Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, la Madre de todas las Guerras, Europa era un cementerio. Alemania estaba en ruinas, Francia e Inglaterra victoriosas, pero cansadas y con sus recursos agotados. Estados Unidos se erige como el gendarme de la región: llamado a intervenir en el conflicto, se queda a vigilar la reconstrucción de Europa, cierto de que, si la región se recupera, será con la bota gringa encima, lista para cobrar para siempre el favor que ha hecho a los europeos.
Europa sufre: las víctimas claman por justicia, la maquinaria alemana de destrucción queda en evidencia, el mundo se da cuenta de la monstruosidad del Tercer Reich, de una magnitud inimaginable, y llega la hora de que las cúpulas del continente reconozcan las culpas que comparten en este desastre.
El cauce natural será la rememoración del ignominioso Tratado de Versalles, en que Alemania fue sometida a la mayor de las humillaciones, y que hoy es reconocido, sin duda, como el peor de los errores, así como el antecedente primigenio de la Segunda Guerra Mundial.
Pero el análisis va más allá: Europa comienza a preguntarse qué es lo que pasa, que se hizo mal, siendo que sólo 500 años antes era la cabeza del mundo, un entorno natural unificado bajo una sola religión y un solo gran gobierno, un “E Pluribus Unum” bajo la égida de la Iglesia Católica y el Sacro Imperio… ¿qué pasó? ¿Cómo llegamos a esta devastación?
La respuesta no es de fácil aliento, pero yo, por lo menos, la vislumbro de la siguiente forma: la Europa Unificada en el Sacro Imperio, autoridad supragubernamental, una especie de Unión Europea de la Edad Media y el Renacimiento, contaba con un aparato fiscal eficiente (para su época) reforzado con un fiero poderío militar, que permitía la mantención de una pax relativa en los territorios bajo su dominio, y más allá. Así las cosas, España, las ciudades francas italianas, Francia e Inglaterra reconocen un dominio particular: si bien no están sometidas al Sacro Imperio, sí reconocen un gobierno único, el del Papa, como superior al de todos los gobernantes de la tierra, y particularmente en el ámbito espiritual; así como reconocen que el Sacro Imperio Romano es la continuación de la casta imperial romana, puerta y medio por el que la civilización y la identidad europeas han tenido formación.
Sin embargo, desde fines del siglo XV se empiezan a vivir aires de cambio, procesos particulares que ya no incluyen a Europa como un todo, y por consiguiente, generan rivalidades y roces entre sus diversos miembros, a saber:
1. El descubrimiento de América: El mérito de la colonización americana es exclusivo de España y Portugal, y más particularmente, de los monarcas de la casa de Trastámara. Es en Isabel La Católica y Fernando de Aragón en quienes reposa el mérito de la nueva colonización, así como en Enrique el Navegante y los monarcas portugueses. Es bajo su mando que España se convierte, como más tarde acuñaría Felipe II, en “el Imperio donde nunca se pone el sol.” El resto, Inglaterra, Francia y Holanda, se suben al carro de la victoria más tarde, cuando la influencia española en el reparto de los territorios decae, y se transforman en verdaderas aves de presa que se lanzan a la conquista de este continente semiabandonado, que contiene demasiado espacio como para ser ocupado por sólo dos países.
El descubrimiento y posterior colonización de América será, en mi opinión, el primer antecedente de la decadencia de la unidad europea, y su influencia saldrá a la luz casi 500 años después, con el proceso de descolonización.
2. La reforma protestante: El levantamiento de Lutero fue la llama que encendió la mecha de los abusos desmesurados del clero católico romano sobre el pueblo y la nobleza. Alemania y Suiza se rebelan con todo contra la autoridad romana, y la debacle se siente fuerte en otras latitudes europeas: Inglaterra, fiel aliado del Papa, se separa de la Iglesia y se une a los protestantes; Suiza, bastión de catolicismo, es fácilmente seducida por Calvino; Francia, hija primogénita de la cristiandad, se ve sacudida por una guerra fratricida que cuesta la vida a cientos de miles, alentada por la Reina Catalina de Médicis. Así, el sueño de la Europa espiritualmente unida se desvanece en las manos del mismísimo Carlos V, cuando los príncipes electores, en la Dieta de Augsburgo, ofrecen su cabeza por la defensa del maestro Lutero y las ideas reformadas.
Así, la Reforma Protestante es el hacha con que se corta la cabeza de la unidad espiritual europea, que antaño representaba la figura del Sumo Pontífice.
3. La Revolución Francesa: Los abusos del Ancien Regime en Francia llevan a una situación sin salida, en que la monarquía es duramente cuestionada y finalmente abolida con violencia inimaginable. El asesinato de Luis XVI y María Antonieta, así como el de muchos nobles, fue un evento traumático en la Europa del Siglo XVIII: marca el fin de una era de gobierno común, en que el continente estaba bajo el mando de una casta única y emparentada que ponía arreglo a sus problemas mediante la llamada “diplomacia matrimonial”; lentamente, se expande la idea de abolir la monarquía, o transformarla en un mero símbolo, resultado que vemos hoy en los países que aún la mantienen como institución.
La Revolución Francesa no hace sino dar el golpe de gracia a la ya cercenada unidad europea, haciendo, finalmente, que la identidad común se escinda en miles de pedazos.
4. La Primera Guerra Mundial: La semilla sembrada por el descubrimiento de América da sus frutos: la Gran Guerra es un conflicto meramente colonial, en que los países europeos se enfrentan, principalmente, por el dominio de las colonias africanas y oceánicas. Su resultado será, lisa y llanamente, la decadencia total de una Europa que se veía auspiciosa en los primeros años del Siglo XX, desembocando en la descolonización de los territorios y a ignominia de Alemania.
5. La Segunda Guerra Mundial: La humillación de Alemania fruto del Tratado de Versalles es una afrenta difícil de olvidar. Ante el flagelo público, las naciones más empobrecidas por causa de la Gran Guerra, a saber, Italia y Alemania, se embarcan en la hermosa pero peligrosa aventura de los nacionalismos, y el resultado es bien conocido: un continente devastado, un pueblo diezmado –Israel-, y dos víctores extranjeros manejando el continente –Estados Unidos y la Unión Soviética-, enfrascados en una posterior guerra de amenazas que termina con la caída del comunismo soviético y la victoria total y única de la potencia americana, que se erige como domina mundi hasta nuestros días.
Ustedes se preguntarán a qué quiero llegar con esto. Ni más ni menos, que a dar una explicación sobre mi punto de vista respecto del renacimiento de Europa, y específicamente de la Unión Europea.
Esta institución nace tras la Segunda Guerra Mundial, Bajo los auspicios de Robert Schuman, canciller francés, como una tímida comunidad para compartir el acero y el carbón de los territorios europeos. Luego va evolucionando, ampliando su aparato a temas más allá de los meramente económicos, e inmiscuyéndose en cuestiones de política, hasta desembocar en el Tratado de la Unión Europea, que convierte a la organización en un verdadero supraestado de naturaleza sui generis, con un secretariado general, un europarlamento con representantes de todos los países firmantes, un poder judicial instituido en el Tribunal de La Haya, e incluso una moneda única, el Euro. La misión de la Unión Europea es la homogeneización económica y política de los países otorgantes que, sin perder su identidad y sentido culturales que les son propios, someten parte de su soberanía a esta gran comunidad en pos del afianzamiento de ideales comunes de justicia y paz para la cuna de occidente.
A pesar de todas esas lindas palabras, el déficit de gobernabilidad de la Unión Europea es el mismo del que adolece el Derecho Internacional, y que termina, en buenas cuentas, siendo su ruina: la falta de una fuerza socialmente organizada y monopolizada que asegure el cumplimiento de las decisiones de esta cúpula paneuropea.
La ruina de Roma se reduce a una sola frase: su aparato militar era más grande que su aparato fiscal. Por tanto, como la conquista militar iba a pasos más avanzados que la reforma fiscal, llega un momento que, al cruzar ciertos límites territoriales, Roma se resquebraja. Es como hacer una pizza. La masa si es compacta, se mantiene unida: pero si la estiramos para hacer una pizza gigante, va a llegar un momento en que se va a romper por la falta de ligazón. Así, el Imperio era gigante, pero tenía un aparato fiscal insuficiente para controlar tanta vastedad de provincias.
La Unión Europea debe haber visto esto, y decidió no repetir el error: hizo crecer su aparato fiscal más allá de lo necesario, pero sin una fuerza organizada que lo legitimase. Se creyó el cuento que nos venden los políticos picantes del Siglo XXI, que todavía recuran que la diplomacia es el remedio para todos los males.
A mayor abundamiento, este déficit nace del temor casi histérico que Europa tiene a la guerra. Después de la Segunda Guerra es tal el trauma europeo, especialmente en Alemania, que los viejos se sienten avergonzados de su país, el ejército está convertido en una tropa de haraganes destinados a tareas burocráticas, la canciller se postra ante el Knesset judío pidiendo perdón por algo que ella no hizo y el desarme europeo es preocupante.
Nos debería parecer muy bueno que haya un desarme, pero esto es un arma de doble filo: si bien las armas no son nunca buenas, insisto en que la diplomacia no resuelve todo, y la amenaza de la fuerza es un disuasivo fuerte para la mantención de la paz, especialmente en un continente que recientemente se revela como culturalmente heterogéneo, saliendo de un régimen de terror como en el caso de Rusia, y amenazado por la nueva morisma terrorista. Luego, la necesidad de una organización militar no diplomática al mando de la Unión Europea se hace de primera necesidad.
Sin un aparato de la especie, las decisiones que ésta tome se basan simplemente en la buena fe de los firmantes. Basta ver el caso del Euro. Cuando se entra en el régimen de moneda única, el Reino Unido se niega a dejar la libra esterlina. Y no hay forma de disuadirlo. ¿Qué va a hacer la Unión? ¿Echar a Inglaterra? Sin Gran Bretaña la Unión se va a las pailas. Bueno hubiera sido, por ejemplo, que se le ofrecieran al país incentivos militares o, in casus extremis, un disuasivo diplomático, pero con un apoyo coercitivo coherente por detrás.
Hay muchos casos en que los acuerdos no sirven, y se hace necesario aplicar la fuerza, o su amenaza, para llegar a decisiones coherentes. ¿De qué sirve crear todo un aparato fiscal, por ejemplo, en torno a una moneda, homogeneizando un mercado financiero vastísimo a un costo de miles de millones de dólares, para que uno de los protagonistas del proceso después se eche para atrás? Así las cosas, el absurdo de la Unión Europea está en su buena fe, nacida del terror sepulcral que tienen a todo lo que signifique bengalas.
A mayor abundamiento, y naciendo con un contenido meramente económico, hoy se empiezan a vislumbrar los problemas, específicamente, en la imposición de sus directivas, lo que finalmente termina relatando el verdadero carácter de Europa, un continente en ruinas, que sin embargo, asienta su base sobre en una supuesta superioridad: la Unión Europea es la joyita de las políticas liberales, pero aún no es capaz de mirar hacia el lado y ver la debacle moral que ha caído sobre el continente.
En suma, y a partir de la directiva que expulsa ipso facto a todos los inmigrantes ilegales de los países de la Unión, dejo la pregunta abierta ¿moralmente, es conveniente ir a formar una vida nueva en una Europa envejecida y desgastada? Mi respuesta es no. El pensamiento y la reflexión lo dejo a los lectores.
El asesinato de la presidenta del Partido Popular Pakistaní, Benazir Bhutto, es un golpe fatal para los esfuerzos democráticos en el Medio Oriente. A pesar que Bhutto era socialista, y que nunca fue de los trigos muy limpios (fue destituida dos veces por cargos de corrupción y se autoexilió en Inglaterra escapando de la justicia de su país), ello no impide, luego de la amnistía que le otorgó el presidente Musharraf, postular a los cargos de representación popular que ella estimase convenientes, habida consideración de que el gobierno del General ha sido un festival de corrupción y autoritarismos sin precedentes en la historia del joven país.
Bhutto nació en una familia acomodada y de fuertes tendencias políticas. Su padre, Zulfikar Ali Bhutto, fue el fundador del PPP y primer ministro del país, hasta su derrocamiento en 1977. Estudió en la Universidad de Harvard, obteniendo un grado en gobierno comparativo (algo así como cientista político), y estudiando luego Filosofía, Ciencias Políticas y Economía en la Universidad de Oxford en Inglaterra. Su padre fue ahorcado en 1979 por el gobierno militar de la época, bajo los cargos de conspiración, a pesar de las múltiples peticiones de clemencias hechas por mandatarios de otras naciones, y en circunstancias sumamente dudosas. Asimismo, dos de sus hermanos fueron también asesinados en extrañas circunstancias.
Fuimos escuchando, desde el regreso de Bhutto a su nación, de los múltiples intentos de asesinato perpetrados en su contra, todos ellos fallidos. Pero, como en todas las cosas, el que la sigue la consigue, y los adjudicatarios de la cabeza de Bhutto fueron, para variar, los miembros del más peligroso grupo terrorista que ha amenazado la estabilidad mundial: Al Qaeda.
El asesinato de Bhutto constituye, y era que no, el asesinato de la democracia pakistaní, que ha dejado a Pervez Musharraf, un tirano de aquellos, en la más absoluta libertad de acción para hacer y deshacer dentro de la nación, y amenazando seriamente la estabilidad en la región, donde Pakistán tiene un peso preponderante, con las amenazas de una guerra civil sin precedentes en la nación islámica.
Sinceramente, me parece que los analistas internacionales no han dado con el palo al gato respecto de las verdaderas causas de la muerte de Bhutto. Mucho se especula de la corrupción que la mujer habría traído consigo, del peligro para la estabilidad de la democracia pakistaní, del rechazo al socialismo, de las maquinaciones de Musharraf, entre otros. La verdadera razón, para mi gusto, es muy simple: Machismo de estado, y en su más brutal forma, la que se manifiesta de la manera más cavernícola imaginable en los países musulmanes.
La morisma, más allá de ser una religión multitudinaria, se convirtió, desde sus comienzos, en una tiranía: bien sabido es que Mahoma era un tirano de siete suelas, que tenía sicarios a su disposición y pasó a muchos de sus opositores a espada. Ello no es raro, puesto que en la Edad Media el fenómeno era bien conocido (hasta algunos papas, como Alejandro VI y León X, tenían algunos caseros para los trabajitos especiales). La religión, en sus tiempos más brutales, siempre se impuso con la fuerza de la espada.
Sin embargo, en un mundo moderno, en que existe el diálogo y el entendimiento y en que hemos heredado el preciadísimo bien de la democracia, el asesinato de una mujer en estas circunstancias es injustificable. En este sentido, Benazir Bhutto era una clara amenaza a la predominancia del machismo en la morisma, situación que se ha impuesto desde el nacimiento de esta doctrina: La mujer debe supeditarse al hombre, llevar un velo castrador (incluso a veces trajes que las tapen de pies a cabeza) e incluso, en los países más radicales, como Arabia Saudita, no mostrar siquiera el tobillo, no pueden votar, no pueden conducir vehículos, y menos tener cualquiera participación en la vida pública. Ni siquiera son ciudadanas de segunda clase, no son ciudadanas, los perros tienen más derechos que ellas, no pueden salir a la calle sin un hombre, nada. Son seres de última clase.
Así, se advierte la amenaza para el fundamentalismo islámico que hubiera significado el nuevo ascenso de Bhutto al poder, en una época en que el fundamentalismo islámico se ha radicalizado más que nunca ante el surgimiento de nefandos líderes como Osama Bin Laden y la horda talibán.
El brutal asesinato de la líder pakistaní constituye un golpe al mundo libre, porque nos pone en la cuenta de que muchos países aún no conocen las bondades de la democracia, y la paz relativa que hemos alcanzado en los últimos años, luego del final de la Guerra Fría, se está diluyendo, y el conflicto se está moviendo hacia el Medio Oriente, donde los valores occidentales han sido continuamente menoscabados y amenazados, para llevar a la región y al mundo al medievalismo más brutal.
Después de haberlo meditado mucho, y de pensar detenidamente en la situación de los diversos lugares de Chile que he visitado, he decidido proclamar a Iquique como la peor ciudad de Chile. Muchos se enojarán por este predicamento, pero tengo razones más que fundadas para pensar esto, las que paso a exponer a continuación.
Este villorrio infesto está plantado en un farellón costero en la mitad del desierto norteño, es decir, en la nada. Ni siquiera hay riquezas naturales útiles. El salitre ya no vale nada, con cueva hay algo de cobre para los cerros lejanos. El emplazamiento de la ciudad es pegado a la costa, con unos 5 kilómetros de ancho y unos 15 de largo. Es un rectángulo donde se apiña toda una red de casas, comercio y gente, que alcanzan una población fija de aproximadamente 150.000 habitantes. Como es claro, la ciudad no da abasto, y las viviendas se apiñan unas encimas de otras.
La población de este caserío apestoso corresponde al típico fenotipo norteño tan bien descrito por el Almirante Merino (que Satán lo tengo en su santo reino): Auquénidos metamorfoseados que aprendieron a hablar pero no a pensar. A más de la carencia de proporción física de los moradores (que es un aspecto subjetivo: por lo menos para mí, son feitos), la gente es tímida y arisca, más bien salvaje, buenos para el trago y para el pito, sin modales ni urbanidad, de poca amabilidad y, lo que es peor, flojos y holgazanes a más no poder.
Cuando llegué a este pueblo no me cabía en la cabeza que el comercio cerrara a las 2 de la tarde y abriera a las 5 porque los empleados se iban a dormir siesta. Y no solamente en el sector servicios, sino también en las oficinas, reparticiones públicas, etc. Hasta los conserjes de los edificios. Eso en el mundo moderno no es concebible. Aún no entiendo, que, llegando a una gran tienda de la ciudad, no haya ningún vendedor que se acerque a atenderme como corresponde: y si uno pregunta, ponen cara de guanaco ofendido y espetan un seco “espéreme un shiquitito que estoy ocupado,” mientras conversan de lo lindo con otro camarada sacavuelta. Es para pegarse un tiro. No puedo comprender que las tiendas del mall cierren y abran a la hora que quieran, que el comercio muera el día domingo (incluso en la Zofri, que tanto alaban, no abren los domingos).
La evidente falta de urbanidad de la gente es abismante. Es como si todos vivieran en una ciudad, pero sin ser parte de ella. Todos vienen de paso y viven en su mundo privado, miran sólo al frente como los caballos. Los peatones no respetan el paso de los autos, los autos no respetan el paso de los peatones. La gente se achoclona en las calles, los vendedores ambulantes abundan, los pordioseros, generalmente curados o drogados, arrecian a toda persona que osa pasar por sus calles, casi amenazándolos para que les entreguen una moneda. Realmente se siente como si la urbanidad les viniera impuesta por la lamentable existencia de un Estado, y no por un verdadero sentido natural de vivir en sociedad, son como animales perdidos en medio de una selva de cemento, sin ningún sentido gregario. Cosa que me parece sumamente rara, habida consideración de la naturaleza social del hombre, que tiende a vivir en comunidades: el iquiqueño es como un lobito solitario, no soporta al del lado, así como tampoco aguanta la vida en sociedad, en cooperación con el prójimo.
Los servicios son sumamente precarios: el agua es cara y escasa, la luz se corta por lo menos un par de veces al mes, hay grandes porciones de la ciudad que ni siquiera están urbanizadas, y para qué hablar de si cuentan con servicios básicos. Los grandes solares de tierra emplazados hacia el oeste de la ciudad no han sido repartidos por la autoridad pública, sino que tomados por la gente para construir precarísimas viviendas, realmente indignas de ser habitadas. Y al gobierno comunal y regional le importa un comino.
Las autoridades no pueden ser más corruptas. La droga está en todas partes, pero los carabineros, policía de investigaciones y hasta los jueces están comprados, en una ciudad donde el poder de las sustancias ilegales es ingente. Luego de casi 30 años de gobierno totalitario de un alcalde populista y corrupto, el choro Soria, que se robó hasta lo que no se podía robar, y que se enriqueció a costa de la pobreza de la gente, de los fondos municipales y del tráfico de influencias, la ciudad está desgastada. Gracias a Dios el desgraciado aquél fue sacado de su cargo y hoy enfrenta a la justicia, que seguramente lo va a declarar inocente, dada la extensa red de sicarios que este señor maneja en vistas a conseguir sus objetivos. Hoy, la nueva alcaldesa, Mirta Dubost, no tiene nada: se encuentra con arcas municipales vacías, un edificio consistorial vendido y demolido con la promesa incumplida de crear uno mejor, con las reparticiones públicas dispersadas por toda la ciudad, sin un céntimo para reparar siquiera un hoyito de la calle, y acosada por un montón de chacales sentados en la mesa del Concejo, listos y dispuestos a repartirse patadas como los animales ante la más ligera provocación.
El tráfico de influencias en la ciudad es abismante: Familias emparentadas entre sí, (Sciaraffias, Gandolfos, Razettos, Sorias, Solaris, Rossis, de Bonis, etc.), al más puro estilo de la Cosa Nostra y la Camorra, que son los depositarios del poder informal, del manejo de las masas y del comercio. Las grandes casas comerciales de la ciudad pertenecen a familias emparentadas de dicha forma, que se enriquecen en oligopolios vergonzosos, hundiendo competencias, comprando a las autoridades, e incluso, en el comercio ilegal de sustancias prohibidas.
Su puerto es una vergüenza, literalmente impresentable: Unos sitiecillos mal agestados, sin calado para recibir siquiera una barcacita pesquera, con una infraestructura que es para llorar a gritos, con los muelles llenos de hoyos, unas grúas picantes que llegan a dar pena, siendo que la ciudad tiene todo el potencial, dada su cercanía con la tribu boliviana, para convertirse en un Terminal de paso de las mercancías que entran y salen hacia dicho país.
La inmigración es un problema serio. La ciudad ha perdido idiosincrasia de una forma brutal, es un pueblo de costumbres eclécticas, no parece chileno. Los peruanos no son un problema, ya que son más educados que los chilenos, respetuosos, de buenas costumbres, muy amables. Los problemas provienen de los bolivianos, que son bastante prepotentes, poco amables, de trato hosco y salvaje. Y para qué hablar de otras gentes. El chino y el hindú proliferan, especialmente llegados de sus patrias lejanas a hacer negocios en Zofri. Dos raleas especializadas en engañar a la gente mediante el comercio, y de costumbres que en nada se condicen con las nuestras. Los chinos dejan en todo lugar que van su estela a wantan y fritanga, mientras que los hindúes se bañan en un pachulí de nana que es capaz de averiar hasta la nariz más insensible.
En suma, si usted quería visitar Iquique en el futuro cercano, le recomiendo que no lo haga. Eso de que es el Miami chileno es más falso que el informe de factibilidad del Transantiago, la Zofri es un monumento a la estafa (en la práctica las cosas salen lo mismo que en el centro), la ciudad es fea y pobre, la gente no es amable ni simpática (si es rubio, lo más probable es que lo miren raro, preferentemente con cara de odio), y perderá tiempo y plata. Mejor pase de largo y váyase a Arica, que es más bonito, o pase derechamente a Tacna, donde la comida es barata y el cholo es sumamente agradable y cariñoso. No, si ya dije yo que este tierral del norte debimos habérselo dado a los peruanos y bolivianos y nosotros quedarnos con la Patagonia, ahora tendríamos mar por los dos lados, petróleo y ciudades bonitas como Ushuaia. No pierda su tiempo este verano, váyase a Villarrica, Valdivia, Chiloé, Argentina o Brasil. O al Caribe. Esta ciudad no es el Caribe chileno. No se acerca ni al callo del dedo meñique del Caribe, váyase al verdadero, ese con arena de coral y aguas turquesa. No a este con aguas negras de mugre y arena con pepas de sandía y melón con vino.
Ayer vimos, en la protesta nacional convocada por la CUT, cómo al Senador Navarro le dieron, en vivo y en directo para todo el país, un manso ni que lumazo en la nuca que lo dejó viendo elefantes rosados.
Más allá de la legitimidad de la marcha de la CUT, que me parece sumamente discutible, creo que es importante referirse a la participación del honorable Senador Alejandro Navarro en esta marcha.
Primero, el Senador Navarro es un senador de gobierno, y si, como él predica, hay que apoyar al gobierno en las buenas y en las malas y cuadrarse con la presidenta siempre, no correspondía ir a una marcha reprobada por el gobierno a mostrar su linda cara frente a los “trabajadores”.
Segundo ¿qué clase de aserrín prensado tiene el senador en su cabeza como para que se le ocurra ir en primera fila a una marcha en contra del gobierno en donde se anunciaron desmanes y acciones de choque? No puede ser que sea tan limitado como para tirarse de guata al riesgo, más aún siendo un senador de la República, una autoridad nacional, una persona que, pro su relevancia para el actuar del país, debería tender a ayudar de otras formas, y no exponiendo al lumazo de un carabinero que sólo cumple su deber, ni a la molotov de algún niñito anarco-estúpido.
Tercero, ¿cómo un senador, un hombre que se supone estudiado, culto, con posibilidades, elegido por el pueblo por su calidad moral (es el ideal, no lo discutamos…), es tan ingenuo como para ir a una marcha de la CUT? ¿Todavía cree que la CUT es de los trabajadores y para los trabajadores? Bruto, francamente. Caer en las mentiras y engaños del Señor Martínez y de la Señora Rozas es de una ingenuidad que raya en lo pueril. Cómo no son capaces de darse cuenta que la cúpula de la CUT no son sino una sarta de timadores y alborotadores que juegan con la voluntad de la gente más humilde, que se llaman “trabajadores” cuando no le han trabajado jamás un peso a nadie porque viven de la teta de la Concerta, y que más encima muerden las manos que les dan de comer, los empresarios, la mayoría de ellos pequeños, y que algunos de ellos son capaces de hasta privarse del pan en sus mesas para pagar un sueldo digno a sus trabajadores.
La CUT, y esto no es ninguna novedad, no es sino una organización alborotadora que busca crear caos social para que sus desmedidas demandas sean atendidas. No echemos la culpa a los empresarios, echemos la culpa al gobierno, que es el que se ha negado a repartir de forma justa la torta del crecimiento entre todos los chilenos.
Es evidente que la gente tiene todo el derecho a manifestarse, y de la forma más pacífica posible, pero no es aceptable que personas que juegan con la voluntad del pueblo vengan a destruir nuestras ciudades por el hecho de no estar contentos con los empresarios ni con las personas que están en el poder. Para eso Chile es un país destacado por su estado de Derecho (más allá de los que digan algunos aprovechadores), en que las peticiones de la gente son escuchadas de forma clara, se oye la voz del pueblo, pero por los canales sociales que corresponden. No es posible que para hacerse oír, la gente tenga que destruir las cosas. Para eso están los parlamentarios populistas y demagogos como el Señor Navarro (¿ven? son útiles por lo menos), para poner esos temas en el tapete y trabajar junto al gobierno para su resolución.
Pero no, en vez de usar su poder e influencia en el Congreso para discutir los temas como la gente, el matita de arrayán florido se tiene que ir a meter a la protesta, a aparecer en la tele, mojado por el guanaco, llorando por las lacrimógenas, hablando de la violencia de Carabineros, y no de lo problemas que a la gente le interesan. Y el lumazo en la cabeza es un premio, porque así terminó de hacerse famoso, salió por lo menos un minuto en todos los noticieros centrales durante dos días, y después sale mostrando los puntos y pidiendo por favor que no den de baja al pobre paco que le pegó.
Claro que no lo tienen que dar de baja. Al contrario, deberían felicitarlo, porque, primero, le dio otros 15 minutos de fama a Navarro (para variar), y segundo, porque ese lumazo fueron tres puntos buenos, excelentemente bien puesto. ¿Qué tiene que hacer Navarro en una protesta? Debería estar viéndola por la tele o en el Senado discutiendo los temas que son relevantes para el país, como la reforma provisional, el salario ético y todas esas cosas. Pero es aquí donde demuestra el Senador Navarro su vocación popular, quizás demasiada. Le gusta ser el figurón del Congreso, y para eso no tiene ningún empacho para mezclarse con vándalos y con los flojos profesionales de la cúpula de la CUT y salir con la camisa mojada y llorando por las lacrimógenas, con tal de ganarse unos segunditos en la tele.
Senador: Váyase de payaso al Circo de los Tachuelas o al Morandé con Compañía, demás que así alcanza lo que tanto le gusta, la farándula. Y aproveche de cerrar la puerta del Senado por fuera, que el pueblo no quiere a figurines inútiles dentro de la sede legislativa.
La doctrina luterana da un papel fundamental a la gracia, entendida como la infusión de Dios que opera en los hombres para su conversión y su superación. Yo no comparto este papel, sino que me quedo con la atribución que de ella hace el catolicismo (como no estoy sometido a dogma, a los luteranos les da lo mismo que yo piense así).
La gracia, en la doctrina católica, puede ser operante o cooperante. La gracia operante es aquella infusión espiritual que eleva al hombre por sí mismo, sin que éste haga nada por su parte. Por ejemplo, para los católicos el bautismo es una forma de actuación de la gracia operante, porque sin ningún esfuerzo, el sacramento santifica y eleva al recipiente. Por otra parte, la gracia cooperante es aquella infusión espiritual que debe ser acompañada de la acción del hombre. En términos simples, reacciona sólo cuando hay voluntad del hombre en recibirla. Por ejemplo, para poder recibir la gracia del amor, hay que también hacer un esfuerzo humano por amar.
Para Lutero, la gracia es sólo operante. Ello por una explicación con sentido simple. La doctrina protestante sostiene que el hombre es incapaz de hacer las cosas bien por sí mismo, que es imposible que alcance la perfección, y que todas las buenas cosas que de él emanan son obra de la sola gracia de Dios, porque el hombre es intrínsecamente incapaz. Esta es una doctrina negativista que comprendo, pero no comparto.
Soy más partidario de la noción tomista-aristotélica de la gracia (que Lutero rechazó por el odio infundado y desmesurado que tenía a la escolástica) que de la doctrina más bien patrística que defiende el reformador.
Creo que el hombre es incapaz de alcanzar la perfección, pero igual Cristo le manda “sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”: es decir, hay por lo menos un mandato de superación, y que no consta sólo en las Sagradas Escrituras, sino que cruza de forma transversal toda la historia humana. Es de la superación y de la búsqueda de la perfección de donde vienen los avances del hombre. Y de ello no creo que sea posible colegir que la gracia de Dios ha actuado por sí sola en este ámbito, es como decir que todos los científicos, al crear cosas favorables a la humanidad, hayan estado en un éxtasis místico viendo a Dios, cosa que es absurda. Pero que Dios coopera en las buenas obras de los hombres, creo que es un hecho innegable para los cristianos, por lo menos.
Pero lo que más rescato de la doctrina de Lutero, es su punto medio: Su acción y pensamiento en esta materia rescata en el mundo moderno, ante el fenómeno de incredulidad general que aqueja a la sociedad, la idea de que Dios no es un ser ausente, que viva preocupado de sus asuntos y no se acuerde de su creación. Muy por el contrario, es su presencia la que vivifica el actuar del hombre, lo purifica y lo hace agradable y presentable ante sus ojos. Es como si nos pasara dos hojas, una con la prueba y la otra con las respuestas para que rellenemos. Nuestra tarea es rellenar la prueba, pero las respuestas están dadas.
Dios, además de actuar de forma sola en la purificación de las obras humanas, también, a mi parecer, precisa del esfuerzo humano para poder hacer esto. Porque si el hombre no tiene obras que dar, Dios no las puede mejorar. Pero coincido en que el hombre por sí mismo es incapaz de toda obra virtuosa (en términos puros), porque es un ser que tiende a la falla, pero que a la vez aprende de los errores y es perfectible, de modo que es capaz de mejorar, y con creces todo lo que va haciendo en cada paso de su vida.
Creo, sin temor a equivocarme, que el punto más importante de la doctrina de Lutero es la justificación por la fe. El hombre no se santifica por sus buenas obras, sino por tener fe. La fe es un don personal, que nos permite vivir en comunión con Dios, comprenderlo y amarlo. Es la certeza de que Dios existe y está en nuestro camino para ayudarnos, y que al mismo tiempo, nosotros somos instrumentos de su voluntad en este mundo.
Sin embargo, esta no es una fe vacía, como la piensan muchos detractores de la doctrina de Lutero. El poner cara de santo no basta. La fe conlleva mucho más, en especial las obras. Pero la principal diferencia con el catolicismo es que aquí la fe no convive con las obras de salvación, sino que las obras son un producto exclusivo de la fe. La fe es un don primario, que hace que florezcan muchas más cosas. Y entre ellas, están las buenas obras. El que es bueno, es bueno porque tiene fe, porque ve a Dios y a sí mismo en el reflejo de los demás, y los ama como ama a Dios y a sí mismo.
Al mismo tiempo, la fe no es un don privativo. No siempre se nace con la fe. Ella es un músculo, que al igual que el amor, se debe trabajar para que dé abundantes frutos. Ella se entrena con la oración, con las obras, con el contacto personal con Dios, con la contemplación del Creador en la naturaleza. Y a más fe, más obras. Esto es muy importante, porque la fe sin obras es una fe muerta, como dice San Pablo. Y no porque vayan de la mano, sino por una relación causa-efecto: sin obras, no hay fe, la fe está muerta, porque es su verdadera presencia la que genera las buenas obras, que son las que permiten la salvación.
La justificación por la fe es el don que nos ha dado Cristo al morir en la Cruz. Si antes debíamos, además de tener fe, vencer al pecado, Cristo ha completado la segunda tarea por nosotros. Al vencer al pecado con el derramamiento de su sangre, nos ha dejado la tarea fácil, pero que a la vez tiene sus dificultades: creer en Él como el Dios Vivo, como el Hijo del Padre que ha venido a redimirnos. Y ello es difícil, especialmente en un mundo que nos tienta constantemente en sentido contrario, creando hologramas de dioses efímeros en los que centrar nuestra atención, y mostrándonos falsamente que Dios no existe, que es un mero invento del hombre para justificar su esclavitud. Respeto mucho a los que así piensan, pero, en mi caso personal, creo que basta fijarse en la naturaleza para ver que Dios existe. Basta ver el orden como está creado el mundo, la naturaleza de las cosas, la lógica de nuestras vidas, para darse cuenta fehacientemente que hay una orientación natural de todas las cosas hacia un creador, que el mundo no se ha creado solo.
Así las cosas, Dios no nos pide santidad, no nos pide castidad, no nos pide privaciones, no nos pide odiar, no nos pide discriminar: sólo nos pide creer, abrir las puertas de nuestros corazones para que él pueda depositar la semilla de la fe. Y de esta semilla, Él hace crecer frutos de gracia y de buenas obras.
Tras un tiempo considerable de aridez espiritual, donde a pesar de ver a Dios en todas las cosas, como siempre ha sido mi filosofía, no encontraba explicación a muchas doctrinas en las que fui educado en el seno de la Iglesia Católica, me encontré con los escritos de Martín Lutero, un misterioso monje agustino que hace casi 500 años se hizo las mismas preguntas que yo.
¿Por qué, si Cristo vino a salvarnos, tenemos que salvarnos nosotros mismos con nuestras obras? ¿O sea, además de haber sido salvado por Jesús, tengo que pagar precios extra por el regalo que se me da? ¿Por qué existe una jerarquía para llegar a Dios? ¿Por qué, si Cristo ha perdonado mis pecados, tengo que confesarme con intermediarios? ¿Por qué, si el matrimonio es un sacramento bendecido por Dios, sus ministros se ven privados de él? ¿Qué de malo hicieron las mujeres que no pueden sacerdotes? ¿Por qué nuestra creencia en Dios debe estar supeditada a una supuesta “revelación” fuera de las Sagradas Escrituras? ¿Por qué, si Dios es uno y omnipotente, tengo que rezar a una pléyade de santos para que me ayuden? ¿Por qué, si el Papa es un hombre como tú o como yo, es infalible? ¿Acaso hay otros seres perfectos aparte de Dios? ¿Por qué, si Dios vino a liberarme con su verdad, debo tener una policía de sotana revisando lo que debo o no debo pensar?
Lutero, en mi humilde opinión, fue un visionario incomprendido. Un monje atribulado por los pesos que la Iglesia le ponía encima, un pensador que vio, de buena fe, una forma de cambiar los excesos de una institución que día a día se alejaba del mensaje que Cristo nos dejó, y se dejaba obnubilar por el brillo de las monedas en sus arcas, haciendo de la religión un gremio más entre todos los trabajos lucrativos que se estilaban en la época, haciendo del sacerdocio una institución sacrosanta, en que sus miembros gozaban de las más altas dignidades, como especies de semidioses infalibles, olvidándose que Cristo los mandó a servir y no a ser servidos.
Así las cosas, este “borracho alemán”, como lo llamó León X, protestó contra lo establecido, y buscó un nuevo orden en que la preeminencia no correspondiera ni al Papa, ni a los cardenales, ni a los sacerdotes, ni a los santos de todas las clases y layas que hay, sino a CRISTO.
Lo que más me impresiona de Lutero es que fue un hombre NORMAL. No era un ser sacrosanto, ni una eminencia en moralidad, ni un ejemplo de ética. Simplemente era un hombre que no estaba satisfecho con las respuestas que el catolicismo le daba y que, al ver que Dios le daba la razón mediante infinidad de signos, decidió buscar sus propias respuestas y compartirlas con el mundo. Y en muchas cosas se equivocó, especialmente porque dejó que su conflicto se politizara y por la ácida crítica que hace de los judíos, dejando a Hitler como un niño de pecho. Y claro que era pecador. Pero que su teología es novedosa, es innegable.
Lutero fue un hombre que luchó hasta el último día de su vida por lo que creía. Fue un verdadero predicador, un hombre que decidió salir a la calle a predicar el mensaje de Cristo sin pedir nada a cambio, un hombre que, sin abandonar las obligaciones que le imponía Dios, también supo satisfacer sus obligaciones terrenales. Se casó con Catalina de Bora (una monja conversa), tuvo cuatro hijos, y fueron una familia muy feliz; tuvo amigos, tomaba, hacia vida social y también ayudaba a los pobres. Amaba la música, y sabía tocar el laúd con pericia, además de cantar como ninguno. No fue en nada distinto a lo que son las personas comunes y corrientes de hoy
De un tiempo a esta parte he venido experimentando un cambio de pensamiento bastante radical en torno a mis concepciones religiosas, que me ha llevado a alejarme de la Iglesia Católica, con todo el respeto que le tengo, y buscar nuevos caminos en la comprensión de Dios.
La base principal de mi teosofía ha sido y siempre será Cristo. Creo de forma convencida que Cristo es el hijo del Padre, verdadero Dios y verdadero hombre, que se ha acercado voluntariamente al género humano para redimirlo de sus pecados y concederle la gracia de la vida eterna, habiéndose sacrificado por nosotros mediante la muerte en Cruz, regalándonos la gracia de la inmortalidad en su Resurrección y la esperanza de la Vida Eterna en su ascensión a los cielos.
Sin embargo, su mensaje ha sido distorsionado de forma grave durante más de dos milenios. En su nombre se ha guerreado, siendo que vino a dejarnos paz; en su nombre se ha discriminado y alentado la intolerancia, siendo que vino a decirnos que nos amáramos los unos a los otros; en su nombre se han impuesto dogmas inconexos y se ha esclavizado gente, siendo que vino a hacernos libres con la verdad; en su nombre se ha odiado, obviando que su principal mensaje fue el AMOR.
Además, siempre me molestó del Catolicismo (más bien de los católicos) su maleabilidad: decir “yo soy católico” no tiene ninguna importancia, salvo para el censo, en que hay que decirlo para hacer estadísticas. Para el católico promedio no tiene ninguna importancia ser revestido de tal condición, salvo para la primera comunión (en que hay que poner bonito al cabro chico para que los compañeritos no se burlen) y el matrimonio (en que todo tiene que estar casi como si fuera una ceremonia de los premios Oscar). De la misa ni hablar. Es un mero trámite lleno de formulismos poco claros, a la que la mayoría de la gente va porque se lo exigen o porque las culpas internas lo carcomen. Si preguntas “¿por qué eres católico?” es como si les metieras un ají en el poto, no saben que responder, se enredan enteros: “Porque creo en Cristo” (hay que ser tonto para no creer en Jesús, si es un hecho históricamente comprobado que existió); “Porque creo en la Virgen” (ahora la Virgen María es Dios…); “Porque me cae bien el Papa” (no comments…); o el típico “porque me criaron así” (¿voluntad de autodeterminación?). Así no hay religión que valga.
Esa falta de pensamiento y de determinación me enferman, es una necesidad generalizada e ingente de ser dirigidos por una persona superior, que moldee nuestros actos y voluntades en la vida exterior; pero cuando estamos en la privacidad, los mismos católicos se enojan porque no cachan qué cresta es un dogma, porque el Papa les dirige las vidas, porque tienen que ir a Misa, etc… y después dicen que son católicos, “pero a mi manera”. Las pinzas, se es o no se es, y no es pecado no ser católico, cual es el afán de encasillarse…
Otro de los grandes problemas que siempre tuve con la Iglesia Católica es lo que yo llamo (o muchos llaman) la “doctrina de la culpa”. Esa manía del católico de culparse, de flagelarse en el pecado. Todos somos pecadores, y mucho, todos cometemos errores, y no existe quien tenga una vida sin pecado. Pero de ahí a andar torturándose por ser pecador, ir a misa porque me carcome la culpa, una culpa que no tengo, tener que ir a confesarme con un cura igual o más pecador que yo, y que más encima tiene la tupé de mandarme al carajo cuando le digo que me acosté con una mina… o sea, es mucho. Inaceptable. No porque él sea un reprimido sexual tiene que condenarme al infierno por satisfacer mis necesidades biológicas. El pecado es una realidad humana, el que no peca no vive, y hay que aceptarlo. Si uno no se puede culpar por comer (porque o si no se muere), menos se puede culpar por ser pecador, porque si no lo fuera tendría alitas en la espalda y volaría por el cielo tocando arpa con una túnica blanca y cara de marica.
Entiendo que no es culpa del católico mismo, sino de una jerarquía que se ha acostumbrado a mandarlo donde Don Sata cada media hora por cada cosa que dice, piensa o hace. Si la realidad escatológica fuera así, con Jesús en el Cielo se quedarían la Virgen y Pinochet (como él decía, “yo soy un santo…). Además el mismo Cristo nos dijo “el que esté libre de pecado, que lance la primera piedra”, así que el único que tiene derecho a lanzarme la primera piedra y hacerme reconocer mi condición de pecador es Él. Y lo hace frecuentemente. Y como Dios es ubicuo, no necesita hacer delegación de facultades en un cura, que más lo que me reta que lo que me ayuda, para saber mis pecados. Si Dios es atemporal, ya sabe mis pecados antes que los cometa, y si murió para salvarme de mis pecados, ya me los ha perdonado antes que los haya cometido. Y personalmente: no necesito la bendición de nadie para saberme perdonado y querido por Dios.
Me he propuesto escribir una serie de artículos sobre religión, especialmente enfocado en el especial proceso de conversión que estoy viviendo, que me gustaría compartir, en especial para los que están aburridos de llamarse católicos.
Así que dentro de poco voy a ir escribiendo sobre el tema de a pedacitos, para que no sea una cosa larga y tediosa de leer .
Esta semana, la noticia judicial más relevante fue el juicio oral en el caso de la doctora Ivonne Jäger, acusada del delito culposo de parricidio contra su hijo Andrés Vienne Jäger. Ayer se dio a conocer la sentencia en la causa, y la doctora Jäger salió absuelta. El fallo destaca, entre otras cosas, que el sumario hecho por el Servicio de Salud de Puerto Montt, donde se produjeron los hechos materia de la acusación, absolvió a la Doctora Jäger de toda responsabilidad, y atribuyó el deterioro de Andrés Vienne a la negligencia de lo médicos que debieron estar a cargo de la UCI en ese momento; que en la acusación ni en documento alguno de la carpeta de investigación consta el medicamento que supuestamente fue utilizado por la Dra. Para “envenenar” a su hijo, “circunstancia que basta por sí misma para desechar la imputación”, a juicio de los senteciadores; tampoco se logró acreditar ni la acción, ni el resultado típico, ni el nexo causal entre ambas circunstancias, “sino sólo el hecho que la salud del joven se deterioró debido a circunstancias indeterminadas”; y que la deposición hecha por testigos y peritos de la defensa fue del todo coherente para crear la convicción de la inocencia de la Dra. Jäger.
Así las cosas, queda fehacientemente demostrado, por la vía judicial, que la Dra. Jäger no intentó matar a su hijo, hasta el punto que el tribunal no sólo no pudo adquirir la convicción más allá de toda duda razonable de la efectiva verificación del hecho punible, sino que, como dice la sentencia, se creó la convicción de inocencia de la acusada.
Y con bastante razón. Las pruebas fueron insuficientes y las estrategias usadas por la Fiscalía fueron incorrectas, lo que demuestra, más allá de un cierto grado de impericia en las actuaciones de la Fiscalía, que aquí hubo gato encerrado. Ningún fiscal con la mediana diligencia exigida para ejercer tan importante cargo es capaz de formular una acusación sin tener las pruebas básicas suficientes, como la identificación de la sustancia que la imputada usó para el delito (eso se verifica con un simple examen de sangre a la víctima, o con una biopsia). Si no se cumplen estos requisitos, el fiscal siempre tiene las salidas del Art. 249 del CPP letras a) y c), vale decir, la petición de sobreseimiento y la facultad de no perseverar en el procedimiento, que le permiten, o desechar la imputación, o recabar nuevos antecedentes para la acusación, respectivamente.
Luego del revuelo de prensa, y del trato vejatorio que recibió la inocentísima Dra. Jäger, que la marcará para toda su vida (y que no tiene por dónde ser culpable a la luz de las pruebas presentadas por la Fiscalía), creo que es importante destacar dos temas bien peliagudos del nuevo proceso penal: el antejuicio de los medios y el síndrome del “fiscal farandulero”.
La reforma procesal penal establece, como uno de los pilares fundamentales del sistema, la publicidad del proceso, salvo razones graves. Este principio de publicidad de las actuaciones judiciales en el proceso penal permite que los medios tengan amplio acceso tanto a las audiencias como a la carpeta de investigación, ambas públicas salvo resolución judicial o del fiscal en contrario.
Ello acarrea ciertos problemas que no derivan del sistema penal, sino de la sesgada concepción de los periodistas, que todavía creen que están en un proceso inquisitivo, donde los supuestos bajo los que llegaba el inculpado a las instancias finales eran bastante distintos, partiendo porque, en la práctica, el acusado debía probar su inocencia. Ello es distinto en el sistema actual, donde la presunción de inocencia se proyecta tanto como una base del juicio, en el cual se debe romper dicho paradigma con una convicción más allá de toda duda razonable, y, principalmente (y para pesar del morbo periodístico) como regla de trato, vale decir, el imputado tiene derecho a ser tratado, en todo momento y por toda persona, como inocente; la vulneración de este derecho debe llevar inevitablemente a que el juez de garantía, de oficio o a petición de parte, aplique las medidas de cautela de garantías que estime convenientes para blindar la presunción de inocencia a toda costa. Y si no es posible, puede suspender el procedimiento hasta que se reúnan las condiciones.
En base a esto, también podemos decir que hubo una mala actuación del juez de garantía respectivo, que al ver el ataque despiadado al que era sometida la doctora Jäger aún antes de su juicio, debió suspender el procedimiento o tomar las medidas que estimare pertinentes para que la presunción de inocencia fuera respetada (parcialmente lo hizo al forzar la formalización, cosa que explicaré más adelante). Pero peor fue la actuación del Fiscal, que en virtud del principio de objetividad en la investigación debió haber pedido él mismo las medidas tendientes a esta protección, e incluso haber puesto él mismo coto a la prensa para que dejara de husmear en la investigación.
Al contrario, el fiscal a cargo de la causa, el abogado Marcelo Maldonado, apareció en cuanto diario y programa de televisión lo invitaron, hablando en abiertos y duros términos de la causa que llevaba, sin percibir que era él mismo el que estaba faltando tanto a la ética profesional del abogado, al hacer aseveraciones sin ningún asidero, como decir a la prensa que habían sustancias extrañas en el cuerpo de la presunta víctima, sin señalar ni aún en la acusación el resultado de la supuesta pericia; y segundo, al principio de objetividad, por el cual la denuncia debe investigarla de forma íntegra, viendo los elementos de culpa tanto como los elementos de eximición.
Por otra parte, la “variedad e imprecisión” de la acusación del fiscal, de la que acusa la sentencia, se manifiesta durante todo el proceso, partiendo por el hecho que hubo audiencias de cautela de garantías antes de la formalización. Eso, en buenas cuentas, significa que la doctora Jäger estaba siendo pateada en el piso tanto por la prensa como por el fiscal aún antes de saber de qué cresta la estaban acusando. Aún más grave, se allanó su consulta y su casa sin saber por qué se le estaba acusando, y sin ser formalizada. Y nadie le supo informar hasta que la defensa tuvo que “forzar” la formalización con un audiencia de cautela de garantías, porque además el fiscal Maldonado había ordenado el secreto de la investigación. Esa sí que es linda.
Como muy bien ha dicho el diputado Fidel Espinoza, “fue un escándalo cómo se llevó el caso Jäger”. Partiendo por lo antedicho, todo esto parece un tongo muy bien armado por la colusión entre el fiscal Maldonado, Andrés Vienne, la víctima, y la familia del difunto marido de la dra. Jäger, Oscar Vienne. Ello, a mi parecer, queda bien clarito en actuaciones poco claras dentro y fuera del proceso, como fue la perseverancia del Ministerio Público en la acusación más allá del categórico resultado del sumario del SEREMI de Salud de la Región de Los Lagos, que liberó a la doctora de toda responsabilidad; por otra parte, la sorpresiva formalización de la Dra. Jäger, antes del juicio oral, por el presunto delito de parricidio de su marido, en los mismos términos en que supuestamente atacó a su hijo, todo ello con el claro objeto de impresionar a la opinión pública y a los integrantes de la sala encargada de fallar el juicio oral en miras a acreditar indirectamente la conducta de la imputada; y a mayor abundamiento, la situación de su hijo “víctima”, fuertemente influenciado por la familia de su padre, que manifiesta, por lo menos en los medios, un odio fuerte hacia su madre, alegando que ella lo tiene “abandonado”, cosa que quizás es cierta, lo que podría haber influido en la decisión del mismo –cuya “profesión” es hacer piercings (saque sus conclusiones)- de actuar malamente contra su madre en tan graves términos. Evidentemente estuvo mal asesorado.
En lo que sí discrepo con Fidel Espinoza (estos parlamentarios de repente se van al chancho al abordar estos casos) es en su intención de presentar un proyecto para castigar a los fiscales que presenten acusaciones maliciosas. Ello es absolutamente improcedente a mi parecer, por dos razones: Primero, existe la responsabilidad disciplinaria de los fiscales regulada en la Ley del Ministerio Público; y segundo, existen ciertos delitos a los que también están expuestos los fiscales, como el del Art. 211 del CP, denuncia calumniosa, o el 269 ter, ocultamiento de antecedentes por parte del fiscal,tramitándose ambos en el procedimiento especial de querella de capítulos.
Creo que este caso sienta una “jurisprudencia” bastante especial, en dos ámbitos: En primer lugar, son los jueces los que juzgan, no los medios, que deben cumplir su deber de informar sin emitir antejuicios, de modo que la información llegue lo menos contaminada posible a sus destinatarios; y segundo, los fiscales tienen que ser cautelosos aún más que el simple abogado, pues ellos desempeñan una labor de persecución penal pública, debiendo ponderar el hecho que cada una de sus palabras le puede jugar en contra en el futuro, y por lo tanto, deben dejar de lado sus consideraciones personales y sus ansias de figuración (tan propias del ser humano), para ser lo más objetivos y criteriosos que les sea posible, puesto que llevan a cabo una función de repercusión social tremenda, como es la investigación de los delitos, ya que así como algunos se pueden hacer famosos, como el Fiscal Marcelo Maldonado, otros pueden quedar con sus vidas truncadas para siempre por una falsa acusación, como la Dra. Ivonne Jäger.
Quien lo diria. Aquel bullado y fracasado proyecto si tiene su lado positivo, pero claramente no es el que las autoridades buscaban con el. Mas aun, a muy a pesar de estas, la gente es hoy en dia mas rica que antes.
Por qué se preguntaran ustedes (o tal vez no pero da lo mismo), qué es lo que hace que los habitantes del populoso Santiago sean mas ricos que antes. Tuve la misma inquietud anoche mientras miraba Tolerancia Cero, y el motivo es el siguiente.
Esta mas que comprobada la cuasi gratuidad del sistema de transporte publico, a traves de las millones de evasiones diarias de sus usuarios, los no pagos, las subidas por la puerta de atras, las tarjetas Bip! que no funcionan o que los lectores dan error, multiples motivos por los cuales el Transantiago a pasado a ser libre para las personas.
Llendo al fondo, esta gratuidad hace que los usuarios se ahorren aproximadamente $20.000 cada mes. Evidentemente, es dinero con el cual no contaban, lo que se transforma en un crecimiento del poder adquisitivo de el pueblo metropolitano.
Lo que hace interesante esto, es que al aumentar el poder adquisitivo de la gente, ella comienza a consumir mas, adquiriendo bienes y servicios que mejoran sus condiciones de vida. Ya no compran 1 kilo de pan, sino que 2; ya no toman agua, sino que pueden comprar jugo, etc. Miles de elementos hacen que esos $20.000 se transformen en una mejoria para muchas familias que nunca pudieron darse "lujos" y que ahora los hace sonreir.
Que va a pasar una vez que se regularice el sistema, y les cobren $500 cada vez que se suban a una micro? Nadie lo sabe. Lo que si se sabe esque es peor que perder ese dinero con el cual contaban mes a mes, sino que van a lograr que nuestra gente vuelva a sentirse pobre.
¿Como solucionar el problema? ¿Como convencer a la gente que ya no podran contar mas con esta mejor calidad de vida? Eso es un problema con el que tendra que lidiar nuestro querido gobierno...Sin duda alguna es algo que deberian haber pensado antes al haber hecho semejante estupidez.
En mi lectura de prensa de esta tarde, vi una noticia que me llamó mucho la atención: Blogueros de todo el mundo se han unido en una cruzada para que Paris Hilton, la peliteñida heredera del imperio hotelero y niña mimada del jet set hollywoodense, sea liberada de prisión, luego de caer tras las rejas por manejar irresponsablemente en reiteradas oportunidades y sin un licencia de conducir.
Muchos argumentan que la beoda celebridad “no se merece esto”, que “ha dado mucho al planeta” (aparte de la media hora en cada programa de farándula mundial por supuesto), e incluso piden firmas para una carta para el Gobernador Schwarzenegger, apoyando la liberación de la blonda ricachona.
No puedo dejar de reírme de los argumentos para la liberación de esta mujercita, que, a mi parecer, se merece algo más que la cárcel, partiendo por que su papá le dé un buen rosario de cachuchazos para que se dé cuenta de lo que hace. Encuentro totalmente justo que esté en la cárcel pagando por sus culpas a la sociedad. Y después deberían mandarla a un reformatorio, o por último suspenderle la licencia de conducr de por vida. No puede ser que por el hecho de ser heredera de un imperio o dar que hablar a la farándula norteamericana, esté eximida de pagar sus culpas a la sociedad como el resto de los mortales.
Lo que se ha hecho con mandarla a la cárcel es un ejemplo. Primero, es un ejemplo de la dureza legal en EE.UU., que demuestra que todas las personas son iguales ante la ley, y tienen los mismos derechos y obligaciones. Segundo, es un ejemplo para todos esos niñtos mimados que aceleran por las calles de Malibú en autos último modelo regalados por sus multimillonarios padres, para que se pongan las pilas y no hagan leseras. Y aquí en Chile deberíamos hacer lo mismo. Enseñarles a todos esos jóvenes que manejan a temprana edad, a moderar su consumo de alcohol, drogas, etc., mientras conducen.
Es impresionante como en Chile, del total de accidentes de tránsito que podemos ver en los noticiarios, más o menos la mitad son protagonizados por jóvenes conductores, de no más de 25 años, y casi todos ellos en manifiesto estado de ebriedad o bajo efectos de sustancias sicotrópicas e ilegales. Conozco a varios que se han matado en estas trágicas circunstancias. Las penas deberían ser notablemente más severas para las personas que conducen en estas condiciones, y los padres debieran ser más cuidadosos y prudentes al decidir si regalarán un auto a su hijo. Creo que tendría que merecerlo, ser responsable, no tomar, ser prudente. Pero conozco tantos huevones y huevonas que con suerte saben caminar, y ya andan con el poto montado en cuatro ruedas, poniendo en peligro su vida todos los días. Creo que es más sensato que anden en micro, hasta los choferes son menos bestias que estos sujetillos.
Así las cosas, que los amigos y correligionarios de la Hilton no la celebren tanto, lo que hizo ella es una irresponsabilidad del porte de su imperio, puso en riesgo su vida y la de muchas personas que, afortunadamente, no se toparon en su aciago camino.
Y mientras tanto, ojalá pase los 45 días con el bucito naranja y llorando como magdalena en una celda de 2x2, para que se dé cuenta de la barrabasada que hizo y de alguna vez por todas se le aparezca una virgencita (o un fiscal) para que enmiende su torcido rumbo. Y ojalá dejen de molestarla en los programas de farándula, que sólo ver su cara de rica-pero-estúpida me da una diarrea de la puta madre.
Y finalmente, cuando se suban al auto de un amigo, no sólo hay que ver si está tomado o no: hay algunos que hasta sobrios son peligrosos. Basta revisar el historial del sujeto para saber si es un bestia o no. En caso que lo sea, más vale irse en cromi o en taxi. Más vale perder un minuto en la vida… que morir por culpa de un bestia. Y si tú, caro lector, eres el bestia, mejor vende tu auto y guarda la plata para otras cosas, porque no sirves para el mundo de los automovilistas. Crece, madura, y quizás (con suerte) se te pase lo barraco.
En realidad no quiero parecer monótono con el tema, pero en realidad me ha afectado en lo más profundo de mi alma. Me parece una tiranía, me parece una bajeza, me parece un atropello a la democracia mundial. Y me refiero nada más ni nada que (de nuevo) al cierre de Radio Caracas Televisión. Me afecta su lucha, me afecta la canallada que les han hecho. Y ahora navegando por Internet, me encontré con que siguen luchando. Empezarán pronto a transmitir por cable, y transmiten su noticiario central, todos los días, por YouTube (www.youtube.com/elobservadorenlinea), demostrando su perseverancia en la lucha por la libertad de prensa en Venezuela.
Revisando la página de Internet de RCTV, encontré una carta de la escritora Valentina Párraga, ex guionista de Radio Caracas, que hace una elocuente crítica a la medida del dictador, y realiza una apología soberbia de la lucha de todos los venezolanos por recuperar su libertad.
Valentina Párraga: "Chávez ahora es el villano"
La reconocida escritora Valentina Párraga escribió a Radio Caracas Televisión y al Presidente de la República, el pasado lunes, un día después del cese de nuestras transmisiones. Allí no sólo expresó sus sentimientos para con el canal sino su crítica ante la arbitraria medida. Estas fueron sus palabras:
Anoche (27 de mayo de 2007) cerraron mi Radio Caracas televisión, la mía, la de todos los Venezolanos. Por ella hemos llorado con la impotencia y el dolor ser testigos de una ejecución sin apelaciones.
Radio Caracas Televisión es parte vital de mi pequeña historia. Trabajé ocho felices años en ella. Fue la planta donde se me dio una total libertad de creación para mis telenovelas, y donde disfruté del compañerismo y la calidad profesional de mis amigos en cada uno de los proyectos que emprendimos. Estoy muy orgullosa de pertenecer a esa familia que anoche mostró su dolor ante un cierre injusto, pero sobre todo mostró su dignidad y entereza al mundo entero.
Radio Caracas es mucho más que una postura política. Ella está en nuestro día a día, tan nuestra como la arepa y el café en la mañana.
Nuestro imaginario como país fue moldeado en mucha medida por el canal de Barcenas, y eso es lo que no le perdonan estos "idearios del hombre nuevo".
Anoche desgarraron la memoria nacional, y eso se paga. El Atila nacional y sus hunos quieren acabar con una empresa que ha funcionado bien por 53 años, porque todo lo que funcione bien les refleja en contraste su total ineficiencia…
Cierran RCTV y en su momento si pueden, cerrarán Globovisión porque son los únicos medios audiovisuales que se paran frente al gendarme y sus secuaces para recordarles que están en el poder para servir a un pueblo y hacerlo prosperar, y no para ser servidos y medrar con sus riquezas.
Y en un intento de torpe disimulo, el gobierno forajido pone en lugar de Radio Caracas a otro canal tan depauperado como el actual VTV o los demás canaluchos que ha abierto el comandante para adoctrinarnos con su indigesto pasticho ideológico y un concepto de cultura tan Perezjimenista que no va mas allá de "los chimichimitos".
Mucho mapire y artesanía indigenista, mucha etnología, mucha palabrería hueca y citas históricas, pero poco contenido real que nos haga crecer como pueblo. Y lo más imperdonable: Son aburridos hasta el desmayo y la catatonia.
Anoche creí que moría una era. Pero hoy tengo una extraña sensación de alegría. Un buen presentimiento. Es como el renacer de una esperanza... como si anoche hubiéramos asistido no a una muerte sino al parto de otro tiempo.Y no hay parto sin dolor. En cada época trágica surge un mártir al que hay que sacrificar. Esta vez nos tocó a nosotros, los RCTVistas.
Pero los venezolanos somos un pueblo generoso y justiciero, que se pone siempre del lado del perdedor y el oprimido... y si usted, comandante, no fuera tan amnésico y rencoroso, si no se dejara llevar por las vísceras, hubiera recordado su propia leyenda, y tendría presente que fue en su momento el "héroe redentor" de una era, con su famoso "por ahora".
Comandante, le voy a hablar como lo que soy, una libretista de telenovelas: El "Quítate tú, pa´ponerme yo" que usted hizo con Radio Caracas es una movida tan gruesa que acaba de voltear la clepsidra en su contra y la arena comenzó a caer inexorable. En el argot de las telenovelas acaba usted de traicionar su personaje, y se le reventó su mascara. Ya no es más el protagonista de esta historia. Es el villano... Por lo tanto, no merece usted quedarse con la protagonista, una mestiza hermosa y buena llamada Venezuela. Ella sabrá al final buscar su propio destino feliz y usted tendrá uno de los cuatro finales típicos para los malos de los culebrones: La muerte, la cárcel, la locura o el olvido. Es lo justo. Y de justicia si sabemos los venezolanos, porque crecimos viendo telenovelas...
Valentina Párraga
Fuente: Página Internet Radio Caracas Televisión (www.rctv.net)
Luego del escándalo de categoría mundial que se armó después de haber aparecido Cecilia Bolocco, la diva ABC1 chilena, en paños menores primero, y luego como Dios la echó al mundo, amancebada con un italiano con cara de sobregirado, arrumaqueándose en la humilde mejorita de la diva en Miami, además de abrirse un debate sobre si tiene las pechuguitas paradas, o si se le cae el poto, etc., se ha abierto un flanco interesante de discusión: ¿se debe regular más duramente invasiones a la privacidad de esta índole? Porque si hay una cosa clara en todo este tema, es que Ángel Mora, el paparazzo héroe que tomó las tan mentadas fotos, cometió, si no un delito a ojos de la ley chilena, si un acto reprobable, que merece repudio social, por invadir de forma tan flagrante la privacidad de la Sra. Bolocco en su propia casa.
En los últimos días, el debate, además de llegar a todas las mesas de la familia chilena, ha llegado a nuestro siempre Honorable Congreso Nacional, baluarte de la moralidad nacional, donde los siempre honrados parlamentarios se desviven por el bien del país (¿?), y se han acordado del basureo brutal al que ha sido sometida nuestra Chechi.
Así, los siempre brillantes senadores Cantero, Ominami, Pizarro y Girardi (el más brillante de todos, un genio), presentaron una moción que modifica el Artículo 161 A del Código Penal, en el sentido que se apliquen las mismas penas del precepto a quienes registren o difundan conductas íntimas, sean estas realizadas en espacios públicos o privados.
Además de las implicaciones políticas que tiene este proyecto, que bien las sabrán explicar Paulsen, Navia y la Jiles, esto tiene implicaciones jurídicas bien interesantes, que no dejan de pesar.
Primero, a mi gusto, un precepto así formulado es lo más inconstitucional que se pueda imaginar. Basta que lo manden a control al Tribunal Constitucional una vez para que les tiren el proyecto por la cabeza. En mi humilde opinión, se come entera la garantía del Artículo 19 N° 12 de la Constitución Política de la República, vale decir, la libertad de emitir opinión y la de informar, sin censura previa, en cualquier formay por cualquier medio…
Creo que eso basta. Y si hay que argumentar más, cabe destacar que la última modificación de la Constitución en 2005 eliminó el inciso 2° del Art. 19 N° 4, referido al derecho a la protección de la vida privada y honra de la persona y la familia. En el hoy derogado inciso se especificaba que la infracción de este precepto por un medio de comunicación social sería constitutiva de delito y bla bla bla. Hoy, este precepto no existe, desapareció en aras de la ampliación de la libertad de prensa. Por tanto, y teniendo a la luz la historia fidedigna de la ley, el constituyente, al eliminar este inciso, quiso que estos actos quedaran fuera de toda sanción, por lo menos los de menor envergadura (ya que aún existe el Art. 161 A del Código Penal y los delitos contemplados en la Ley 19.733 sobre libertades de opinión e información y ejercicio del periodismo).
Así las cosas, el orden jurídico periodístico chileno es bastante liberal, por lo menos en el papel, y una modificación como la que proponen los senadores es incompatible con el entramado más profundo de este sistema legal, lo que se refleja en su constitucionalidad a lo menos dudosa.
Una segunda implicancia, bastante grave, es el concepto de conducta íntima. La intimidad, en el diccionario de la RAE, es la zona espiritual íntima y reservada de una persona o de un grupo, especialmente de una familia. Así las cosas, podemos decir que la intimidad no es un concepto corporal, sino un concepto espiritual, que va en el fuero interno de las personas. Y por tanto, no es dilucidable por el sujeto activo del delito, por lo menos no sin antes hacerle un examen de conciencia a la víctima, cosa que es absurda: y a la vez, es maleable a voluntad por el sujeto pasivo, que es el que determina con total libertad qué es lo que cabe en su ámbito espiritual y qué no. Ello va contra los principios más básicos no sólo de la ciencia penal, sino que de la lógica más elemental. Es ridículo que sea un factor de carácter subjetivo de la víctima, además de desconocido para el sujeto activo, el que determine si una conducta es delito o no. Porque aquí, como bien aparece, la conducta va a ser o no delito según así lo determine la víctima, lo que es absurdo. Es un problema que va más allá de los llamados delitos de sujeto cualificado. O sea, si yo saco una foto afuera de un restaurante, donde sale comiendo una familia, y luego la pongo en una muestra de arte, me puedo ir a la cana, dependiendo de sí andaban en onda popular o de incógnito las víctimas.
Si vemos así la situación, un precepto de esta naturaleza no se sostiene en pie por si mismo. Es ridículo. Y hace llamar la atención, por coyuntura, de la clase de legisladores que tenemos. Está bien claro que para ser legislador no hay que ser abogado ni nada, pero sí hay que tener por lo menos un poquito de lógica, y ni siquiera de la jurídica, sino de la normal. Por eso las últimas leyes son tan malas en redacción y explicación. Con tipos como estos que se entrampan en mugres tan básicas, sus inducciones no resisten ni el más parvulario de los análisis.
Yo, sinceramente, creo, en mi ingenuidad (o agudeza, depende el punto de vista), que nuestros legisladores no son tontos. Ellos sacaron esta discusión por otro punto. La Bolocco les importa un ñafle, sólo la están ocupando de pantalla para el espectáculo. Lo que ellos quieren es aprobar un precepto que no permita la invasión de SUS vidas privadas, y con eso, poder sostener, incluso en lugares públicos, conversaciones sobre sus cochinadas políticas, esas que sí son delitos, sin que nadie pueda delatarlos. Basta ver a los gatusis de campo que promueven el proyecto… Girardi, por favor, la lacra más ladrona y metemano que ha pisado jamás el Congreso Nacional… o sea, no me hagan reír, es de Ripley. Ese tipo es capaz de robarle a su madre. Su epopeya legal me recuerda a los sacerdotes jansenistas de la época de la Restauración, que se instalaban a rezar fuera de las celdas donde se encontraban los condenados a muerte, en las provincias del interior de Francia, para que la gente los viera rezar por el alma del pobre desgraciado e invitarla a la conversión.
Así, lo que nuestros carísimos legisladores hacen es sacar las castañas con la mano del gato, rezando por el alma de la Bolocco, para que la gente los vea preocupados por el problema, y así satisfacer sus propios dividendos políticos con una ley que los protege a ellos de pasadita.
Por mientras tanto, más vale que la Bolocco se defienda sola. Con estos amigos, para qué quiere enemigos.
Y, para los que no sabían, las tomas de Ángel Mora sí son constitutivas de delito en Chile. Basta ver la parte final del inciso primero del Artículo 161 A, capte, grabe, filme o fotografíe imágenes o hechos de carácter privado que se produzcan, realicen, ocurran o existan en recintos particulares o lugares que no sean de libre acceso al público. La doctrina es conteste en que si la foto se toma desde afuera, también cabe en el tipo penal. Por suerte no puede ser juzgado en Chile, porque el delito fue cometido en el extranjero, y no puede ser conocidopor tribunales chilenos en aplicación de los Artículos 5° y 6° del Código Penal. Pero periodistas, cuidado, de repente aparece un avispado que denuncia, y la cana es de 61 días a 5 años, más entre 50 y 500 UTM de multa, o sea, entre palo y medio y quince millones de pesos.