jueves, 10 de julio de 2008

La filosofía


La filosofía, sin duda la disciplina del conocimiento más conocida y extendida en el mundo, con miles de destacados cultores a lo largo de la historia, nace en Grecia, como una fuerza trascendental que se proyectará durante los siglos venideros en un acabado conocimiento del mundo, de la existencia y del ser. En esto, es sumamente importante destacar el papel trascendental que han tenido los griegos en relación con la historia humana, tan comparable como la invención de la escritura por parte de los sumerios: Así como ella posibilita el paso de la Prehistoria a la Historia, en el entendido que los hechos comienzan a conservarse mediante su plasmación en papel, la invención y práctica de la filosofía marca un antes y un después en el desenvolvimiento humano en el mundo, puesto que rompe con la explicación del mundo bajo el prisma mítico, que primó desde la aparición del hombre en la tierra. Así, los filósofos empiezan a explicar la naturaleza, el mundo y las relaciones humanas desde una perspectiva racional, cercana al ser, alejada de las invenciones y las suposiciones basadas en la mitología. La explicación mítica es rota por la actitud racional.

La filosofía, si bien había estado presente en Oriente de forma embrionaria en pensadores como Confucio, Lao-Tsé y Buda, se desarrolla hasta lo que es hoy en Occidente gracias a a influencia considerable de los grandes pensadores griegos. La primera manifestación de la filosofía se da en los pensadores presocráticos, entre los cuales los más destacados son Tales de Mileto, Anaximandro y Anaxímenes, que, grosso modo, intentan ofrecer una explicación racional del Universo, en lugar de hacerlo mediante mitos, a la manera homérica. Tales explicaciones se limitaban, frecuentemente, a la postulación de un primer principio de todas las cosas existentes, el arjé, sea como elementos físicos (Tales, Heráclito y Anaxímenes distinguían los cuatro elementos primigenios, agua, fuego, aire y tierra) como sustancias primigenias (Anaximandro y la idea del eón, fuerza física que infunde vida a todas las cosas) o como principios metafísicos (Empédocles y el equilibrio entre amor y lucha). Estos son los filósofos que luego Aristóteles llamará físicos, puesto que su énfasis estaba puesto en la elucidación de los principios que guían la existencia física y natural.

Luego, la Escuela Antropológica, representada primeramente por los sofistas, se centrará principalmente en le ser humano, con especial consideración hacia el lenguaje, las normas, la sociedad, la ética y la política. Los sofistas, entre los que destacan Protágoras, Gorgias e Hipias, se orientaron hacia el área retórica y el discurso de la persuasión, por lo que pronto cayeron en desprestigio, por arrogarse el derecho de enseñar la virtud, tal como formuló la crítica el más renombrado de los filósofos, Sócrates, que lleva el conocimiento filosófico humano a su más alto plano, ubicándolo de frente con la metafísica.

Las principales preocupaciones de Sócrates serán el conocimiento de la verdad, la virtud y la educación de hombres de bien, enseñanzas que se infunden hasta el día de hoy mediante su famoso método dialéctico, en el cual enseñaba mediante el diálogo con sus discípulos (muy enriquecedor es, por ejemplo, el extenso diálogo que sostiene con Critón sobre la naturaleza de las leyes), y que lograba sacar a la luz las conclusiones lógicas por parte de los propios estudiantes, mediante la ironía y la mayéutica.

Luego viene el período ontológico, del cual los principales exponentes son Platón y Aristóteles, que serán capaces de crear cosmologías globales, que expliquen los diversos aspectos que los anteriores filósofos explicaron por separado. Así, la explicación del mundo de Platón, basado en la dicotomía realidad-ideal, que es valorada hasta hoy; las ideas de Aristóteles sobre la teología y la filosofía de la virtud, que hasta el día de hoy son la base de la filosofía cristiana-occidental, en las ideas de la Escolástica. Luego vendrán diversas escuelas, como los cínicos, los epicúreos, los estoicos, los escépticos y los peripatéticos, todos preocupados fundamentalmente de las explicaciones éticas, y que se agrupan en lo que hoy se ha dado por llamar Escuelas Helenísticas.

Las doctrinas helenísticas, en especial la estoica, son llevadas a Roma por Dión Crisóstomo y Epícteto, que las difundieron en los primeros años del Imperio. Más moralistas sin embargo, son las enseñanzas de los dos grandes filósofos de la época romana: Lucio Anneo Séneca y Marco Tulio Cicerón. Si bien fueron contemporáneos por algunos años, nunca se llegaron a conocer, puesto que Séneca era procónsul en Hispania Ulterior, mientras que Cicerón siguió el cursus honorum dentro de la ciudad de Roma, además de ser pater familias de una de las familias más respetables de Roma, los Tulios.

Cicerón era platónico, con algunas tendencias epicúreas de su maestro Fedro, mientras que Séneca era abiertamente estoico. Las obras de estos dos autores son, a mi parecer, de lectura obligatoria hoy en día. En el área política, destacamos de Cicerón las Catilinarias y el De Re Publica, mientras que en las profundidades filosóficas, particularmente enriquecedores son el De Officiis, el De Senectute, el Brutus y el De amiticia, obras interesantes sobre temas diversos que atañen a la filosofía.

Séneca no es tan político, pero sí más pensador y profundo. Importantes y enriquecedoras son sus obras De Ira, De Providentia, de Vita Beata y el De Clementia, en que exhorta a Nerón a la piedad, luego de las atrocidades cometidas durante su imperio. La filosofía de estos dos pensadores romanos sigue siendo sumamente importante en nuestra vida contemporánea, y son la base de muchas de las posturas filosóficas modernas, al igual que las doctrinas de los griegos. Sin duda, la forma de ver el mundo que nace de las cavilaciones grecorromanas tiene una gravitación fundamental en prácticamente todas las doctrinas posteriores, así como en la forma en que los moderno vemos el sino de las cosas.

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