora la Virgen María es Dios…); “Porque me cae bien el Papa” (no comments…); o el típico “porque me criaron así” (¿voluntad de autodeterminación?). Así no hay religión que valga.

Esa falta de pensamiento y de determinación me enferman, es una necesidad generalizada e ingente de ser dirigidos por una persona superior, que moldee nuestros actos y voluntades en la vida exterior; pero cuando estamos en la privacidad, los mismos católicos se enojan porque no cachan qué cresta es un dogma, porque el Papa les dirige las vidas, porque tienen que ir a Misa, etc… y después dicen que son católicos, “pero a mi manera”. Las pinzas, se es o no se es, y no es pecado no ser católico, cual es el afán de encasillarse…

Otro de los grandes problemas que siempre tuve con la Iglesia Católica es lo que yo llamo (o muchos llaman) la “doctrina de la culpa”. Esa manía del católico de culparse, de flagelarse en el pecado. Todos somos pecadores, y mucho, todos cometemos errores, y no existe quien tenga una vida sin pecado. Pero de ahí a andar torturándose por ser pecador, ir a misa porque me carcome la culpa, una culpa que no tengo, tener que ir a confesarme con un cura igual o más pecador que yo, y que más encima tiene la tupé de mandarme al carajo cuando le digo que me acosté con una mina… o sea, es mucho. Inaceptable. No porque él sea un reprimido sexual tiene que condenarme al infierno por satisfacer mis necesidades biológicas. El pecado es una realidad humana, el que no peca no vive, y hay que aceptarlo. Si uno no se puede culpar por comer (porque o si no se muere), menos se puede culpar por ser pecador, porque si no lo fuera tendría alitas en la espalda y volaría por el cielo tocando arpa con una túnica blanca y cara de marica.

Entiendo que no es culpa del católico mismo, sino de una jerarquía que se ha acostumbrado a mandarlo donde Don Sata cada media hora por cada cosa que dice, piensa o hace. Si la realidad escatológica fuera así, con Jesús en el Cielo se quedarían la Virgen y Pinochet (como él decía, “yo soy un santo…). Además el mismo Cristo nos dijo “el que esté libre de pecado, que lance la primera piedra”, así que el único que tiene derecho a lanzarme la primera piedra y hacerme reconocer mi condición de pecador es Él. Y lo hace frecuentemente. Y como Dios es ubicuo, no necesita hacer delegación de facultades en un cura, que más lo que me reta que lo que me ayuda, para saber mis pecados. Si Dios es atemporal, ya sabe mis pecados antes que los cometa, y si murió para salvarme de mis pecados, ya me los ha perdonado antes que los haya cometido. Y personalmente: no necesito la bendición de nadie para saberme perdonado y querido por Dios.


continuará...

2 comentarios:

Moira dijo...

Fran, escribiste tu este articulo? Interesante... pero dos preguntas
1. ¿por que eres católico, si lo eres?
2. el tema de la culpabilidad es casiya un tema obsoleto al menos en circulos mas altos... ¿es verdad que la culpa te carcome???
coversemoslo... si es que tu escribiste esta columna
cariños,
Moira

Pancho dijo...

De hecho yo la escribí. Respecto a tu primera pregunta, no es mi intención en este capítulo llamar a nadie a la apostasía, sino al contrario, realmente invitar al lector a cuestionarse sus bases religiosas seriamente, y encontrar, ojalá exitosamente, la razón de su religiosidad. Yo estoy en eso, y sabrás más sobre ello a medida que avanzan los capítulos de este artículo.

Y respecto a lo segundo, la culpa a mí por lo menos no me carcome. Pero parece que a muchos sí, y en eso me gusta llamar a la reflexión, porque a mi juicio no hay razones para sentirnos culpables de lo que hemos hecho.

Saludos,

Francisco.