sábado, 4 de julio de 2009

Los bancos


De todas las instituciones propias de la vida social moderna, la más deleznable y reprochable, para mí, son los bancos. Instituciones especialmente diseñadas para brindarnos un servicio que no necesitamos, a un precio que no pagaríamos. El mejor negocio del mundo. Cobrar por un servicio inexistente.

El banco no sólo me cobra por hacer como que guarda mi plata, sino que más encima la presta, la multiplica, la invierte, y se queda con los excedentes. Porque si usted cree que sus billetes están sanos y salvos en una bóveda o debajo del colchón de un gerente, está muy equivocado. Sus billetes no existen. Su plata es número que el banco administra. Y juega

con su número, lo da en préstamo a otros, compra e invierte para sí, confiando en que usted no se lo pida nunca. El banco es como una especie de “ladrón honrado”: Se roba su plata, la gasta, pero si usted se la pide de vuelta, se la da. Y hasta por ahí no más, porque si todos los chilenos fuéramos al mismo tiempo a cobrar nuestras platas a los bancos, ellos no tienen ni el dinero nominal ni la liquidez para ellos. Eso es lo que pasó con el famoso “corralito” en Argentina.

El banco es una máquina especialista en robar por donde puede. Me cobra, primero, por usar mi plata. Después me presta plata, bajo la excusa de la PYME, la solidaridad, el apoyo, el “siempre contigo”, etc. Y me cobra no una, ni dos, sino tres veces lo que me prestó. Y me obliga a hipotecar mi casa, la misma que les estoy pagando a ellos, en garantía de mis pagos y de cualquier obligación que en el futuro contraiga con ellos, hasta el final de mis días. Y si me atraso un día, me someten al escarnio público pasándome a DICOM, de modo que hasta el almacenero me mire feo por comprar un chicle. Y si no puedo seguir pagando, por cualquier razón, me embargan hasta el culo y lo venden al mejor postor. Y se quedan con la plata. La “manus injectio” romana es un feliz castigo comparado con la ignominia a la que nos someten estas institucion

es.

Y lo peor de todo, es que estos ladrones dominan el mundo. Corporaciones gigantescas, como HSBC, Citibank, Itau, Deutsche Bank, etc., están infiltradas en todos los estamentos gubernamentales del mundo. Gastan miles de millones de dólares en lobby a todo nivel, de modo que los gobiernos les mantengan sus prebendas.

En fin, prefiero guardar mis modestos billetes debajo del colchón.

1 comentario:

Pepe Grillo dijo...

Jjaja concuerdo con la visión apocalíptica de los bancos. Sin ir más lejos, desde la antigua tradición judeocristiana los bancos y prestamistas han sido virulentamente despojados de toda humanidad, su codicia se asemeja a la de los cerdos y son los causantes de la crisis mundial.

Me recuerda el viejo chiste:
La ciudad parece desierta. Todos sus habitantes están asfixiados por las deudas y malviven a base de los rescoldos, ya fríos, de los últimos créditos que han logrado obtener. Repentinamente llega al pueblo un ruso que exuda prosperidad por todos los poros y entra en un pequeño hotel que, nos cuentan los anónimos chistólogos, ha logrado preservar, pese a todo, un cierto encanto evanescente.

Pide el ruso una habitación y pone un billete de cien dólares en la mesa del recepcionista, antes de encaminarse parsimoniosamente a evaluar las habitaciones. El dueño del hotel agarra el billete y sale corriendo a pagar sus deudas con el carnicero. Éste a su vez coge el billete y corre a pagar su deuda con el criador de cerdos.

El chanchero, a su turno, se da prisa y vuela a pagar lo que le debe, desde hace mucho, al proveedor de alimentos y forraje para animales. El de los alimentos coge el billete al vuelo y, raudo, se encamina a liquidar su deuda con la putita del pueblo a la que hace tiempo que no paga. En tiempos de crisis, hasta ella se ha visto en la obligación de ofrecer sus servicios y esmeradas atenciones a crédito. La chiquilla coge el billete y parte hacia el pequeño hotel donde había traído a sus clientes las últimas veces, y cuya cuenta todavía no había logrado cancelar, y deja el billete sobre el mostrador, delante del recepcionista.

En este momento baja el ruso, que acaba de echar un vistazo a las habitaciones, dice que no le convence ninguna, coge su billete de cien dólares y se va de la ciudad buscando un mejor destino para sus vacaciones y su verde billete.

Chausin