sábado, 4 de julio de 2009

Ser luterano


¿Por qué soy luterano? No puedo contestar esa pregunta sin explicar por qué soy cristiano. Como he dicho, creo en Dios, Uno y Trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas distintas y un solo Dios.

Así como creo en ese Dios cósmico y eterno, creo en un Dios profundamente compenetrado con los hombres, participante activo en el devenir de sus criaturas. Jesucristo, Hijo de Dios Vivo, boca de la divinidad, sello de los profetas, es la manifestación divina frente a los hombres, portador del mensaje cósmico del Creador a sus criaturas.

Cristo, con su vida, pasión, muerte y resurrección, vino a redimir al hombre del yugo del pecado y a manifestarle la Gloria del Señor preparada para él. Cristo, entonces, dejó su legado, su mensaje, depositado

en manos de sus más fieles, los Apóstoles, a fin que lo difundi

eran a todo el mundo. Sobre ellos fundó su Iglesia, Católica (Universal), y Apostólica (basada en el mensaje de Jesús en manos de los Apóstoles). La misión de este cuerpo no fue sólo difundir el mensaje de Cristo, sino también llevarlo a la vida diaria, mediante la predicación, la hermandad, el amor y el perdón.

Esa Iglesia, en principio fraternal, modesta y consecuente con el Mensaje, con el tiempo, y especialmente con la influencia del aparato fiscal romano y medieval, se transforma en una gigantesca máquina de moler carne, con una jerarquía, un ceremonial, una regulación y un patrimonio que poco se condecían con el deseo de Cristo. El mensaje cristiano, simple y claro, se volvió confuso e imbricado, casi arcano, por el deseo desmedido de los jerarcas cristianos por dominar los aspectos más mínimos de la vida de sus fieles, acumular riquezas y someter a su imperio incluso a los gobernantes temporales.

Es en los tiempos más oscuros de la tiranía del Romano Pontífice, que se levanta un hombre, pecador, sencillo, pero fuerte de espíritu, que emprendería, por sí solo, el movimiento revolucionario y religioso más importante de los último 500 años: El Doctor Martín Lutero.

Las protestas contra los abusos eclesiales formuladas por el Dr. Lutero se extienden por toda la Cristiandad, removiendo las bases de la Fe Cristiana, trayendo el agua fresca, de la boca del mismo Jesús, a una Iglesia y a

una religión corrompidas por avaricia y la falta de amor al prójimo. El Dr. Lutero, finalmente protesta contra el orden eclesial establecido, en la Confesión de Augsburgo, volviendo a los pilares más básicos de la vida comunitaria de la Iglesia, y los únicos válidos: los formulados por el mismo Cristo.

I. Sólo Fe: El hombre se justifica, se santifica y se salva, por la Fe. Su cercanía y su complicidad con Dios viene de la Fe, del creer, del conocer a Dios. Porque no podemos amar lo que no conocemos, y sólo podemos conocer en profundidad aquello que amamos, que deseamos de corazón. La Fe en Dios pone al hombre en un lugar privilegiado del Universo, lo hace un ungido, por ese solo hecho. Y el conocimiento de Dioses tan marcador, tan radicalizante, que de él solas nacen las buenas obras. El que hace el bien a su prójimo, de corazón, lo hace porque tiene fe en el hombre y su destino. Y la fe en el hombre es Fe en Dios, porque nosotros somos como dioses, la esencia de la Creación reside en nosotros.

II. Sólo Gracia: ¿Qué es el hombre ante Dios? Si Dios es la perfección y la esencia misma del Universo

, ¿qué de bueno puede el hombre presentar ante Él? Es como que un grano de arena tuviera méritos e importancia frente a un elefante. Nosotros no somos nada. En forma aislada, no tenemos importancia alguna, in abstracto, somos intrascendentes al cosmos. Sin embargo, todo nos indica, por el contrario, que sí somos trascendentes, sí somos importantes, sí somos engranajes fundamentales en el orden terrenal. Y la única causa de esto, es el Amor, la Gracia de Dios. Él nos da este sitial gratuito. Él nos hace importantes y trascendentes, por su puro deseo. E invita a los seres humanos a sentarse a su mesa, por pura liberalidad.

III. Sólo Cristo: Dios es la esencia de todo, está en todo y en todos. Luego, la única forma de llegar a la divinidad, es por los caminos que Él mismo ha establecido para ello. Y el camino es Él mismo. Lo que no nos lleva a Dios, nos aleja de Él. Santos, vírgenes, ángeles, etc., son ejemplos y alegorías de Dios. Su veneración, su ejemplo y su contemplación, sólo son válidas cuando los usamos como caminos para acercarnos y justificarnos ante Dios. Alabarlos aisladamente no es cumplir con lo que la divinidad nos ha preceptuado en el Primer y Segundo Mandami

entos: “Yo soy Yavé, tu Dios (…) No tengas otros Dioses fuera de mí. No te hagas estatua arriba, en el cielo, abajo, en la tierra, y en las aguas debajo de la tierra. No te postres ante esos Dioses, ni les des culto, porque Yo, Yavé, tu Dios, soy un Dios celoso” (Ex. 20, 2-5). Sólo Cristo es Dios, sólo Cristo nos recibe, sólo Cristo nos justifica ante la divinidad. Dios nos dio un solo camino, un solo mediador, una sola línea directa con Él, y esa es Cristo.

IV. Sólo la Escritura: Para los cristianos, sólo existe un mensaje: el Mensaje de Cristo, preconizado en los Patriarcas y Profetas. Y el único continente de ese mensaje, es la Biblia. Las Sagradas Escrituras son el testimonio escrito y fidedigno de la relación entre Dios y los hombres. Es la bitácora del viaje que el ser humano hace en compañía de la divinidad. Éste parte con la Creación y los primeros encuentros entre el hombre y Dios, en las personas de los Patriarcas, continúa con la historia de Israel, el Pueblo Ungido, y su relación con el Señor; y culmina con el advenimiento de Cristo, coronación de la historia, su vida, pasión, muerte, resurrección, ascensión y legado. La Biblia es un libro eminentemente didáctico, parabólico, histórico y alegórico; la fuente de la doctrina cristiana, el manual de instrucciones de los cristianos. Fuera de ella, no hay más. Tradiciones, leyendas, cuentos, no son vinculantes al Cristiano. La única fuente cierta de enseñanza y doctrina cristianas, es la

Biblia.

Estos son los cuatro pilares de la Fe Luterana. Y de ellos, se desprenden otras consideraciones importantes que caracterizan la Fe Protestante.

1. Es una confesión católica: Del griego Katolikos, la palabra implica universalidad, generalidad. La Iglesia Cristiana es universal, católica, en cuanto su Fe es abierta a todos los hombres, sin distinción de raza, género o clase. Cristo murió por todos, y acoge a todos los que desean conocer el Mensaje de Salvación.

2. Es una confesión apostólica: Porque se funda en el legado de los Apóstoles. Es una Iglesia fundada sobre los Apóstoles, los seguidores de Cristo, y difusores del Mensaje de Salvación.

3. Los sacramentos: Los sacramentos, como manifestaciones

sensibles de la Gracia de Dios, son sólo dos: El Bautismo y la Santa Cena o Eucaristía, como únicas instituciones fundadas por el mismo Cristo. Una, con el bautismo en el Río Jordán, y la otra, mediante la Última Cena.

4. El sacerdocio de todos los creyentes: El sacerdocio no puede ser una casta arcana y privilegiada, inaccesible para los fieles. Cristo abrió su mensaje a todos, y todo el que crea en Él y tenga Fe puede difundirlo con propiedad. Todos los cristianos participamos de la unción sacerdotal: Casados o célibes, hombres y mujeres, viejos y jóvenes. Sólo basta ser bautizado, es decir, parte de la Iglesia, y creer, tener Fe en Cristo y su Mensaje.

5. El culto a Dios: Éste se lleva cabo, tal y como Cristo lo prescribió: conmemorando, tal cual como la Última Cena, “en memoria de Cristo”, el sacrificio pascual de Jesús en la Cruz, en la misma mesa fraternal en que Él celebró la Santa Cena. Cercana, amigable, de rito simple, sin secretos. Los fieles comparten su visión y su experiencia de Fe alrededor del Cuerpo y la Sangre de Cristo, con, bajo, en y alrededor de los elementos del pan y del vino, en viva presencia.

6. Interpretación de las escrituras: Dios y el hombre no tienen secretos. Nada es secreto para Dios, y Dios no nos esconde nada. Es por ello que la Biblia es clara, sin recovecos, de fácil lectura, sin secretos. Cada crey

ente puede y debe leer e interpretar la Escritura en la forma que más le llegue al corazón. Esa es la magia de la Biblia: llega al corazón de todos los creyentes, en la forma que más lo necesita cada uno, en cada momento.

7. Culto a los santos: Sólo uno hay que es santo, y ese es Dios. Los santos, beatos y hombres y mujeres ejemplares, son faros de conducta que todo cristiano debe seguir, sin duda: Pero el único camino a Dios, es Cristo, el único mediador válido entre los hombres y Dios. La divinidad es lo suficientemente poderosa como para no necesitar intermediarios terrenales para llegar al hombre.

8. El pecado: El pecado mancha al hombre, lo denigra, lo enemista con Dios. Pero no por ello Dios se enemista con el hombre. Con su muerte, Cristo pagó por nosotros todos los pecados, pasados y por venir. La alianza entre el hombre y Dios, sellada con la Sangre de Cristo Jesús, hace al ser humano acreedor de la Vida Eterna, sin importar sus obras, con tal que tenga Fe verdadera, de aquella de la cual emana todo lo bueno.

9. La jerarquía: Los cristianos somos todos parte de un solo cuerpo, la Iglesia, cuya única cabeza es

Cristo Jesús. “Unus magister, omnes fratres”. Sólo hay un maestro, un jerarca, un rey, Jesús. No se necesitan más. Cada comunidad de cristianos se gobierna por sí sola, bajo una sola ley, la de Cristo, y bajo un solo Pontífice, el mismo Cristo.

Soy Evangélico, porque creo en el Cristo que difunde su Buena Noticia a los hombres en el Evangelio, y trato de vivirla día a día. Soy Protestante, porque protesto contra la injusticia, la opresión y el odio en el mundo, tal como Cristo lo manda. Mi Fe se manifiesta en una sola frase: “Ama a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a ti mismo” (Jn., 13, 34). En eso, fundamentalmente, se resume el ser Cristiano, Evangélico, Protestante y Luterano.

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